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La trágica muerte del cartero de “El chavo del 8″: fue el propio Chespirito quien lo encontró sin vida en el set de grabación

sábado, 1 agosto 2020 - 02:31
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“Es que quiero evitar la fatiga...”, con esa frase se hizo conocido el popular personaje de Jaimito el cartero, interpretado por  Raúl Chato Padilla,  cada vez que llegaba a la vecindad de El chavo del 8.
 
Nacido el 17 de junio de 1918 en Monterrey, México, ya  a los cuatro años Chato recibía clases de actuación. Fue una imposición de su padre , el reconocido empresario teatral don Juan Padilla,  quien le hizo conocer ese mundo, según publicó Infobae.
 
“Mis primeros años no fueron más que teatro, teatro y teatro. Hoy me doy cuenta de que la vida de todos ha sido normal; la mía no. Mi vida ha sido aburrida, no como la de otro chico. Tengo 64 y empecé a trabajar en el teatro el 3 de septiembre de 1923 (a los cinco años). Desde entonces no hice más que actuar”, dijo el actor en una entrevista.
 
Gracias al personaje creado por Roberto Gómez Bolaños (Chespirito), ese pueblito que se creía ficticio,  Tangamandapio cobró gran popularidad. No solo que aparece en los mapas, sino que su plaza principal guarda un recuerdo imborrable de Padilla: una estatua, inaugurada en 2012 con una gran plaqueta en su honor, le agradece que Tangamandapio adquiriera semejante fama.
 
Era el primero en llegar a las grabaciones y siempre buscaba enriquecer su personaje: la peluca blanca y el pañuelo rojo en el bolsillo, por ejemplo, fueron aportes suyos para Jaimito, detalló Infobae.
 
Con Gómez Bolaños entabló una gran amistad. “Se sabía la letra como nadie. Nunca repetíamos escenas por algún olvido de él. Tenía mucha facilidad para recordar fechas y datos importantes. Era muy respetuoso y disciplinado”, lo recordaría Chespirito años después de su partida.
 
El 3 de febrero de 1994 Raúl Padilla murió por una diabetes. Tenía 75 años. Sus restos fueron cremados en el Panteón Civil de Dolores, en la Ciudad de México, y entregados a su familia.
 
“Después de grabar lo estuve esperando en la escalera para demostrarle que yo también podía brincar desde el quinto escalón de la escalera. Pero no bajaba. Entonces subí para ver si le pasaba algo y lo que pasaba es que ya estaba muerto", reveló Gómez Bolaños.
 
Y agregó que "tenía los ojitos cerrados, como si nomás estuviera durmiendo. Hasta parecía que estaba soñando algo bonito, tenía cara de estar contento. Pero no puede ser, porque ni modo que le diera gusto morirse. O quién sabe, porque Jaimito siempre decía que quería evitar la fatiga… o sea que ya evitó la fatiga para siempre”.

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