por Ligia Proaño Fabara
España dio un paso histórico en materia de protección animal con La Ley de Bienestar Animal, aprobada en enero de 2022: dejó de considerar a las mascotas como bienes materiales y ahora las reconoce legalmente como “seres sintientes”. Este cambio, que implica derechos y obligaciones específicas, refleja una transformación social cada vez más extendida en muchos países: para millones de personas, los animales ya no son accesorios son familia.
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Durante la última década, perros, gatos y otras mascotas han ganado un espacio emocional profundo en los hogares. Para parejas jóvenes y no tan jóvenes, los animales se convierten en compañeros, en hijos de práctica y en parte del núcleo afectivo.
La medida española no surgió de la nada. Con el aumento del costo de vida, la maternidad tardía y nuevas dinámicas familiares, muchas parejas optan por criar primero una mascota antes que tener hijos. No solo por ser “más fácil”, sino porque implica rutinas, responsabilidades, cuidado médico y un vínculo emocional tan intenso como el de un hijo.
Además, movimientos como “adoptar, no comprar” han impulsado una cultura que valora más el rescate y el bienestar animal que la adquisición por moda o estética.
Esto significa que el vínculo humano-animal pasa de ser afectivo a también protegido legalmente.
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