¿Quién será el sucesor del papa Francisco?

Gabriela Pinasco
Imagen del consistorio. Foto: EFE

El pasado diciembre, el papa Francisco cumplió 84 años. Un mes antes, vía telemática, se realizó el séptimo Consistorio, donde se incorporan los nuevos cardenales. Debido a la edad del Pontífice, fue la ocasión para que se especule sobre el diseño del Cónclave que elegirá a su sucesor.
 
La impronta de los papas en el Cónclave encargado de la sucesión es innegable. En el caso de Juan Pablo II, de 115 cardenales que podían votar en la elección, 113 habían sido designados por él. El sucesor fue el cardenal Ratzinger, conocido como Benedicto XVI, hombre cercano a Juan Pablo. Francisco, quien asumió el papado en 2014, ha incrementado el número de purpurados a 218, de los cuales 128 tienen menos de 80 años, es decir, podrán votar.
 
De este total, 73 han sido nombrados por Francisco, 39 por Benedicto y 16 por Juan Pablo II. Es decir que una mayoría tiene alguna ascendencia con el actual Papa, por cuanto ha sido cuidadoso en seleccionar a hombres comprometidos con la lucha contra la pobreza. “El color rojo es una distinción”, ha dicho el Papa. Sin embargo, “si el pastor deja a su pueblo y solo piensa en la distinción, ha errado de camino”.
 
No obstante, haber nombrado a un cardenal no asegura que las reformas iniciadas por Francisco continúen con su sucesor. Esto solo ocurrió en la sucesión papal de Pío XI por Pío XII.
 
 
En sus nombramientos cardenalicios, el papa Francisco ha buscado una mejor representación geográfica de la Iglesia.
Aquí con el cardenal mexicano Felipe Arizmendi, ungido el pasado 20 de noviembre. Arizmendi tiene un amplio trabajo pastoral en Chiapas.
 
En 2014, Francisco nombró cardenal a Gerhard Müller, quien hoy es uno de sus más claros antagonistas en materia de doctrina. Müller está asociado con el ala más conservadora de la Iglesia y abiertamente ha criticado la posición de Francisco con respecto a los gays, como también lo ha hecho otro cardenal el ruandés Antoine Kambanda, nombrado en el último Cónclave de noviembre de 2020.
 
Otro aspecto importante es el origen geográfico de los cardenales. Hay 59 cardenales europeos, de los cuales los italianos son 22. Antiguamente, los italianos eran los más numerosos y por esta razón se explica el alto número de papas italianos, pero desde hace 42 años, tras la misteriosa muerte del papa Juan Pablo I, los tres sucesores siguientes han sido extranjeros.
 
Hay una nostalgia entre el grupo italiano por un papa transalpino, pero uno de sus mejores candidatos, el cardenal Angelo Becciu, fue destituido sin contemplaciones por Francisco en septiembre de 2020 por no haber sido cuidadoso con los manejos de los dineros de la Iglesia.
 
 
 
El número de purpurados es de 218. De estos 128 tienen menos de 80 años,
es decir podrá votar en el Cónclave. El papa Francisco ha nominado a 73.
 
Otro grupo que es numeroso corresponde a los americanos. Los latinoamericanos son 23, los estadounidenses nueve y los canadienses cuatro. Hay 17 asiáticos, 14 africanos y dos de Oceanía. Según un crónica de diario El País: “Francisco está sembrando una especie de caos cultural, lingüístico y social que hará muy difícil encontrar una lógica en la próxima designación del sucesor del trono de San Pedro”.
 
Lo que unifica esta amalgama de los cardinales, es que el pensamiento papal parece estar dirigido a obtener una mejor representación de la Iglesia, aunque esto signifique diferencias culturales y lingüísticas. De hecho, muchos ni siquiera hablan un idioma común con los demás, como es el caso del japonés Thomas Aquinas Manyo.
 
Todo son especulaciones, sin embargo, porque Francisco es un hombre que medita mucho. Pide consejo pero no tiene un círculo muy cercano, como sí lo tuvo Juan Pablo II, que orientaban a los demás sobre las líneas papales maestras.
 
Según “El gran reformador Francisco, retrato de un Papa radical” de Austen Ivereigh, con Francisco no hay intermediarios. Hay un círculo próximo, entre los que se mencionan a Óscar Andrés Rodríguez Maradiaga, cardenal hondureño; Pietro Parolin, secretario de Estado del Vaticano; Patrick O’Malley, arzobispo de Boston, y Reinhard Marx, arzobispo de Múnich, pero solo él toma las decisiones.
 
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