<img src="https://certify.alexametrics.com/atrk.gif?account=fxUuj1aEsk00aa" style="display:none" height="1" width="1" alt="">

Lenin Artieda, el poeta de las noticias

jueves, 16 julio 2020 - 02:41
Facebook
Twitter
Whatsapp
Email

Lenin es una voz y un cigarrillo. El pelo engominado y unos lentes grandes enmarcan el rostro del periodista que el Ecuador se acostumbró a escuchar.
 
A Lenin le apasiona conectarse con los televidentes. Sea presentando Contacto Directo o a través de sus reportajes, el periodista de 43 años trabaja un estilo que lo hizo único.
 
Lenin escribe rápido, pero prepara mucho y no le gusta improvisar. Desde su niñez vivida en el barrio de las cinco esquinas, aprendió a observar el ser humano y nunca perdió su capacidad de asombro.
 
El estilo Artieda es empático y poético, nunca juzga, pero es justo, siempre cuenta la pequeña historia dentro de la grande, privilegiando los temas humanos, culturales y deportivos donde las pasiones son exacerbadas.
 
Cuando habla, todos se detienen a escuchar. Pone su voz en cada respiración, no le teme a los silencios, declama con pasión y en cada narración va aumentado la intensidad hasta llegar a un clímax de una sensibilidad contagiosa.
 
Cuando le pregunté a uno de sus compañeros de Ecuavisa, que opinaba de él, me contestó: “En el canal no se mete con nadie y se puede contar con él como profesional. En sus entrevistas sí ataca, siempre lo hace desde la inteligencia. Es correcto y no popular”.
 
 
El día que todo cambió
 
¿Lenin, a qué se hubiera dedicado si no fuera periodista? “A cualquier cosa hasta llegar a serlo”, contestó sin vacilar.
 
Hace 20 años le propusieron entrar a Ecuavisa con la condición de mudarse de Guayaquil a Quito. Recién casado, con un bebé y su esposa embarazada de su segundo hijo, aceptó con la intención de vivir la política desde la capital.
 
Introvertido y respetuoso, empezó a trabajar como reportero de la comunidad hasta que un drama cambió su destino.
 
“Me habían asignado la cobertura de la rotura de un oleoducto en Lago Agrio. En esa época era un viaje de siete horas desde Quito, las carreteras eran malas y la cobertura celular un desastre. A medio camino me entra una llamada de mi jefe diciéndome que me tenía que desviar, que tenía que ir hasta Tulcán porque había desaparecido por ese sector un avión que iba de Quito a Cali. Sabía que Gabriela Baer estaba también en camino y que seguramente iba a transmitir la noticia en desarrollo por ser más experimentada (…) Con mi equipo decidimos ir al pueblito de Cumbal en la frontera entre Ecuador y Colombia para escuchar a la gente y conseguir cualquier tipo de información. En la plaza central había una especie de kalimán vestido de blanco rodeado de periodistas ecuatorianos y colombianos. Decía que era vidente y que él sabía donde estaba el avión”, recuerda Lenin.
 
Y mientras los medios internacionales se llevaban al señor confiando que los iba a llevar al sitio del accidente, Lenin dudaba. Llamó a su jefe en busca de una luz y escucha del otro lado del teléfono el consejo que cambiará su vida “Sigue tu instinto”.
 
Se quedó y mientras se cuestionaba si había hecho lo correcto, conoció a dos lugareños que lo llevaron al lugar que todos buscaban y fue así como consiguió la primicia y las puertas de Ecuavisa se abrieron para él.
 
Confiando en su instinto Lenin llegó al lugar del desastre, lo filmó en exclusividad y de regreso a Quito le asignaron la fuente del palacio de gobierno. Ya se cumplía su deseo de ser periodista político y lo hizo durante diez años siguiendo los pasos de Gustavo Noboa, Lucio Gutiérrez, Alfredo Palacios y los primeros meses de Rafael Correa.
 
Los libros y la vida
 
Lenin fue un niño introvertido y de pocos amigos. Vivía en los libros y se esmeraba en descubrir e instruirse cada día más.
 
Del colegio panamericano pasó a la Universidad Católica pero un problema de salud lo alejó un tiempo de los estudios y al regresar recibió la propuesta de Ecuavisa. ¿El titulo o dedicarse al periodismo de terreno? Lenin prefirió vivir su profesión y esperar 20 años para graduarse de periodista. 
 
En la casa Artieda el periodismo es cosa seria, pero Lenin nunca obligó a sus hijos a seguir su camino.
 
“Yo siempre les dije lo mismo que me dijo mi papá cuando era adolescente, que no estudie periodismo, que mejor estudie algo que les de plata”, recuerda con una sonrisa.
 
Resultado: uno estudia periodismo en Casa Grande y el otro hizo lo mismo en Argentina antes de decidirse por una carrera de médico.
 
Una sombra que acompaña
Lenin es un artista del periodismo y el nexo con su padre es inevitable pero cuando se le pregunta quién es el héroe de su vida contesta: “Mi mamá, una profesora y mujer valiente que sacó adelante a dos hijos. Me enseñó a leer y tiene una fortaleza que me gustaría tener en mis momentos complicados”.
 
En cuanto a su papá lo reconoce como un referente, un guía. “Por muchos años su legado fue un peso muy grande, pero con el paso de los años ha ido transmutando y se ha convertido en una sombra que me acompaña”, anota el hijo de padres divorciados.
 
“Mi padre me acercó a los libros y a la música. Me grababa cassettes con música protesta y salsa con contenido social como Rubén Blades y Joe Arroyo”. 
 
Crónicas de pandemia
 
Durante la pandemia Lenin se hizo presente a través de algunos reportajes memorables, el primero fue “a la semana que Guayaquil estaba desbordada de sentimientos porque era el temor, la decepción, el hecho de saber que nadie estaba seguro”, menciona Lenin.
 
“Una línea del reportaje dice: "el juntos hasta el final es una promesa rota", porque nadie podía tener la certeza de decir a sus seres queridos "Vamos a estar juntos hasta el final". No creo que ese reportaje le gustó a la gente, más bien le dolió y aunque no haya sido mi intención conectamos en eso”.
 
Otro reportaje fue acerca del mercado de la Caraguay que se filmó a las 2 de la mañana “y eso es Time Square en tiempos normales. El ruido es ensordecedor, es vida pura. Hay tanta gente que vibra, es como estar en el estadio. Hicimos un reportaje desde la ira de la gente que se cae, pero se levanta y sigue”.
 
Un Lenin atípico
 
Lenin trabaja en televisión, pero se ve muy poco. “Cuando reviso mis entrevistas de Contacto Directo no las veo, las escucho. A mí me interesa más lo que se dice que lo que se ve.
 
Soy muy minucioso al momento de escoger las imágenes antes de sentarme a redactar porque los mejores reportajes son aquellos a los que les termina haciendo a las imágenes, una línea”, anota el periodista que deplora la falta de cultura de muchos periodistas.
 
“El problema no es tanto que muchos no lean ni el periódico, sino que no se lo exijan como profesionales”.
 
Después de 10 años en Quito y otra década más en Guayaquil Lenin es lúcido en cuanto a lo que representa y se siente cómodo con las preguntas incómodas. “La audiencia no está por ti, está por el entrevistado y tú lo tienes que cuestionar con las preguntas que ellos se hacen”.
 
¿Le gusta más las entrevistas o los reportajes? “Disfruto todo y si no fuera así me dedicaría a otra cosa”, contesta. “No me siento realizado cuando mi reportaje abre el noticiero o es el más importante del día, me siento bien cuando conecto con la gente.
 
Tuve una buena jornada cuando salgo de la cabina y siento que la nota es buena para compartirla”. ¿Y la voz, está consciente que es una de sus fortalezas? “Eso es por mi tabique desviado”, contesta riéndose. 
 
Antes de terminar la entrevista le hago una última pregunta. ¿Apasionado por los libros, la escritura y la poesía, dentro de sus pendientes no está publicar una obra? “Nunca publiqué y lo tengo en mente, pero será inevitable la comparación con mi papá y la barra está muy alta. Creo que me falta osadía…” 
 
Mientras tanto Lenin se despide de mí y prende un tabaco. Empieza a caminar dedicando una última mirada a la ría. Lenin es una voz y un cigarrillo… 

Más leídas
 
Lo más reciente