<img src="https://certify.alexametrics.com/atrk.gif?account=fxUuj1aEsk00aa" style="display:none" height="1" width="1" alt="">

El terremoto a través de los ojos de los más pequeños

jueves, 13 abril 2017 - 04:53
Facebook
Twitter
Whatsapp
Email

Con una catástrofe de las dimensiones del terremoto del 16 de abril de 2016, los riesgos siempre son grandes. Las familias golpeadas por la tragedia no solo perdieron sus casas y objetos de valor, sino que además quedaron expuestas a  peligros sociales. Las condiciones en los albergues, tanto oficiales como informales, favorecieron la propagación de enfermedades. Según cifras de Unicef, 3 meses después del terremoto, el número de casos de zika a nivel nacional aumentó de 92 a 1.106. El 80% de esos casos se concentraron en Manabí, en las zonas más destruidas.
 
Los niños fueron la población más perjudicada. Unos 250.000 menores se vieron afectados tras el sismo. Unicef recopiló los testimonios de niños y mujeres impactados por las más duras consecuencias de este desastre natural. Estas son sus historias.
 
 
Milagros Saraí
 
Milagros nació en Pedernales la madrugada de aquel 16 de abril. Pese a todo lo que ocurrió ese día, hoy está sana.
 
Su madre,  Yajaira Altafulla, quien se albergó en un espacio de ayuda, cuenta que el terremoto vino horas después del nacimiento de Milagros. Al amanecer, Yajaira fue enviada a su casa a reposar junto a la recién nacida. Pero llegaron las 18:58.
 
"Yo dije 'Ay, Dios, ayúdame, qué voy a hacer con hija', era una desesperación terrible, se caían las paredes de mi casa. Mi mamá salió a buscar a la otra niña y por suerte la tenía mi papá en el brazo, si no, se le caía toda la pared. En lo que se fue a buscar a Micaela, se le cayó toda la pared encima y le dañó el pie, mi mamá quedó como inconsciente y se quedó debajo de la mesa", relata.
 
"Todas las paredes caían, se fue la luz, fue algo terrible, yo no encontraba mis zapatillas, toda mi familia estaba afuera, gritaban, lloraban, me daba temor porque no sabía si iba a seguir más fuerte. Decían que el mar se fue, va a haber una ola, corrían y yo no podía correr. Y algo me decía que me levante porque ya se iba a caer la pared. Cogí a mi hija, entró mi hermana llorando, toda mi familia entró para ver si me había pasado algo. Les dije que estaba bien, que la niña estaba bien", comenta.
 
Al día siguiente, habiendo pasado lo peor, la gente le preguntaba a la madre qué nombre le pondría a la bebé. "Ponle María del Terremoto”, le decían. Pero optó por llamarla Milagros.
 
(Adaptada de Unicef.org)
 
 
César Loor
 
Después del terremoto, muchos niños y adolescentes cambiaron su ritmo de vida y se enfrentaron a dificultades sociales y económicas. Uno de ellos es César Loor, de 16 años, quien tuvo que empezar a trabajar para ayudar a su familia.
 
Durante cinco meses acudió día a día a una construcción ubicada en Fanca, donde trabajaba 8 horas diarias. Por esto, se vio obligado a dejar sus estudios y dejó de ir a la escuela.
 
Tras una visita del ministerio de educación en septiembre pasado, César pudo retomar sus estudios en el colegio Fanny de Baird, en Bahía de Caráquez.
 
(Adaptado de Unicef.org)
 
 
Mayerli Bone
 
Mayerli Bone Valencia quedó “turbada” tras el terremoto. El sismo ocurrió cuando estaba junto a su familia en la iglesia, orando. “Primero se sintió suave, entonces yo pensé que iba a pasar, pero luego me levanté y todo se movió y se vino para abajo. Entonces me quedé paralizada, me asusté”, contó. En ese momento, salió a la carretera, junto a sus hermanas, y vio cómo los postes de luz se movían e iban cayendo.
 
Mayerli fue una de las niñas que recibió ayuda —junto a sus padres y hermanos— y fue trasladada a un albergue temporal en la terminal de Pedernales, junto a otras 200 familias.
 
Como muchos niños, la esperanza permaneció en ella tras el desastre. “Con el paso de los días esto va a pasar y Pedernales será mejor de lo que fue”.
 
(Adaptado de Unicef.org)
 

Más leídas
 
Lo más reciente