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Sinfonía de colores

viernes, 30 agosto 2019 - 02:59
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Desde hace 6 años, un grupo de niños de escasos recursos de una comunidad rural de Quito son parte de una Orquesta que ya ha realizado dos conciertos. Muchos de ellos hoy sueñan con ser músicos profesionales. 
 
Cuando a Cristian Iza le dieron un fagot no sabía qué sonido producía ni cómo tocarlo. Tenía nueve años y nunca había escuchado de aquel instrumento. Al principio desconfiaba de llevarse bien con aquel tubo de manera con botones metálicos, pero ahora es su fiel compañero. Sueña en pronto poder interpretar, como solista, alguna de las clásicas obras que Vivaldi o Mozart compusieron para fagot. Para eso todavía le faltan algunos años de práctica.
 
Así empezó la historia de más de 70 niños de escasos recursos que, hace seis años, le dieron vida a la Orquesta de Colores de la Fundación FACES. Un día les dijeron que serían músicos; no se lo creyeron. A la siguiente semana les entregaron los instrumentos; tampoco lo creyeron al verlos. “¿Son violines de verdad? ¿En serio son para nosotros? ¿Podemos llevarnos los instrumentos a la casa? ¿Cómo se toca un fagot?”
 
Eran las inocentes preguntas de niños de bajos recursos de entre seis y doce años, que provenían de la organización Aldeas Infantiles S.O.S y de la comunidad de Guangopolo de Quito. Incluso ahora, cuando acaban de presentar su segundo concierto sinfónico, el pasado junio, interpretando a la mítica banda Queen, algunos de ellos no lo creen. El año anterior tocaron The Beatles.
 
“Lo más bonito es que nos reconozcan como artistas, algo que nos llena de emoción”, dice Brijit Lema, una niña de doce años y una de la violinistas de la orquesta. Entre risas y nostalgia recuerda cuando empezó a tocar el violín y salía los dedos de su mano izquierda cortados luego de los ensayos. Ella quiere ser violinista profesional pero también enfermera. Para eso tiene que estudiar mucho, tanto en la sinfónica como en el colegio.
 
La idea de formar una sinfónica con niños surgió en la mente de Edwin Astudillo, CEO de Seguros Chubb, como parte de sus programas de responsabilidad social, a través de su Fundación FACES. Pero no fue un proyecto por trámite burocrático o solo por ennoblecer la imagen de la empresa.
 
“Es lo más ambicioso que hemos hecho. Tenemos programas de arte: pintura, teatro, pero una sinfónica era algo inalcanzable. Y no se trataba de buscar niños que fueran músicos, sino de apoyar a los que necesitaban para empezar de cero, por eso fuimos a buscarlos en estos lugares donde no tiene muchas oportunidades”, dice el empresario.
 
La tarea no era fácil de materializar. Tras buscar alternativas conoció al maestro Patricio Aizaga, director de la Fundación Orquesta Sinfónica Juvenil del Ecuador (FOSJE). Quizá fue una coincidencia porque justo por ese entonces (2012-2013), el Estado había retirado el apoyo económico a la FOSJE y llegó este espaldarazo de la empresa privada para formar otra sinfónica infantil. En tres meses armaron un proyecto y convocaron a 74 niños de Aldeas SOS y Guangopolo. “Los instrumentos les estaban esperando. Fue como una navidad en abril porque ellos no se lo creían. Es la alegría de la música”, comenta Aizaga.
 
Así, la FOSJE que nació hace casi 25 años para dar la oportunidad a niños y jóvenes de los sectores y barrios populares de convertirse en músicos, se convirtió en el referente para la naciente Orquesta de Colores. De allí han salido los talentos que ahora representan en la Orquesta Sinfónica Nacional y en conjuntos al rededor del mundo.
 
Aizaga dice que trabajar con niños de bajos recursos es una experiencia única porque se abren caminos que estos chicos no habrían encontrado sin el apoyo de otras personas. “Además, la música genera una disciplina y crecimiento interior de los niños. Toda melodía que alcanzan en la música se refleja en una armonía espiritual”, reflexiona el maestro.
 
 
Desde cero a Queen sinfónico
Como los chicos empezaron desde cero, Aizaga comenta que casi todos los niños querían tocar la flauta o el violín apenas les enseñaron los instrumentos. “Eran los únicos que conocían, pero al ver una orquesta comprendieron que hay otros que les atraían más”. A los tres meses los niños empezaron a leer y tocar sus primeras notas musicales.
 
Y desde hace seis años, todos los viernes en la tarde y sábados en la mañana, estos chicos son recogidos en sus casas por los buses de la Fundación FACES, que los llevan hasta las instalaciones de la Fundación Orquesta Sinfónica Juvenil del Ecuador (FOSJE), donde reciben clases y ensayan con el maestro Aizaga y otros profesores.
 
Los últimos cuatro meses fueron de intenso esfuerzo para que las canciones de Queen suenen por lo alto. Ensayaron por separado y luego junto a los chicos de FOSJE, con quienes conforman una orquesta de unos 150 músicos. Luego se unieron los coros y se sumaron la banda de rock The Pickles, y reconocidos cantantes como Alexandra Cabanilla, John Peter, Mateo Terán y Guillermo Cepeda.
 
“Hubo días muy difíciles porque teníamos que hacer los deberes del colegio y también practicar en casa más tiempo para lograr aprender todas las canciones de Queen”, dice Nayelly Ushina, una de las violinistas de la Orquesta de Colores. Por suerte, todos los chicos tenían los mismos problemas y se apoyaban para sacar adelante el proyecto.
 
Fueron casi 200 artistas en escena que hicieron retumbar las columnas, cúpulas y altares de la iglesia La Compañía, en el Centro Histórico de Quito, con legendarias canciones como “I want to break free”, “We will rock you”, “Bohemian Rhapsody”, entre otras. Allí hicieron su primera actuación de Queen Sinfónico, a propósito de la presentación de la memoria de sostenibilidad de Seguros Chubb a mediados de junio. Luego trasladaron el show a la Casa de la Cultura y esperan llevarlo a otros escenarios en otras provincias del país.
 
“Nunca quisimos que fuese una orquesta solo de música clásica sino que se puedan experimentar otros sonidos como el rock”, dice Edwin Astudillo. Recuerda a los niños cuando hicieron su primera presentación al año de haber recibido los instrumentos. Fue en la Casa de la Música y solo tocaron notas, teniendo en cuenta que la formación de un músico lleva años. Luego tocaron con Juan Fernando Velasco. También tocaron en el Aeropuerto de Quito en la visita del Papa Francisco. Dieron el gran salto cuando el año anterior se unieron a la FOSJE para hacer el remake de The Beatles, y ahora el homenaje a Queen.
 
 
Nuevos retos
Este último concierto fue como la graduación de estos chicos. Todos quieren seguir en la orquesta. A Brijit Lema, violinista, le gustaría hacer un sinfónico de “Basca”, una de las bandas de rock más influyentes de Ecuador. Anderson Lastra, contrabajista, quisiera tocar música nacional porque cree que hace falta que los jóvenes se interesen por nuestros ritmos e historia.
 
Astudillo dice que no hay límites: “Nunca dijimos que este proyecto durará dos o cinco años; es indefinido. Hemos visto a los chicos crecer y queremos verlos cuando sean profesionales. Les vamos a seguir apoyando”.
 
Para el maestro Aizaga, lo que se ha logrado con la fusión de la Orquesta de Colores y la FOSJE es “Un producto de primer nivel que se podría presentar en cualquier parte del mundo”. Las dos orquestas también han tocado piezas de mayor complejidad como la Sinfonía Inconclusa de Schubert, entre otras.
 
Para las familias de los chicos es sueño hecho realidad, aunque nadie pensó que sus hijos llegarían tan lejos. Elizabeth Carvajal es abuela de Itzel Cervantes, uno de los violinistas de la Orquesta de Colores. Ella se convirtió en la coordinadora de madres de familia y se encarga de ir todos los viernes y sábados con los chicos desde Guangopolo hasta las FOSJE para acompañarlos en los ensayos y otros eventos.
 
La coordinación que hace Elizabeth y el acompañamiento a cargo de la Fundación FACES no solo no solo tiene que ver con la orquesta, sino también velan por sus avances en la escuela o colegio y en sus vidas personales. “Son chicos que provienen de condiciones humildes y, en algunos casos, hasta de hogares problemáticos, pero se han hecho como una familia y todos se apoyan”, dice Elizabeth.
 
El reto es lograr que ninguno abandone el grupo, aunque eso es inevitable. “Sobre todo con los chicos de Aldeas SOS hemos perdido unos diez niños porque se van de la ciudad con sus padres o por otros motivos”, lamenta Edwin Astudillo. Pero esos puestos son ocupados por otros niños que también están en situación de riesgo y quieren tener la oportunidad de convertirse en músicos.
 
El otro reto para estos niños es seguir aprendiendo y prepararse para su próximo gran concierto. El maestro Aizaga anuncia que en 2020 la FOSJE cumple 25 años de existencia y piensa en un gran evento. Para ello, también contará con la Orquesta de Colores. Aunque dice que será una sorpresa, revela que seguirán con la tendencia de bandas de rock como ya lo hicieron con The Beatles y Queen. 
 
 

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