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Corazones descuidados

jueves, 4 febrero 2016 - 10:34
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Las muertes en mujeres por enfermedades cardíacas son 10 veces más frecuentes que las que se producen por cáncer al seno. Sin embargo, existe poca conciencia en ellas de la importancia de cuidar la salud de su corazón.
 
La posibilidad de tener una enfermedad en el corazón no consigue generar tanta conciencia en las mujeres como lo logran otras patologías, pese a lo contundente de las cifras que señalan la gran cantidad de muertes que provocan las dolencias cardíacas. El doctor Miguel A. Quiñónez, jefe de Cardiología del Methodist Hospital de Houston, visitó Ecuador buscando difundir en el público femenino la importancia de vigilar el corazón y sus factores de riesgo antes de que causen problemas.
 
El especialista explica que usualmente se asocian las enfermedades cardíacas y los infartos a los hombres, ya que el corazón de las mujeres se mantiene protegido mientras dura su etapa fértil. Lo que no todos saben es que cuando esa fase fértil se acaba, la protección se termina y no solo llega a igualar en número a los hombres sino que lo sobrepasan. “Después de los 65 años hay más mujeres con problemas cardíacos que hombres. Es común que en mujeres de 58 o 60 años la primera presentación de problemas cardíacos sea un infarto. Con el agravante que cuando una mujer sufre un infarto, las complicaciones tienden a ser mayores que en el hombre, y van desde la muerte hasta quedar con una seria afectación”.
 
 
El doctor Quiñónez menciona que hasta ahora se continúan realizando estudios tratando de encontrar la razón para esta desventaja femenina, una de las hipótesis es que por el tamaño del cuerpo de las mujeres, las arterias son más pequeñas y eso puede contribuir a que queden mayores secuelas. Sin embargo, el especialista menciona dos puntos que considera que complican las cosas más aún: “En primer lugar, que en la mayoría de casos, las mujeres se postergan para atender y cuidar la salud de los otros miembros de la familia como prioridad, por eso ni siquiera se realizan chequeos para conocer cómo está el estado de su corazón y los niveles en que están los factores que pueden afectarlo como la presión arterial, nivel de glucosa, su colesterol y su índice de masa corporal. El segundo punto está relacionado a lo tarde que llegan a la emergencia cuando se está desarrollando un evento.
 
“Es que los síntomas de un infarto agudo en la mujer son más tenues y menos específicos que en los hombres. Quizás un 40 por ciento presenta los síntomas tradicionalmente conocidos que son los que viven los hombres: dolor intenso en el área del pecho con una sensación de opresión, sudoración, pero el 60 por ciento restante presenta síntomas menos claros. La manera en que los suelen explicar es a través de frases como: “no me siento bien”, “me siento cansada”, “tengo una angustia”, “el corazón me palpita de forma rara”… y así pasan cuatro o cinco días y no hacen nada al respecto”. Señala que algunos infartos ocurren en un solo momento, de golpe, pero hay otros que se van desarrollando durante cuatro o cinco días, en los cuales la señal de alarma que debería encenderse con esos malestares inexplicables, no suele ser interpretada correctamente y ante las quejas de las pacientes muchos médicos no las asocian con problemas cardíacos sino que simplemente se la atribuyen a complicaciones menores de salud o al estrés.
 
 
Entre la poca atención de la mujer a su propia salud y la falta de interpretación correcta de los síntomas, el resultado es que la paciente llega tarde al hospital, cuando el infarto ya ha aniquilado algunas zonas del corazón, por lo que aun si la paciente sobrevive, muy probablemente quedará con un funcionamiento deficiente de este órgano con todas las limitaciones que conlleva tanto en calidad como en expectativa de vida.
 
A TOMAR EN CUENTA
 
En la mayoría de países desarrollados las tasas de obesidad han aumentado considerablemente en los últimos años. Hay algunos puntos que inciden en este tema. Por factores culturales, se tiende a considerar al niño gordo como el niño sano, aunque hoy la ciencia ha demostrado que esta creencia no tiene ningún fundamento. A este tema hay que sumarle que los niños de hoy en día hacen poco ejercicio y en la mayoría de casos sus distracciones no requieren más que estar sentados: viendo televisión, en la computadora o con videojuegos.
 
“Hoy, al entrar en la sala de un pediatra te encuentras con que muchos niños ya muestran sobrepeso y obesidad. Se está empezando a encontrar colesterol elevado en niños de 12 años y casos de presión alta en niños de 14 y 15 años”, señala el doctor Quiñónez y agrega que durante los cuatro primeros años de vida se desarrolla la relación psicológica del alimento y la recompensa psicológica que queda impresa para siempre, “después de eso nos pasamos la vida luchando contra esa idea de que la comida es una forma de recompensarnos”.
 

Doctor Manuel Quiñónez, jefe de Cardiología
del Houston Methodist Hospital.
 
La combinación de alta ingesta de calorías con el sedentarismo forma la clave para entender el aumento de peso de la población general. La Organización Mundial de la Salud señala que la inactividad física es el cuarto factor de riesgo para la mortalidad mundial (seis por ciento de las muertes registradas en el mundo) y del 27 por ciento de casos de diabetes y del 30 por ciento de casos de cardiopatía isquémica. Lo grave de todas esas libras que se van ganando es que paralelamente al sobrepeso y la obesidad crecen las posibilidades de desarrollar diabetes, una enfermedad cuyas complicaciones pueden ser mortales. “Los diabéticos mueren por infarto, por accidentes cerebrovasculares o por complicaciones renales. Las tres causas están relacionadas con las arterias. Si la circulación afecta el corazón viene el infarto, si es el cerebro aparece el infarto cerebral o el derrame y si son los riñones los afectados, viene la insuficiencia renal. Estos tres órganos son los más deteriorados y pueden llevar a la muerte”.
 
Además del control del peso y de la diabetes, es crucial mantener a raya los niveles de colesterol/triglicéridos para evitar la formación de placas de grasa en el interior de las arterias; y de la presión arterial para disminuir las posibilidades que el aumento de presión en la sangre propicie el desprendimiento de una parte de esa placa que luego forme un coágulo que bloquee la circulación de la sangre y produzca un infarto.
 
“La responsabilidad del médico es detectar la enfermedad e indicar la medicación y los cambios que deben hacerse en cuanto a estilo de vida, pero está en manos del paciente seguir esas indicaciones, ser disciplinado con el tratamiento, y en el caso de ellas, no descuidarse de su propia salud por cuidar a los demás”, concluye el doctor Quiñónez.

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