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Las mujeres que Francisco puso como ejemplo de vida para Ecuador

miércoles, 8 julio 2015 - 03:47
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A su arribo al país el pasado domingo, el papa Francisco explicó el propósito de su visita y en sus plalabras incluyó a Santa Mariana de Jesús, el Santo hermano Miguel Febres, Santa Narcisa de Jesús o la Beata Mercedes de Jesús Molina.

"Visité Ecuador en distintas ocasiones por motivos pastorales. Así también hoy, vengo como testigo de la misericordia de Dios y de la fe en Jesucristo. La misma fe que durante siglos ha modelado la identidad de este pueblo y dado tan buenos frutos, entre los que destacan figuras preclaras como Santa Mariana de Jesús, el santo hermano Miguel Febres, santa Narcisa de Jesús o la beata Mercedes de Jesús Molina, beatificada en Guayaquil hace treinta años durante la visita del Papa san Juan Pablo II. Ellos vivieron la fe con intensidad y entusiasmo, y practicando la misericordia contribuyeron, desde distintos ámbitos, a mejorar la sociedad ecuatoriana de su tiempo", dijo el Santo Padre en su primera intervención en Ecuador.


Francisco en la Catedral Metropolitana. Foto: REUTERS

Entre sus actividades, Francisco tenía previsto visitar la Catedral Metropolitana de Quito y dirigirse a los presentes en la Plaza de la Independencia. Para la ocasión había preparado un discurso sobre Santa Mariana de Jesús, Santa Narcisa de Jesús y la Beata Mercedes de Jesús Molina, cuyas vidas iba a poner de ejemplo. 

El pontífice no exponer su discurso, aunque posteriormente fue difundido a la prensa. A continuación el texto:

“Queridos hermanos: Vengo a Quito como peregrino, para compartir con ustedes la alegría de evangelizar. Salí del Vaticano saludando la imagen de Santa Mariana de Jesús, que desde el ábside de la Basílica de San Pedro vela el camino que el Papa recorre tantas veces.

A ella encomendé también el fruto de este viaje, pidiéndole que todos nosotros pudiésemos aprender de su ejemplo. Su sacrificio y su heroica virtud se representan con una azucena. Sin embargo, en la imagen en San Pedro, lleva todo un ramo de flores, porque junto a la suya presenta al Señor, en el corazón de la Iglesia, las de todos ustedes, las de todo Ecuador.

Los santos nos llaman a imitarlos, a seguir su escuela, como hicieron Santa Narcisa de Jesús y la beata Mercedes de Jesús Molina, interpeladas por el ejemplo de Santa Mariana… cuántos de los que hoy están aquí sufren o han sufrido la orfandad, cuántos han tenido que asumir a su cargo a hermanos aún siendo pequeños, cuántos se esfuerzan cada día cuidando enfermos o ancianos; así lo hizo Mariana, así la imitaron Narcisa y Mercedes.

No es difícil si Dios está con nosotros. Ellas no hicieron grandes proezas a los ojos del mundo. Solo amaron mucho, y lo demostraron en lo cotidiano hasta llegar a tocar la carne sufriente de Cristo en el pueblo (cf. Evangelii gaudium 24).

Ellas no lo hicieron solas, lo hicieron «junto a» otros; el acarreo, labrado y albañilería de esta catedral han sido hechos con ese modo nuestro, de los pueblos originarios, la minga; ese trabajo de todos en favor de la comunidad, anónimo, sin carteles ni aplausos: quiera Dios que como las piedras de esta catedral así nos pongamos a los hombros las necesidades de los demás, así ayudemos a edificar o reparar la vida de tantos hermanos que no tienen fuerzas para construirlas o las tienen derrumbadas.

Hoy estoy aquí con ustedes, que me regalan el júbilo de sus corazones: «Qué hermosos son sobre las montañas los pasos del que trae la buena noticia» (Is 52,7).

Es la belleza que estamos llamados a difundir, como buen perfume de Cristo: Nuestra oración, nuestras buenas obras, nuestro sacrificio por los más necesitados. Es la alegría de evangelizar y «ustedes serán felices si, sabiendo estas cosas, las practican» (Jn 13,17). Que Dios los bendiga”.

Mariana de Jesús de Paredes y Flores nació en Quito en 1618. Quedó huérfana de padres a los 4 años y estuvo al cuidado de su hermana casada. Tenía talento para la música, para coser, labrar, tejer y bordar. Además, solía retirarse a orar en algún rincón de la casa y hacer penitencia.

Después de su Primera Comunión hizo voto de perpetua castidad al que luego juntó los de pobreza y obediencia. Posteriormente, con la orientación de sus directores espirituales comprendió que Dios no la quería en un monasterio. Armó un espacio cerrado en su casa donde oraba con un horario semanal de penitencias y ayunos, saliendo solo para ir a la iglesia en las mañanas. Así mantuvo una vida de austeridad desde la adolescencia.

Su apostolado estuvo en la oración por el prójimo, sus consejos a los que acudían a ella logrando paz entre los que se peleaban y la conversión de muchos pecadores. Más adelante, por consejo de sus confesores, se hizo terciaria de San Francisco de Asís.

Una vez que estuvo enferma le sacaron sangre, que fue depositada en una matera en la que floreció una bella azucena. Una terrible epidemia también estaba causando la muerte de cientos de personas. Santa Mariana ofreció su vida y sus dolores para que eso se detuviera y desde aquel día ya no murió más gente de ese mal. Murió el 26 de mayo de 1645 y a su entierro acudió una gran cantidad de fieles.

Fue canonizada por el Papa Pío XII en 1950. Su imagen, hecha por el artista ecuatoriano Mario Tapia, está en la fachada lateral de al Basílica de San Pedro y fue bendecida por Benedicto XVI en octubre de 2005.

Narcisa de Jesús Martillo Morán nació en 1832 en Daule. Era la sexta de nueve hermanos. En 1838 falleció su madre. Con la ayuda de una maestra particular y de su hermana mayor se instruyó en las primeras letras. Aprendió a leer, escribir, cantar, tocar la guitarra, coser, arte que llegó a dominar con verdadera maestría, tejer, bordar, cocinar.

Recibió la Confirmación a la edad de 7 años. Adquirió la costumbre de retirarse con frecuencia a un bosquecillo cercano a casa para rezar. El árbol de guayabo junto al que oraba es hoy destino de muchas peregrinaciones. Se propuso imitar a Santa Mariana de Jesús.

En enero de 1852 falleció su padre. Narcisa, era hermosa y tenía 19 años. Pasó a Guayaquil y se hospedó con una familia muy conocida que habitaba junto a la catedral. Allí permaneció hasta 1868, exceptuando unos meses que pasó en Cuenca. Se embarcó en junio de 1868 a Lima (Perú) y vivió como seglar en el convento dominicano del Patrocinio.

Murió el 8 de diciembre de 1869 a los 37 años de edad. Se supo después que había hecho voto privado de virginidad perpetua, de pobreza, obediencia, clausura, ayuno a pan y agua, comunión diaria, confesión, mortificación y oración.

La Beata Mercedes Molina es llamada también “La Rosa del Guayas” fue una mujer ecuatoriana que vivó en castidad, estuvo pendiente de los necesitados y tuvo un impulso misionero que la llevó a fundar el primer instituto de educación para mujeres.

Nació el 20 de febrero de 1828, en Baba, provincia de Los Ríos, en el seno de una familia acaudalada. Su padre murió cuando tenía dos años. Desde su infancia Mercedes era una niña de singular belleza y virtuosa.

En 1841 fallece su madre y queda a cargo de sus dos hermanos. En 1849 renuncia a casarse y repartió su cuantiosa herencia entre los necesitados. La beata se dedicó a realizar labores caritativas como el servicio en un orfanato.

El 14 de abril de 1873 fundó el Instituto “Hermanas de Mariana de Jesús”, el  primer instituto religioso en el país. Se le considera como la pionera en la educación de la mujer porque en esa época la educación estaba dirigida a los varones.

La beata realizó continuos ayunos y mortificaciones. Durante toda su vida fue ejemplo de amor al prójimo y de sacrificio. Falleció el 12 de junio de 1883.

Fue beatificada por San Juan Pablo II en febrero de 1985. Sus restos están en Riobamba, en la casa donde fundó la Congregación de las Marianitas.

Fuente: ACIPRENSA

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