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Spotlight, o por qué hacemos lo que hacemos

jueves, 25 febrero 2016 - 04:47
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Las primeras luces que aparecen en la cinta de Tom McCarthy son las de una sala de redacción en horas bajas. Esta humanización de los reporteros de un periódico define muy bien la verdad detrás de Spotlight, el nombre de la sección de investigación del diario The Boston Globe: los periodistas son trabajadores, sus herramientas son los hechos y aunque tienen ímpetu, trayectoria y convicciones, pueden caer en una zona de confort que echa tierra sobre un crimen de proporciones insondables: abusos sexuales a niños perpetrados y ocultados no solo por sacerdotes, sino por autoridades judiciales, abogados, periodistas y educadores. 
 
Marty Baron (Liv Schreiber) llega a sacarlos de allí -al espectador también- con reflexiones lúcidas e inquietudes mordaces. Solo con rescatar una columna de espacio modesto despierta el interés de un equipo de investigación que no escatima en tiempo y métodos para digerir testimonios, leer documentos y lidiar con los avatares de la burocracia. Entonces el grupo empieza a sentirse como la piedra en el zapato de los poderosos, el del cardenal que presiona a Baron sin éxito, el del abogado que patrocina arreglos extrajudiciales, el de un sistema que reubica a los pederastas y los protege del escarnio social y jurídico. Cuando notan qué es lo que tienen entre manos, se sobreponen a la culpa por haberlo omitido y responden a la arenga de ‘Robby' Robinson (Michael Keaton): siguen escarbando.
 
El reparto es solvente y ha sido premiado por el Sindicato de Actores y la Crítica Cinematográfica. Mark Ruffalo condensa el entusiasmo del joven reportero Mike Rezendes y Rachel McAdams transmite la gran sensibilidad de Sascha Pfeiffer. Stanley Tucci encarna al abogado de las víctimas Mitchell Garabedian, y se apropia de sus expresiones escépticas sobre lo que los medios pueden hacer por sus defendidos.  
 
 
De fotografía más bien clásica, la principal fortaleza de esta película reside en que su historia es real. Reivindica el impecable trabajo del Boston Globe que se alzó con el Premio Pulitzer al Servicio Público en 2003 y que desveló uno de los crímenes encubiertos durante décadas por parte de las altas esferas de organizaciones religiosas, legales y gubernamentales de Boston. Los atentados del 11 de septiembre opacaron el impacto de su esfuerzo, y eso está registrado en la cinta de 20 millones de dólares.
 
Spotlight tiene el ritmo vertiginoso de un thriller. Y aunque no es una película únicamente para periodistas, en una era de saturación de información sin contexto, de cuestionamientos hacia el papel del periodismo, remueve conciencias y reivindica su valor. “A veces es fácil olvidar que pasamos mucho tiempo en la oscuridad y cuando una luz se enciende de repente hay una tajada de culpabilidad (…). Para mí, este tipo de historia es por la que hacemos lo que hacemos”. 
 
Tras la publicación, los teléfonos no paran de sonar con nuevos testimonios de víctimas, porque así es como una historia real vence a las relaciones públicas y a la propaganda. Lo que se oculta en las sombras por confort o conveniencia, cuando es rescatado por periodistas con pasión y sensibilidad como los de Spotlight, contagia valor. Y enciende la luz. 
 

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