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“El virus nos está enseñando a vivir”, expone el doctor Marco Albuja

miércoles, 22 abril 2020 - 08:29
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Soñaba con ser piloto, en su casa lo veían como ingeniero civil, como su padre, pero la vida le tenía preparada otra misión: la de servir a la comunidad como médico. Recuerda que cuando terminó sus estudios de postgrado en México, al retornar al Ecuador le fue muy difícil encontrar pacientes. “Cuando regresé de México ni una mosca entraba a mi consultorio”, exclama riéndose. “Una amiga me aconsejó que trabajara en la televisión porque notaba que tenía facilidad para transmitir mis conocimientos y llegar a la gente”.

Marco siguió el consejo y empezó a trabajar en un canal local de Quito, llamado Televisión Andina. “Ahí aprendí a hablar ante las cámaras”, dice. En 1998 inició el programa “Hacia un nuevo estilo de vida”, en TC, luego se pasó a Ecuavisa, donde acaba de celebrar 23 años de transmisión, convirtiéndose en el programa de salud más exitoso de la televisión ecuatoriana. Cuando el coronavirus llegó al país, el doctor Marco Albuja fue invitado a los informativos del canal Ecuavisa y sus palabras fueron las adecuadas para que los televidentes comprendan la magnitud de la crisis sanitaria. Está en los noticiarios, periódicos, radios y de noche tuvo que hacer una transmisión en vivo por Facebook para contestar las inquietudes de 2.000 personas a diario.

 

¿Recuerda vivir una situación remotamente similar a la actual?

Cuando estudiaba en México, el huracán Gilberto estaba por llegar a mi universidad, cerca de la ciudad de Monterrey. Sabíamos que venía con mucha fuerza y tuvimos que asistir a la gente de los pueblitos del Estado de Nuevo León. Fueron tres semanas de mucha angustia. Pero la situación de ahora es totalmente inédita.

En este momento hay miles de científicos buscando el antivirus. ¿Es esa nuestra única salvación para esta situación?

El mayor porcentaje de personas va a sobrevivir. Lo que se busca es una vacuna para aquellos grupos de personas vulnerables como los fumadores, diabéticos, hipertensos, obesos… Se subestima mucho al sistema inmune. Es fuerte, fue diseñado por Dios y es perfecto. El problema es que nuestros hábitos no ayudan al sistema inmune. Hay que aprender a tener actividades físicas, tomar suficiente cantidad de líquido, manejar paz espiritual, dormir y comer adecuadamente. Hoy espero que con esto que ha pasado la gente medite mucho en que el estilo de vida y los hábitos son mucho más importantes que un medicamento. Lo que en este momento se está investigando en algunas universidades es cuál virus vino. El coronavirus tiene papá, mamá, hermanos, primos, cuñados… pero queremos saber qué es. ¿El hermano malo, la abuela más ancianita? Y para eso los investigadores necesitan codificar o sacar la fórmula de sus genes porque se puede hacer un árbol genealógico y eso nos va a dar una idea muy importante, si la vacuna que hacen en Italia o en China nos va a ayudar acá también.

¿Cómo convivir con el virus?

El virus se va a quedar mucho tiempo. Hay dos opciones: la primera, que puede hacerse más virulento; y la segunda, que baje la letalidad. Los virus no son seres vivos, se adaptan y, si matan a las personas rápidamente, ellos no sobreviven mucho tiempo. Deben mutar. Son los seres más exitosos de los patógenos, nos enferman porque se reproducen en minutos, son infecciosos e inteligentes. Lo que ningún colegio, familia, gobierno nos pudo enseñarlo está haciendo alguien que no vemos, el virus. Nos está enseñando a vivir. Estamos peleando contra tres enemigos: la ignorancia; la desinformación, que crea dudas y baja el sistema inmune; y el tercero es el coronavirus. En resumen, tenemos que ser educados, hacer caso, tomar las cosas en serio. Solo para que sepa, el virus puede resistir 30 minutos a 56 grados y mucha gente sigue diciendo que con el calor estamos a salvo. Debemos tener dominio propio, respetar las normas y leyes, cuidarnos del ambiente tóxico en los pensamientos debido al exceso de información. La duda mata a las personas.

¿Cómo protegerse sin mascarillas ni guantes disponibles?

En primera instancia la mascarilla debería ser utilizada por la persona que tiene problemas de salud o contagiada por el coronavirus. Si no tienes mascarilla, en tiempo de guerra, ponte una bufanda o lo que sea para tapar nariz y boca. En cuanto a los guantes, yo soy de la idea de usarlos solamente cuando me obligan y sacártelos enseguida. ¿Por qué? Te dan una falsa sensación de seguridad y te olvidas de lavarte las manos a cada rato. Los guantes son como escobas que barren el piso y terminan siendo más sucios que la suela del zapato.

Tiene dos hijos adolescentes, ¿cómo maneja la situación actual con ellos?

Nicolás tiene 16 años y Lucas 11. Dios me dio buenos hijos. Ellos me han dado lecciones a mí. El mayor cuida a todos y el menor pone alegría al hogar. Los dos me ayudan en todos los Facebook Live que estamos haciendo. Llegamos a tener 2.000 preguntas que contestar en menos de una hora. Ellos están atentos y se educan conmigo.

Usted está muy expuesto al salir de casa a cada momento…

Soy el único que sale. Entro a la casa sin zapatos, el virus es muy difícil que subsista en la ropa, muere en una superficie seca. El jabón es su peor enemigo. Al llegar me quito la ropa, me ducho y me pongo nuevas prendas. Creo que ya no tengo manos por la cantidad de veces que me las lavo. En casa mi esposa y mis hijos ya son muy estrictos con la limpieza.

¿Por qué quedarse en casa es lo único que podamos hacer?

Quedarse en casa no es una medida que matará el virus, pero sí frenará la curva de contagios y evitará la saturación de los hospitales, que deben tener la capacidad suficiente para atender los casos positivos. El objetivo es que existan más recuperados, menos contagiados y muertos.

Se lo ha visto muy emocionado en estos últimos programas. ¿Qué le provoca eso?

Yo estudié medicina para estar en un hospital, no periodismo para estar en un set de televisión. Cuando estoy frente al televidente sé que estoy siendo un instrumento y que Dios ha puesto en el corazón de la gente que me tenga confianza. Cuando hablo en pantalla es como hablar con mi hijo y trato desesperadamente de que crea. En el primer programa pedí a la gente que oremos. Me dijeron que fue una locura, pero alguien me dijo algo muy bonito: “Si usted reconoce a Dios dentro del público, Dios le reconocerá a usted ante el padre de él”. Cómo no me voy a quebrar…

¿Logra imaginar un mundo mejor después de la pandemia?

No aprendimos de dos guerras mundiales, de la influenza, de la fiebre amarilla en Guayas… Ojalá que la gente no solo cambie por miedo porque el resultado no será más que superficial.

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