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Luis Eduardo Aute, más pintor que músico

sábado, 4 abril 2020 - 12:17
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Aute aseguraba ser "más pintor que todo lo demás" y, como ejemplo moderno del artista renacentista, afirmaba respetar a quienes se dedican a una sola disciplina, pero consideraba el arte como un todo al que acercarse desde cualquier perspectiva.

Para Aute, la música y la pintura eran "dos manifestaciones complementarias, porque allí donde acaba la música comienza la pintura y allí donde acaba la imagen empieza la voz".

Él se dedicó a la música, a la poesía o al cine -aseguraba que se sentía "incapaz" de dedicar toda la vida a una manera de contar las cosas-, pero, sobre todo a la pintura, su primera pasión y una faceta que quedó oculta por su éxito como cantautor.

Tanto, que siempre se consideró artista plástico, su "verdadera vocación y profesión", y confesaba que su faceta como cantautor era "anecdótica y un apasionante hobby" que le robaba mucho tiempo.

Fue un pintor precoz que en 1960, cuando apenas tenía 17 años, realizó su primera exposición individual, en una época en la que su principal influencia era el expresionismo alemán.

Empezó pintando con mucho color, pero el servicio militar le arrancó "el color por completo", aunque más tarde lo recuperaría.

Pasó levemente por la abstracción, pero la abandonó porque necesitaba narrar a través de su arte, como hacía con su música o con su poesía.

Y reconocía influencias no solo del expresionismo alemán, también del fauvismo y del surrealismo, pero siempre dentro de un estilo figurativo lleno de referencias eróticas, uno de los elementos más presentes en su obra.

Una obra que se componía de pinturas, dibujos, esculturas y aguafuertes de diversas técnicas, estilos y géneros pero que compartían un mismo sentimiento espiritual y que en sus manos se transformaban en composiciones religiosas, eróticas e incluso, pornográficas.

El erotismo "está en toda la historia de la pintura" y junto a la sensualidad y "el punto donde arranca el misticismo" es un "conflicto" que le despertaba mucha curiosidad, afirmaba.

Porque el paisaje que más le interesaba como pintor era el ser humano, ese "gran universo desconocido", como señaló a la prensa con motivo de la inauguración en 2008 el Museo Nacional de Bellas Artes de La Habana de una muestra antológica titulada "Transfiguraciones".

También se lamentaba entonces de que cuando una exposición ya está hecha "no se puede cambiar nada" y solo en ese punto prefería ofrecer tres conciertos seguidos que preparar una muestra de sus pinturas.

Pese a ello realizó más de treinta exposición individuales y participó en otras tantas colectivas y su obra pictórica, de trazos gruesos y con el color recuperado, fue seleccionada para participar en ferias internacionales como la Bienal de París o la de Sao Paulo, además de recibir en 1974 el premio de pintura de la XXVIII Mostra Fondazione Michetti, en Italia.

Y su obra pictórica también saltó al cine con el proyecto "Un perro llamado dolor" (2001). Fue a partir de unos dibujos que nacieron en 1996 como parte de una exposición en memoria de Goya y pasaron luego a la gran pantalla con una animación rudimentaria, para luego transformarse en un libro.

Un claro ejemplo del artista total que era, aunque le faltó hacer teatro, como reconocía en una entrevista en 2016.

"Me provoca bastante y nunca me he metido ahí, solo poner música", aseguraba Aute, que sin embargo se veía "incapaz de hacer narrativa". "Lo admiro mucho, pero yo no sé contar una historia", reconocía.

Por eso en el mundo de las letras se centró en la poesía más allá de la que ya contenían sus canciones, aunque se mostraba modesto: "Yo intento rozar ese vuelo poético, otra cosa es que lo logre".

Y sobre la dispersión que le podía causar dedicarse a tantas facetas, insistía: "No soy ni pintor, ni cantante, ni director de cine, hago todas estas cosas porque me gusta".

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