Las oscuras razones que llevaron a una madre a matar a sus hijos

Las cuatro exploraciones psiquiátricas a las que María Gombau fue sometida confirman que la mujer sufrió un brote psicótico.
Vistazo

María Gombau, la madre de los dos niños asesinados en Godella, España, la noche del pasado 13 de marzo, soñaba con vivir en una granja en la montaña de la sierra de Gúdar (Teruel, España), alejada del sistema y del mundo convencional. 
 
La principal sospechosa de la muerte de los pequeños Amiel e Ixchel optó desde casi su adolescencia por un estilo de vida alternativo que, lejos de proporcionarle el equilibrio mental que buscaba, derivó en una trágica alucinación autodestructiva. Tanto ella como su marido han sido detenidos por un presunto delito de homicidio y han pasado a disposición judicial.
 
Las cuatro exploraciones psiquiátricas a las que María Gombau fue sometida en las horas y semanas siguientes al asesinato de sus hijos, confirman que la mujer, en prisión provisional como presunta autora del crimen, sufrió un brote psicótico en el momento de los hechos. 
 
Si la conclusión se mantiene cuando se celebre el juicio, ello se traducirá en una atenuante de la pena o incluso en una eximente completa de la responsabilidad penal. En este caso no podría ser condenada, pero sí recluida en un centro de internamiento psiquiátrico.
 
"Dios me lo pidió"
La primera pregunta que le hicieron a María nada más entrar por la puerta de urgencias del Hospital la Fe de Valencia fue: “¿Sabes por qué te hemos traído hasta aquí?”
 
Según apuntan fuentes hospitalarias, María no dudó un segundo: “Sí, porque he matado a mis hijos. Me lo ha pedido Dios”. No hizo falta mucho más para que relatase lo que había ocurrido en las últimas horas. Al contrario, fue como si de repente el muro de contención de su cerebro abriese las compuertas y ella dejase fluir el torrente de sus pensamientos: “Hace ya un tiempo que Dios me habla al oído. Me dice cómo debo actuar. No es un varón como todo el mundo cree, sino que Dios es una mujer. Me ha enseñado que es a través del dolor y de la tristeza que nos acercamos a ella".
 
Su relato continuó sin pausa: "También me ha dado poderes para detectar el mal. En este mundo en el que vivimos hay sectas malignas que te lavan el cerebro. Históricamente esta práctica arrancó en la época de los nazis, con las SS. Después llegaron los denominados “U”. Son personas muy peligrosas. Forman una secta. Se trata de humanos que se dedican a lavar el cerebro de la gente, provocan guerras y los enfrentamientos entre los seres humanos. A mí me quieren asesinar para quedarse con mis genes. Están en todos lados. Es una plaga. Hay miembros de mi familia, amigos, vecinos y hasta mi pareja Gabriel pertenece a los “U”. No se imaginan la cantidad de personas que forman sus filas”.
 
Después de hacer un planteamiento general, de contextualizar cómo veía ella el mundo, entró a relatar lo ocurrido con sus dos pequeños: “Yo sé que los “U” han influido en mis hijos. Estos últimos días han sido horribles y me he terminado de convencer. A mi mayor lo mandé a la escuela en septiembre y a los pocos días me empecé a dar cuenta de que le habían robado el alma. Para una madre como yo eso es fácil de detectar. Estaba más violento, más agresivo, se enfrentaba a mí, pero lo peor fue cuando me percaté de que a pesar de su edad era capaz de controlar mi voluntad, hacía conmigo lo que quería. Llegó al punto en que también se colaba en mi cerebro y dominaba mi pensamiento. En cuanto a mi hija, es una tristeza, pero nada más nacer le robaron el alma. Es un cuerpo sin alma. La que tenía al morir ahora no es la misma que cuando nació”.