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Especial: Lo que no se enseña de las Escuelas del Milenio

miércoles, 8 febrero 2017 - 04:09
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En medio de cultivos, rebaños de borregos, precarias casas de bloques y barro, y junto a una quebrada, se levanta una obra imponente que contrasta con el entorno: la escuela del milenio de Pigua Quindigua.  
 
“Estamos en el último rincón del páramo”, dicen los habitantes del poblado, ubicado en Cotopaxi. En esta comunidad se acaba el camino. Aquí viven unas 800 personas, dedicadas a la agricultura y crianza de animales.
 
Diseñada para recibir a 570 estudiantes, la moderna infraestructura reemplazará a la precaria escuelita de 125 niños de la comunidad. Wilson Cuzco, director del actual establecimiento, dice que solamente pidieron que se adecuara la infraestructura, pero los técnicos decidieron construir una Unidad Educativa del Milenio (UEM). 
 
En Pigua Quindigua están convencidos que vendrán días mejores. Con la unidad del milenio se abrirán nuevas fuentes de trabajo, como jardinero o conserje, dice Wilson Urco, de 33 años. Confía en conseguir un puesto para no salir a trabajar de albañil; él es el sustento de sus 6 hijos. 
 
Pero en las comunidades aledañas la emoción es diferente. Las escuelas de Mocata y Suniquila deberían cerrarse para que esos niños asistan a la nueva UEM. Los padres de familia se oponen, por las distancias entre los poblados y la falta de transporte.
 
Cecilio Quishpe, líder comunitario de Mocata, junto a sus vecinos, dice que no permitirá que los niños caminen los ocho kilómetros hasta Pigua Quindigua, cuando la comunidad tiene su propia escuela. “No entienden que en el campo las cosas son diferentes. En la ciudad debe ser fácil unificar las escuelas, pero acá no. Si los niños se van, la comunidad queda vacía”.
 
Sin la unificación, la UEM de Pigua Quindigua no podría operar al cien por ciento de su capacidad. Oswaldo Guamán, presidente de la Junta Parroquial de Angamarca, opina que la UEM debió construirse en la cabecera parroquial donde hay mayor concentración estudiantil, “porque ni con los estudiantes de Mocata y Suniquila completan más de 250”. 
 
¿Quedaría subutilizada esta infraestructura que tuvo un costo de $ 3,7 millones? Las dudas crecen. El propio candidato presidencial del oficialismo, Lenín Moreno, afirmó hace tres meses, en tono de campaña: “No volvamos a cometer el error de hacer elefantes blancos. Con el dinero que cuesta una escuela del milenio podríamos haber hecho 10 escuelas”.
 

La Primera Escuela del Milenio fue la de Zumbahua (Cotopaxi), lugar donde el presidente Correa hizo su voluntariado. Costó $ 1,4 millones.

En entrevista con Vistazo, el ministro de Educación, Freddy Peñafiel, dijo que, tras la correspondiente socialización, las comunidades aceptaron la construcción de esta UEM. Afirmó que no se obligará a cerrar las escuelas y que para ocupar toda la capacidad de la nueva infraestructura, se implantarán programas de bachillerato acelerado, educación para jóvenes y adultos, una “unidad de producción” y un Centro Infantil del Buen Vivir (CIBV), para todos los habitantes de Pigua Quindigua.
 
Y para quienes creen que este sería un plan de última hora, el ministro enfatiza que todo está planificado y que en todas las UEM se aplican estos programas adicionales. 
 
Resistencia al cierre
Entre los escritorios de los funcionarios y la realidad hay una gran diferencia, o al menos así lo piensan los habitantes de la comunidad de Saraugsha (Cotopaxi), quienes se resistieron al cierre de su escuela para unificarla con la UEM de Zumbahua.
 
¿Motivo? Un camino de casi 5 kilómetros separa a las dos comunidades. El pasaje cuesta 50 centavos de dólar. En ir y volver, un escolar gasta un dólar. Delia Pastuña tiene cuatro hijos en la escuela, lo que le significaría cuatro dólares diarios en pasajes, sin contar con las colaciones. “Nadie aquí tiene para gastar eso. Vivimos de la agricultura, sin un sueldo fijo como en la ciudad, y tenemos muchos hijos”. Los funcionarios les ofrecieron transporte para los niños pero la comunidad no confía. 
 
La falta de transporte y las distancias serían la mayor problemática del cierre de las escuelas comunitarias, así lo denuncia el Contrato Social por la Educación, organización que realizó un levantamiento documental en Cotopaxi y Chimborazo. Los niños se desplazan a pie o en vehículos inapropiados. Asimismo, denuncia la pérdida de la identidad, cultura e idioma de los pueblos indígenas, ya que considera la educación de las UEM como estandarizada.
 
 
En cinco cantones de estas 2 provincias, entre los años 2008 y 2014, se habrían cerrado unas 400 escuelas. Esto motivó la organización de los “Colectivos Ciudadanos por la Educación”, para intentar ayudar a las comunidades a conservar sus centros educativos. María Tonato, coordinadora del Colectivo en Cotopaxi, dice que si bien las UEM tienen tecnología de punta y buenas instalaciones, son como “un oasis en un desierto”, porque alrededor quedan muchos establecimientos desatendidos. Pero ese sería el costo de la educación del milenio. 
 
Lo cierto es que a las 70 UEM que ya están en funcionamiento, asisten alrededor de 60 mil estudiantes, lo que representa un poco más del 1% de la población primaria y secundaria nacional. ¿Una élite escolar que difícilmente llegará a todos los rincones del país por el costo de las faraónicas obras? El gobierno dice que se trata de llegar a los sectores históricamente desatendidos, pero también se construyen en las urbes. 
 
Según el plan de “Reordenamiento de la oferta educativa”, hasta 2017, el gobierno pretendía reducir de 19 mil a 5 mil el número de establecimientos educativos. Una parte de las escuelas cerradas es absorbida por las UEM.
 
El plan entró a revisión. “En el plano o mapa era muy fácil unir dos escuelas, pero resulta que en la vida real, en medio de las dos había un barranco o un río”, reconoce el ministro Peñafiel. Asegura que encontraron estos casos pero que “son excepcionales” y por eso hicieron una pausa. Informa que si un niño debe trasladarse más de cuatro kilómetros a la nueva escuela, el Ministerio se hace responsable por el transporte. 
 
La transición china
En la escuelita del poblado La Chorrera, cantón manabita de Pedernales, 243 niños reciben clases en improvisadas carpas y cinco aulas que sobrevivieron al terremoto del 16 de abril. Por un tiempo asistieron a una de las escuelas provisionales que se armaron en el centro de Pedernales, pero la distancia y el miedo a las réplicas hicieron que los padres de familia retornaran a sus niños a la comunidad.
 
Esperan ser beneficiarios de una de las 100 escuelas prefabricadas que el gobierno levanta en las zonas afectadas por el terremoto.
 
En Echeandía, Bolívar, aún quedan los restos de lo que iba a ser una escuela del milenio "pre-fabricada". 
 
Estas estructuras denominadas “Unidades Educativas Siglo XXI”, de material prefabricado, son similares a las “del milenio”. Se ejecutan a través de un contrato que el Ministerio de Educación firmó en 2015 con la empresa China Railway N° 9, por $ 196 millones, para edificar 200 escuelas. 
 
A esto se sumó una inversión por $ 63,9 millones para la construcción de 157 escuelas prefabricadas de tipo “especial”, que son más pequeñas. Esta infraestructura está pensada como una transición a la espera de que en 15 o 20 años, sea reemplazada por estructuras de hormigón.
 
El plan maestro es construir 911 establecimientos entre UEM de hormigón y prefabricados hasta 2025, con una inversión mayor a  $ 1.370 millones, financiados con fondos públicos y préstamos. 
 
Las empresas chinas tienen varios contratos. El 29 de diciembre de 2014, el Servicio de Contratación de Obras (Sercob) contrató por $ 18 millones a la empresa china CRCC 14TH para la construcción de 3 UEM. Pero a los pocos meses la empresa pidió la “terminación por mutuo acuerdo”, aduciendo falta de pago y problemas técnicos. La firma reportó un avance del 13%, con una inversión de $ 800 mil. Los técnicos del Ministerio de Educación aseguran que una opción es retomar estas obras con material prefabricado. 

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