Aguas turbulentas y fallos en cascada: ¿Qué llevó al buque Cuauhtémoc a chocar en Nueva York?

Lo que debió ser un viaje para celebrar el orgullo mexicano terminó en tragedia cuando el Buque Escuela Cuauhtémoc impactó contra el puente de Brooklyn, en Nueva York. Ahora, el mundo busca respuestas sobre qué salió mal en un accidente marcado por fallos mecánicos, climáticos y humanos.
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América Yamilet Sánchez tenía 20 años y estaba muy ilusionada. La tarde del sábado llamó a su mamá diciéndole que “tenía cosas maravillosas” para compartir con su familia al regreso.
Según su hermano Anderson, les dijo que estaban a punto de salir de Nueva York y que atravesarían el Atlántico Norte con rumbo a Reikiavik, en Islandia. América era una de las 64 mujeres que conformaban la tripulación de este crucero de instrucción que se caracterizaba, entre otras cosas, por llevar el mayor número de féminas a bordo en la historia de la Armada de México.
El buque escuela Cuauhtémoc zarpó del puerto 17, en el bajo Manhattan, a las 20h20 del sábado 17 de mayo. Cuatro minutos más tarde emitió una señal de auxilio pidiendo ayuda a cualquier embarcación cercana. A las 20h24:54 los tres mástiles del buque impactaron contra el histórico puente de Brooklyn. La cadete América Sánchez, una destacada nadadora y el marino Adal Jair Marcos, de 23 años, perdieron la vida. Una veintena de sus compañeros quedaron heridos.
¿Qué salió mal? ¿Qué elementos se confabularon para un aparente fallo en cascada? ¿Cuál es la historia trágica de este buque que por segunda vez impacta un puente y que cobra su segunda y tercera víctima?
“Cada puerto en el que recalemos y cada actividad que realicemos, será una oportunidad para mostrar la grandeza de nuestro país, sus valores y su cultura. Sean conscientes que seremos embajadores de México en cada ola que surquemos”, dijo el capitán de navío Víctor Hugo Molina Pérez, comandante del Buque Escuela Cuauhtémoc, el seis de abril último, antes de partir desde Acapulco. Allí empezó el crucero de instrucción al que denominaron “Consolidación de la independencia de México 2025”, en homenaje a los 200 años de ese hecho histórico.
A bordo zarparon 277 marinos con la esperanza de visitar 22 puertos en 15 naciones. En total el periplo debía demorar 254 días de los cuales 170 eran en alta mar y 84 con actividades en tierra. Kingston en Jamaica, La Habana en Cuba y Cozumel en México fueron las primeras escalas antes de llegar el 13 de mayo a mediodía a Nueva York.
En la Gran Manzana atracaron en el histórico muelle 17, que en el siglo XIX era un lugar crucial para el comercio mayorista de pescado y el transporte marítimo. Su declive empezó tras el paso del huracán Sandy, el más mortífero ciclón tropical de la temporada de huracanes 2012. Luego de eso se convirtió en un destino turístico y gastronómico, con tiendas, restaurantes y un rooftop que sirve como espacio para eventos y concierto.
Cuatro días después, desde allí partió el Cuauhtémoc. Las velas estaban bastante recogidas pero el viento era muy fuerte. La estación meteorológica del aeropuerto JFK emitió un último reporte una media hora antes del accidente, mencionando que el viento desde el oeste soplaba a una velocidad de 33,8 kilómetros por hora “con ráfagas que alcanzan los 57,9 kilómetros por hora”. Las primeras hipótesis presumen que condiciones similares estaban presentes en el área de los muelles. Según Brian Young, encargado de la investigación para la NTSB (Agencia de Seguridad para el Transporte) la velocidad de la corriente del río a esa hora era de 5,5 kilómetro por hora, río arriba, en dirección al puente.
La investigación total puede durar hasta 24 meses. La NTSB anticipa que en 30 días tendrán un informe preliminar. Hasta tanto se sabe que al momento del zarpe y por regulaciones portuarias el buque estaba al mando de un “práctico” o piloto de seguridad quien para certificarse como tal debe pasar por una rigurosa instrucción de unos siete años.
De acuerdo con los procedimientos legales, el Servicio de Tráfico de Buques (VTS) de Nueva York, operado por la Guardia Costera de los Estados Unidos, es el responsable de gestionar el tráfico marítimo local, incluyendo el área del puente de Brooklyn. Por tanto, corresponde al VTS imponer requisitos según las condiciones del tráfico, el tamaño del velero y las circunstancias climáticas.
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Las normas no obligan pero sí recomiendan el uso de remolcadores en embarcaciones muy pesadas o en veleros cuyos mástiles superen los 38,7 metros que tiene el claro vertical del puente en marea alta. El palo mayor del Cuauhtémoc era seis metros más alto. Al momento del impacto, la marea estaba en pleno ascenso y continuaría así hasta la medianoche.
Tras soltar amarras, el velero retrocedió, a favor del viento, hacia el centro del East River con la esperanza de apoyarse en los 1.470 caballos de fuerza de sus motores para tomar impulso hacia adelante y despedirse de Manhattan.
En los palos horizontales se habían ubicado marinos y cadetes, lo cual para ellos es una muestra de respeto y cortesía para con el puerto anfitrión. Esta actitud se conoce como “estar a la orden” o “formar en las vergues”. Durante una travesía habitual estar allí no es una práctica común ni segura.
El problema fue que el motor a diésel marca Detroit no respondió satisfactoriamente pese a los reiterados esfuerzos de los marinos encargados de su operación. A pesar de que el Cuauhtémoc está considerado como el velero más veloz entre sus pares de América Latina, la velocidad máxima a toda máquina, sin velas, es de apenas 15 kilómetros por hora (ocho nudos). Con las velas extendidas y en alta mar ha marcado récords de hasta 33 kilómetros por hora.
Pero en las aguas del East River quedó prácticamente a la deriva, a merced de la corriente y del viento. La velocidad inicial de retroceso, según Young, fue de 4,2 kilómetros por hora. “Luego la velocidad comenzó a aumentar, y eso es algo que analizaremos como parte de nuestra evaluación de ingeniería del funcionamiento del motor”, dijo en una rueda de prensa, 48 horas después del accidente. Quienes han analizado los videos disponibles, sugieren que “el motor quedó atascado en reversa”.
Cuatro minutos después del zarpe desde la radio del buque se efectuó una llamada de emergencia. Según el Departamento de Policía de Nueva York que monitoreó la comunicación, “hubo un corte de energía o un problema mecánico”. Sin embargo los funcionarios de la NTSB no avalan esa versión porque “No sabemos de dónde sacaron esos datos”.
Lo cierto es que aunque un remolcador estuvo presente inicialmente, se habría apartado demasiado pronto o no estaba amarrado por cabo al buque, lo que limitó su capacidad de reacción. Se está cuestionando el por qué no se utilizó un segundo remolcador, algo habitual en puertos de alto tráfico. También se investiga si se realizaron las pruebas de motor recomendadas antes de la partida.
La agencia de noticias AP entrevistó a Sal Mercogliano, un exmarino mercante, “que ha impulsado múltiples barcos a través del puerto de Nueva York”. El piensa que la fuerte correntada, la velocidad del viento, la altura del barco y la falta de un remolcador, formaron el coctel perfecto para el accidente.
Así, la majestuosa embarcación de tres mástiles, colisionó con el histórico puente de Brooklyn. Este impactante accidente ha puesto en el ojo del huracán las operaciones marítimas en uno de los puertos más desafiantes del mundo.
El Cuauhtémoc, conocido cariñosamente como el "Caballero de los Mares", es considerado un embajador de buena voluntad de México en el mundo. Fue construido en 1982 en los astilleros Celaya en Bilbao, España, y comparte origen con el Buque Escuela Guayas de la Armada del Ecuador.
Ambos fueron armados en el mismo astillero y con un propósito similar: la formación de cadetes y la representación de sus naciones en eventos internacionales. El velero mexicano es seis años más joven que nuestro barco insignia y es también más grande y tiene una mayor superficie vélica.
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Este no es el primer percance ocurrido con el Cuauhtémoc. En 2006, un accidente similar ocurrió cuando navegaba por la ría de Bilbao, en España. Su palo mayor chocó con el puente colgante del municipio de Portugalete. Como resultado hubo daños considerados leves en el mástil central y en la iluminación del buque. Afortunadamente en aquella ocasión no hubo ningún marino afectado.
Quienes más lamentaron el incidente fueron los 45 mil vecinos de esa localidad suburbana del Gran Bilbao. En ese año el puente colgante construido en 1893 y conocido también como Puente de Bizkaia había sido declarado por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad. La valiosa infraestructura sobrevivió.
El primer incidente trágico sucedió el domingo 11 de junio de 2017. Ese día la cadete Eva Lidia Nava Guzmán, quien no llevaba chaleco salvavidas, cayó por la borda durante una maniobra de velas cerca del puerto de Mumbai, en India.
Ella tenía 21 años y era originaria de Acapulco. En una entrevista que le hicieron previa a su viaje, dijo: “Me cuesta dejar a mi familia, pero amo esta vida, quiero llegar a lo más alto en el buque”.
Según las autoridades navales, “las condiciones de escora (inclinación lateral) propias de la navegación a vela propiciaron que una ola de gran magnitud ingresara a la parte central del buque por el lado derecho; la entrada masiva de agua causó que los tripulantes que ahí se encontraban perdieran el equilibrio al ser alcanzados, lamentablemente la cadete Eva Lidia no logró sujetarse a la estructura del buque, siendo arrastrada fuera de la unidad”.
No menos doloroso fue el hecho de que pese a las intensas jornadas de búsqueda coordinadas entre las fuerzas navales y aéreas de México y de la India, nunca se logró localizar el cuerpo de la tripulante.
Esta historia del buque escuela Cuauhtémoc revela cómo factores aparentemente aislados, como fallos mecánicos, condiciones climáticas adversas y decisiones operativas potencialmente cuestionables, pueden derivar en accidentes fatales.
Sobre el último accidente, queda esperar los resultados oficiales que esclarezcan responsabilidades, evitando así que más sueños naufraguen en el mar.