La enigmática cita del papa con Paquito, un sencillo jesuita

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Han pasado 30 años desde su último encuentro y no ha habido ni llamadas ni cartas que puedan sugerir una amistad, pero el papa Francisco le hizo saber al nonagenario y sencillo padre Paquito que quiere verlo durante su visita a Ecuador. 
 
Sin asomo de vanidad, el sacerdote jesuita Francisco Cortés, conocido como padre Paquito, elude llamarse amigo de Francisco y reconoce que no sabe para qué quiere verlo ni de lo que conversarán cuando se reencuentren en Guayaquil el 6 de julio.
 
El papa -famoso por su austeridad y humildad- ya le hizo saber a Cortés, por terceros, que quiere verlo y que uno de sus motivos para regresar a Guayaquil es él. 
 
"Dicen que quiere hablar conmigo, no sé de que será", afirma Cortés. "En cuanto lo nombraron papa me mandó más de cinco recados de que me saludaran personalmente. No al padre Francisco Cortés, sino al padre Paquito".
 
El jueves monseñor Fausto Trávez, presidente de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana, confirmó a la prensa el interés de Francisco de visitar a Cortés, a quien considera su "benefactor".
 
El encuentro está previsto en el colegio Javier, donde llegará el papa tras celebrar una misa campal en el santuario de la Divina Misericordia.
 
Allí almorzará con unos 20 religiosos, descansará un poco y podrá orar en una modesta capilla, alejado de los medios. La ansiedad de los anfitriones parece no contagiar a Cortés, quien aguarda, sereno, la posibilidad de hablar a solas con su superior. 
 
"Estoy a lo que venga, si quiere una conversación larga, (será) larga, o corta, corta", afirma este sacerdote español apoyado en su bastón, próximo a cumplir 91 años, 50 de los cuales ha vivido en Ecuador.
 
Una historia común
 
La historia entre el papa y Cortés no parece extraordinaria, al menos a simple vista: un par de encuentros en Guayaquil a inicios de los ochenta cuando tenían 49 y 60 años, respectivamente, y una conversación de dos horas y media en un aeropuerto de Argentina en 1985. 
 
El entonces padre Jorge Bergoglio, rector del colegio argentino San José, eligió el colegio Javier para que sus alumnos hicieran un servicio a la comunidad dentro de su etapa de formación. El trato que recibieron los "maestrillos" por parte de Cortés impactó gratamente a Bergoglio.
 
"De ahí viene el que se recuerde tanto de mí. No es que yo haya hecho cosas por él, sino simple y sencillamente por las cosas que hice en favor de los argentinos que estaban aquí", sostuvo.
 
Cortés, vicerrector del colegio Javier, deja caer las palabras sin prisa. Por sugerencia de sus allegados, evita las entrevistas largas, ya no oficia misa y su actividad religiosa se limita a confesar.
 
Bergoglio "vino aquí dos veces, y yo fui a Buenos Aires para la ordenación de dos de los argentinos que vinieron aquí a ayudar al colegio", evoca. Fue justamente durante el viaje a Argentina que Cortés conoció el talante servicial y humilde que hoy hace famoso al papa, a quien no volvió a ver desde entonces.
 
"Me llevó al aeropuerto. Mi avión salió con dos horas y media de atraso (...) y allí estuvo el padre Bergoglio, conmigo, en la cafetería, ofreciéndome cosas de Argentina, con una sencillez única. Dejó una clase que tenía para estar conmigo", cuenta el padre Paquito.
 
¿Recuerda algo de esa conversación? Cortés responde que no, y se justifica: "Han pasado 30 años". El padre Paquito no prepara pedido alguno para Francisco y, sin soberbia, afirma que no necesita al papa para confesarse. 
 
"Para mí es un acto de humildad de ese hombre, acordarse de una persona que sin ningún mérito y nada especial, ha insistido en que quiere verme", señala Cortés, y se retira a paso lento a su cuarto.