<img src="https://certify.alexametrics.com/atrk.gif?account=fxUuj1aEsk00aa" style="display:none" height="1" width="1" alt="">

Umberto Eco y la realidad como crimen

viernes, 11 septiembre 2015 - 12:30
Facebook
Twitter
Whatsapp
Email

Para Umberto Eco (Alessandria, 1932), el gran filólogo y teorético italiano que a los 50 años desembarcó en la ficción con “El nombre de la rosa”, infrecuente mezcla de erudición, divertimento y éxito comercial, la mejor manera de dar cuenta de la complejidad del mundo es la novela negra: la realidad como conflagración de un crimen.

Vuelta de tuerca sobre la deriva de los medios y su macabra articulación con la corrupción política y económica, precisamente por su papel vital en la construcción de sociedades democráticas, Eco vuelve en su reciente “Número cero” a interpelar al poder de la palabra, algo particularmente conflictivo en una era donde la tecnología multiplica su devaluación.


A sus 82 años, Eco cree que el futuro de la prensa está en ver a Internet
no solo como emplazamiento, sino como campo de debate de sí mismo.

Con un lenguaje directo y lleno de humor ácido, Eco delinea una fábula realista: un emergente magnate italiano, entre cuyos diversos negocios se encuentra un holding mediático de publicaciones basura, intentará acceder a través del chantaje, la manipulación y la extorsión, derivas clásicas de la empresa, la clase política y la religión, a las más altas esferas de su país, creando un sui géneris periódico de investigación cuyo objetivo no será nunca salir a la calle (de ahí la referencia permanente al “Número cero”), sino llegar directa y convenientemente a los despachos de las potenciales víctimas de su inmundicia. Las denuncias de su diario no solo no buscarán ser ciertas, pues mientras más infamantes y disparatadas sean, más bochornosas y verosímiles resultarán; sino que se forjarán desde un “nuevo periodismo revolucionario”, uno capaz de adelantarse a los hechos.

Si no fuera tan abiertamente mafiosa, las más prestigiosas y voraces universidades, escuelas y secretarías de comunicación gubernamentales suscribirían en público, y no solo en privado, el hallazgo del Commendatore Vimercate: en la época de Internet y el imperio de las imágenes, los diarios se dedican a contarnos lo que ya sabemos y ya vimos en el noticiero de anoche. Lo que deben hacer, entonces, para tener futuro, es adelantarse a los hechos y contar lo que aún no pasa, un periódico futurista de excelso y legítimo nombre, Domani, en español: Mañana.


Mussolini y Berlusconi, dos referentes del dueño del ficticio diario Domani, creado
expresamente para echar lodo contra las élites a cambio de poder entrar a su
círculo de poder, inventando noticias que, aun no habiendo ocurrido, resultan
perfectamente verosímiles mientras más escabrosas sean.

La redacción contratada, destinada a perder sus empleos en un año, no tendrá idea del macabro plan, a excepción del adjunto del editor, Colonna, un escritor fracasado lleno de talento. Sus observaciones cínicas y sabias, acerca de los más variados temas, valen por sí solas la compra del libro: “Los perdedores y los autodidactas tienen siempre conocimientos más vastos que los ganadores. Si quieres ganar tienes que saber una sola cosa y no perder tiempo en sabértelas todas; el placer de la erudición está reservado a los perdedores. Cuanto más sabe uno, es que peor le han ido las cosas”.

Pero hasta para mentir bien hay que esforzarse, y en las fauces del Domani la cuerda se rompe por el usual lado más débil: los reporteros, que lanzados a realizar sus encargos cruzan una línea no prevista, en su búsqueda en los lodazales de la CIA, El Vaticano y el fascismo italiano (es particularmente divertida y tenebrosa la subtrama sobre la autopsia y supervivencia de Mussolini).

Eco ha aceptado que quien quiera ver en su Commendatore a Silvio Berlusconi puede hacerlo, siempre y cuando no olvide que en Italia hay muchos otros Berlusconi, seguramente menos guiñolescos, pero no por ello menos peligrosos y siniestros.

Más leídas
 
Lo más reciente