“La función del arte es hacer preguntas”

Diana Romero
“La función del arte es hacer preguntas”

El portovejense Javier Andrade (“Mejor no hablar de ciertas cosas”, “La casa del ritmo”, “52 segundos”), acaba de tener su primera experiencia dirigiendo teatro con “Oleanna”, en el Estudio Paulsen de Guayaquil. Desde su estreno en 1992, esta obra del dramaturgo norteamericano David Mamet –también guionista y director de cine–, estuvo rodeada de polémica por la forma en la que trata el (¿supuesto?) acoso sexual de un profesor universitario a su alumna.
 
En su momento, muchos tacharon de machista a Mamet por la ambigüedad de las situaciones de “Oleanna”. Considerada hoy un clásico moderno, resulta terriblemente actual en tiempos del #MeToo. Charlamos con Andrade sobre esta interesante obra, y acerca de sus próximos proyectos.
 
El tema del machismo, del poder de un profesor sobre su alumna, y la respuesta de una víctima aparentemente débil que finalmente se defiende con todo, se trata en "Oleanna" de una forma compleja. ¿Qué le atrajo de esta obra?
Me gusta que presenta un tema que para mí es absolutamente pertinente y necesario, pero no desde un punto de vista fácil ni maniqueo. Hay gente que siente mucha ira al verla, que se apasiona mucho, que toma posturas radicales, pero la mayoría cambia esas posturas, porque es una obra que tiene un efecto problemático más que darte un mensaje. Pienso que la función del arte no es dar respuestas, sino hacer preguntas.
 
Existe cierta noción de que una obra, una película, una novela, deben dejar claro cómo debes sentirte, y me parece una noción mediocre, triste. Creo lo contrario, y “Oleanna” es perfecta en ese sentido: eres tú el que tiene que resolver la obra una vez que se ha acabado, puedes demorarte días, y lo que viste no exactamente tiene una respuesta. Y eso a mí me encanta. Significa que el teatro está vivo, que la obra está viva y generando un montón de cosas entre poderosas e incómodas, y ese espacio entre lo poderoso y lo incómodo es un gran lugar al que llevar al público.  Es el lugar de las obras de teatro de verdad
 
"Oleanna" tiene un precedente real que es muy interesante...
La escribe Mamet en respuesta a un proceso histórico de Estados Unidos: Mientras se trataba la confirmación del juez Clarence Thomas, el primer juez afroamericano de la Corte Suprema, su asistente, Anita Hill, lo acusa de acoso sexual. Y mucha gente, en vez de tratar de validar su lucha o celebrar su valentía al hablar del acoso sexual de una persona poderosa, la ataca.
 
Un montón de hombres blancos básicamente le dicen: “Estás haciendo un escándalo por gusto”, con una condescendencia y un machismo atroz, del que no son conscientes. Esa es la noción del patriarcado: la inconsciencia de lo que está mal. El machista no sabe que es machista, no siente que está mal nalguear o tocar. Lo que ve Mamet es esa actitud y esa ignorancia o falta de conciencia de lo que le están haciendo a esa mujer, y crea el personaje de este profesor...
 
 
Otro tema importante en "Oleanna" son las estructuras de poder dentro de la academia. ¿Como resuena eso en ti, que también eres profesor universitario?
La obra es provocadora en lo que dice sobre la validez o no de la educación superior. Soy docente desde hace un par de años en la Universidad de las Artes, el texto me llegó en el momento perfecto. El artista y el proyecto no necesariamente están sintonizados todo el tiempo, pero hay momentos en la vida en que sí. Este mundo me parecía interesante explorar, cuestionar y debatir porque son preguntas que yo mismo tengo.
 
¿Qué nos puedes contar de tus próximos proyectos?
Estamos terminando la postproducción del largometraje, “Lo invisible”. Mi cuarta película y mi segunda de ficción. Es bastante diferente a “Mejor no hablar...”, algo mucho más no verbal, una historia extremadamente subjetiva sobre una mujer de 45 años de clase alta de Quito, que tiene una crisis desatada por una suerte de depresión post parto. 
 
Me representó un montón de retos. La actuación es casi un solo de una actriz: Anahí Hoeneisen, que también es directora y guionista, y coescribió la película conmigo. Su esposo Daniel Andrade, fue el director de fotografía de este proyecto. Les tengo muchísimo cariño y respeto y quería hacer una película con ellos. Es la búsqueda por un cierto tipo de cine, un surrealismo cassavetteano, y creo que se logró. Estoy muy contento. También trabajo en la biografía de un artista ecuatoriano muy famoso. Y
en un híbrido entre un romance y una película de monstruos, una reacción adulta a la sensación de ver monstruocinema todas las tardes los sábados en la casa de mi abuelo.