<img src="https://certify.alexametrics.com/atrk.gif?account=fxUuj1aEsk00aa" style="display:none" height="1" width="1" alt="">

Otavalo, entre historias y artesanías

viernes, 18 diciembre 2015 - 04:13
Facebook
Twitter
Whatsapp
Email

Fotos: Segundo Espín

En Otavalo hay varias iniciativas que rescatan los conocimientos ancestrales. Algunas de ellas están relacionadas con la habilidad que tienen sus habitantes con los textiles y los instrumentos musicales.

En unos cinco minutos, José Luis Pichamba, de 58 años, da vida a unos pequeños carrizos y los convierte en un instrumento musical andino: el rondador. Su historia empezó cuando tenía 10 años, cuando hizo una gaita para su escuela.

La pasión por la música la heredó de su abuelo, pero siempre tuvo la oposición de su papá. Por eso, Pichamba aprendió a hacer los instrumentos de forma empírica y a escondidas. Dentro de los maizales los construía. “No me gustó trabajar en los telares”, cuenta Pichamba, quien formó el grupo de música folclórica Ñanda Mañachi, que significa Préstame el camino, una frase de cortesía que se usa en Otavalo, en Imbabura, cuando se anda por la calle.

Luego de recorrer por el mundo con sus canciones, desde 2013 se enfocó a crear instrumentos musicales a tiempo completo en su taller al que le llamó también Ñanda Mañachi, que se encuentra en Peguche, al norte de Otavalo.

En ese lugar, que abrió sus puertas en 1984, exhibe varios instrumentos andinos de viento como las pallas, los charangos, la quena, la zampoña, entre otros. Entre ellos se destaca la gaita, que se toca en los matrimonios indígenas; el rondador, que antiguamente se los hacía con las plumas del cóndor; y la ocarina, un silbato de cerámica de origen precolombino.

En su casa se respiran sonidos. Sus siete hijos son músicos. Y dos de sus yernos aprendieron este arte bajo su tutela. Ahora, alista un libro y un video con su historia musical.

HEBRA POR HEBRA

Metros más allá, Rafael Cotacachi usa un telar de cintura en el que confecciona bufandas, fajas y ponchos con lana de oveja y de otros camélidos de los Andes como la alpaca. Él utiliza esa herramienta que los españoles trajeron a Otavalo durante la Conquista. El secreto para un buen poncho es que la lana provenga del lomo y del pecho de la oveja.

Sus textiles se exhiben en su casa, en donde uno de sus hijos decidió invertir para crear la Casa Taller Mindala, palabra kichwa con la que se conocen a los comerciantes. En este rincón se muestran algunas piezas arqueológicas y vasijas características de la zona como el pondo, en el que se colocaba la chicha de jora o de maíz.

Además se explica el uso de una piedra de moler en la que se alista el grano de maíz para una sopa conocida como chuchuca. César Cotacachi, hijo de Rafael y consultor en turismo comunitario, cuenta que la prueba principal a la futura nuera es la preparación de la chuchuca. Si pasa el filtro de sus suegros, ella tiene la aprobación para el matrimonio. Si no sabe, ella regresa a la casa de sus padres hasta que aprenda. El ingrediente principal de esta sopa es el choclo que se cocina a medias y luego es secado al Sol. En Mindala se muestran varios instrumentos musicales y artesanías que se realizan en el sector. También hay espacio para la gastronomía local y la danza indígena.

DE FERIA

Varias de estas artesanías se las encuentra también en la Plaza de los Ponchos o Mercado Centenario. Los tejidos en telares son lo más representativos del lugar. También se venden artículos de barro, madera, cuero y bisutería. Este es el principal atractivo de Otavalo, ciudad que recibe un promedio de medio millón de turistas cada año.

Cada sábado, unos 3.500 vendedores ofrecen sus productos de siete de la mañana a seis de la tarde. Mientras que el resto de días hay un promedio de 800. Una de ellas es Blanca Velásquez, quien comercializa blusas bordadas a mano. La elaboración de uno de esos textiles puede tomar una semana. Los diseños de los tapices son los más complejos y el trabajo se desarrolla en varios días.

Este oficio llegó con los españoles en 1582, cuando se establecieron obrajes de paños y frazadas. En ese entonces, la producción se vendía en la Real Audiencia de Quito y el resto a Popayán, Lima y Potosí. Ricardo Andrade, director de Turismo de Otavalo, señala que se encuentran en estudios el mejoramiento arquitectónico de la Plaza de los Ponchos y otros mercados de la ciudad. El proyecto contempla un nuevo centro comercial en el que unos 235 artesanos exhibirán sus habilidades y venderán sus productos a los turistas. En ese sitio, por ejemplo tendrán espacio los productores de sombreros de paño de la comunidad de San Juan de Ilumán, ubicada al norte de Otavalo.

Más leídas
 
Lo más reciente