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El ecuatoriano que superó retos desde el Sahara a la Antártida

jueves, 18 febrero 2016 - 10:39
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Quito.- Un "silencio eterno", nieve, color blanco por los cuatro costados, frío y aire puro acompañaron al ecuatoriano Millán Ludeña en una carrera de 100 kilómetros en la Antártida, el polo opuesto al que hasta enero fue su gran logro: haber competido en la carrera "más difícil del mundo", a 40 grados de temperatura.
 
Sin ser aún capaz de asimilar por completo la experiencia de haber sido el primer latinoamericano en participar en la competición de la Antártida, en la que se midió el 21 de enero con otras siete personas, una mujer entre ellas, Ludeña dijo haberse traído de esos blancos lares un gran triunfo personal.
 
Y es que aunque no subió al podio, haber pasado la meta en cuarto lugar con la bandera de Ecuador en la mano, significó para él superar sus propios límites, un "galardón" que coloca junto a su participación, en 2014, en la que National Geographic considera "la carrera a pie más difícil del mundo", comentó Ludeña.
 
Ese año corrió por seis días los 254 kilómetros de la maratón de Sables, en el desierto del Sahara que, hasta enero último, fue un hito en el corto historial de competiciones internacionales de Millán, un atleta "amateur", que saca tiempo de entre el trabajo, los amigos y la familia para ejercitarse.
 
 
De las 16 horas con 18 minutos seguidos que le tomó cumplir diez veces un circuito de diez kilómetros -unas cuatro horas más que el vencedor- en la Antárdida, Ludeña recuerda lo que llama un "silencio eterno".
 
"Me sorprendió el silencio y me costó entender que estaba en el fin del mundo, en un lugar inhóspito", relató.
 
Contó que en la zona donde estuvo no se veía animales, "no ves nada. Lo único que escuchabas era la acción de los otros humanos en el campamento. Si te alejabas un poco, solo escuchabas viento".
 
Aunque a ese "silencio eterno" le agradeció haberse conectado mucho más consigo mismo, también lo combatió con música y con partes de audio-libros de autores latinoamericanos que almacenó en su iPad.
 

 
Durante la carrera, ese pequeño aparato también le susurró al oído mensajes que Ludena pidió le grabaran familiares y amigos para no sentirse solo y para motivarlo.
 
Dio resultado, pues todos le "llegaron al corazón", según dijo Ludeña, un ingeniero agrónomo de 35 años, que mide 1,61 metros.
 
En la Antártida tuvo la "sensación de sentirte minúsculo, insignificante completamente".
 
"Sabia que estaba en un continente que es del porte de Estados Unidos, en la base del planeta. Toda la memoria del planeta está resumida allí", indicó sin dejar de recordar que él daba la vuelta entera sobre su propio eje y solo veía "blanco" y que había un aire "completamente puro".
 
Dijo haber sentido que la Antártida "es como el último rincón del planeta que es puro" y tildó de "mágica" la experiencia de haber corrido con temperaturas entre 10 y 27 grados bajo cero, con vientos de 32 kilómetros por hora, en promedio, lo "suficientemente fuertes (como) para empujarte".
 
El tercer puesto que mantuvo en las dos primeras vueltas, lo perdió en la tercera. Tuvo un "malestar" en la rodilla, pero, en general, dijo haberse sentido "súper bien" durante toda la carrera, aunque "con mucho frío".
 
 
Cargó una mochila durante la primera vuelta y a sus 59 kilos de peso agregó tres por el equipo. Se alimentó de comida liofilizada, nada sólido hasta los 50 kilómetros cuando pidió a la cocina unas papas cocidas y también ingirió barras energéticas.
 
Para las necesidades básicas había un baño en el kilómetro cinco "porque todos esos residuos los almacenan en tanques y se los llevan al continente", explicó.
 
En su preparación de nueve meses incluyó correr en una cámara de frío en una fábrica de hielo, no solo por temas de aclimatación sino como preparación mental para abstraerse y "no entrar en desesperación en la Antártida" donde el paisaje no cambia y hay luz natural todo el tiempo.
 
Quizá por ello, hubo momentos en que sintió que estaba "en pausa" y debía superar la "desesperación de saber que (aparentemente) el tiempo no está pasando porque no hay hora; de saber que el día no está cambiando porque el sol siempre está allí y no oscurece; de saber que el paisaje no cambia y sientes que no avanzas".
 
Tuvo la sensación de que su reloj era "lo único" que avanzaba durante "la carrera más fría del mundo", como la llamó quien ahora tiene más elementos para ratificar que los retos "son actualizables" y que los ecuatorianos pueden asumirlos y superarlos, dijo. EFE

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