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El regreso de los Isaías

jueves, 28 febrero 2019 - 02:54
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Dos décadas han pasado desde la tarde del dos de diciembre de 1998 cuando Roberto Isaías Dassum anunció que dejaba la presidencia ejecutiva de Filanbanco, que renunciaba a sus acciones y que, por si acaso llegare a faltar dinero, dejaba un fideicomiso por 65 millones de dólares en garantía. 
 
Ese mismo día se había publicado en el Registro Oficial una ley que creaba la Agencia de Garantía de Depósitos, que a partir de allí fue más conocida por sus siglas AGD. Según la nueva norma legal, era la AGD la que debía hacerse cargo del manejo de cualquier banco que por problemas de liquidez sea declarado “en restructuración” o “en liquidación”. La primera opción implicaba mantenerlo abierto como si nada hubiera pasado. Y ese fue el camino escogido para Filanbanco.
 
Pero en ese momento, la AGD eran solo tres letras. Esa entidad inexistente empezó al día siguiente a manejar un banco con 850 mil clientes cuyos depósitos representaban el 14 por ciento de todo el dinero en manos del sistema financiero de la época. 
 
 
Aunque por fuera se veía sano, un tumor maligno que llevaba al menos un año creciendo, lo condenaba a muerte. Tres meses antes y en secreto había empezado la terapia. Hasta ese día, y para mantenerlo con vida, el Banco Central del Ecuador le había prestado 423 millones de dólares.
 
Por mal uso de estos dineros, en 2000, el a esa fecha superintendente de Bancos, Juan Falconí inició un juicio acusando de peculado bancario a los dos máximos directivos del Filanbanco: los hermanos Roberto Abdón y William Esteban Isaías Dassum.
 
La orden de prisión preventiva no demoró en ser emitida, pero los acusados ya estaban en los Estados Unidos. Tras un largo y tortuoso juicio, en el Ecuador se los sentenció a ocho años de prisión por “peculado bancario”.
 
En el camino, varios intentos de extradición fracasaron. La década de tensas relaciones con la potencia del Norte, pasó factura. Finalmente, el 13 de febrero último fueron detenidos en Miami por las autoridades de migración. El destino fue una cárcel donde los indocumentados esperan por deportación. La suerte estaba echada para los otrora poderosos empresarios de origen libanés.
 
Lea este reportaje completo en la edición impresa de Revista Vistazo

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