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Viaje al fondo de la culpa

domingo, 20 septiembre 2015 - 05:01
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Un gran melodrama. En realidad, un pequeño gran melodrama. Lo cual es curioso, más bien cabal y pertinente, pues su título es “Una suerte pequeña”, y las fuerzas que constituyen todo melodrama son el azar y la tragedia cotidiana, diríamos minada, donde ya no hay titanes en disputa por el manjar de los dioses, sino gente mediana de carne y hueso, emocionalmente mutilada, tratando de ser feliz, sea como sea, en contra de los dictados súper estructurales que nos gobiernan.

Perdonen el lugar común, pero Claudia Piñeiro ha escrito un libro de verdad imposible de soltarse, tal es su abrumadora sencillez e inteligencia. Una mujer regresa veinte años después, travestida en otra que sin embargo no logra esconder las huellas de quien fue, a la escena del crimen en que se volvió su enclaustrado hogar, y cuando decimos crimen decimos de nuevo azar, coincidencia, fatalidad, pero también infierno de los demás: sociedad.

Una suerte pequeña, de Claudia Piñeiro.
Alfaguara, Bogotá 2015. 233 páginas.

Como el gran thriller que también es (en la contratapa de Alfaguara se incluye como reclamo publicitario la cita de un crítico italiano: “Hitchcock es una mujer que vive en Buenos Aires”; y la propia autora ha definido la tarea de escribir como la de un espía siempre dispuesto a “levantar la alfombra”), se supone prohibido el más mínimo spoiler, contar alguna clave de su espléndido andamiaje.

Pero como por una deformación brechtiana a veces empiezo las novelas por su último capítulo, puedo asegurar que aun conociendo o incluso intuyendo el motivo central del desgarramiento de su protagonista, las revelaciones de su intriga seguirán siendo asombrosas, menos por su magistral técnica que por su hondura ética, por el dilema y el calado emocional de lo que desatan, y por el heroísmo también pequeño, mundano, patético, a escala humana, con que sus personajes asumen, o tratan de asumir, sus respectivos abismos.


"Las brujas de los jueves", una de las tres obras de Piñeiro llevadas al cine,
transcurre en una típicamente siniestra ciudadela cerrada.

El texto desborda belleza en la misma medida en que destila madurez y crueldad, esa precisión y exactitud a la hora de dar cuenta de la ambigüedad de la experiencia vital, a través de un torrente de palabras e imágenes maceradas en la amplitud de una culpa desmontada a profundidad, más allá de la cárcel de la moral establecida. Entonces se abre, sin concesiones, la posibilidad de redención precisamente no institucional, prefabricada, sino singular, igualmente minúscula, “una suerte pequeña”, deseable y trascendente.

Un murciélago atrapado, condenado a no poder desplegar sus alas, o la histeria de una progenitora convertida en uno de los pocos remansos de una hija que solo en esos momentos sentirá el contacto físico de su madre, son dos ejemplos de una literatura infrecuente donde, además del infierno del qué dirán, destacan la complejidad del tratamiento de los más agudos problemas de la feminidad, aun cuando más que en una novela feminista todo ello devenga en una novela extraordinaria, a secas.


Imagen de Betibú. Piñeiro desechó estudiar sociología en plena dictadura y se graduó de
contadora. Tras diez años renunció a ello, para dedicarse a escribir.
Hoy es una de las más traducidas autoras de América Latina.

 

Piñeiro, cuya producción suele ser llevada al cine, fue una de las invitadas especiales a la pasada Feria del Libro de Guayaquil.

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