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Los abuelos cuentan

martes, 2 agosto 2016 - 12:43
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Fotos: Mayfe Ortega

En ocho comunidades indígenas se recopilaron historias tradicionales como la del "wiry wiry" o la "mamá ratona". Con esos relatos se elaboró material didáctico para difundirlo en las escuelas bilingües.

Había una vez el wiry wiry. Era un espíritu que devoró a un hombre que caminaba por la selva con el fin de convertirse en ser humano. En una ocasión el wiry wiry fue derrotado por la comunidad en una hoguera y éste decidió vengarse con la aparición de los mosquitos e insectos chupa sangre. Esta historia fue narrada por María Grega, quien vive en la comunidad kichwa de Shiripuno, al este de la provincia del Napo.

Esta es una de las historias recopiladas por Marleen Haboud, quien dirige el proyecto lingüístico “Oralidad Modernidad” de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador. Luego su hija Mayfe Ortega tomó la posta al compilar unos 30 cuentos y de ellos ocho narraciones fueron editadas para que formen parte de la iniciativa “Así dicen mis abuelos”.


Aprendizaje. Los niños de la comunidad de Tingo
Pucará, en Cotopaxi, interpretaron un cuento con
material que ellos elaboraron.

“Mi madre al hacer el trabajo de campo recopilaba muchas historias y relatos propios de cada lugar. Decidimos pasarlos a formato de cuento con ilustraciones para poder devolverlos a la comunidad para que les fueran útiles. Además ella no se daba abasto y al hacer esto no avanzaba con el análisis lingüístico”, señala Mayfe, quien inició con la ayuda de pasantes y luego dio impulso a su propuesta con los fondos concursables del Ministerio de Cultura.

SELECCIÓN

De un listado amplio, ocho comunidades de la Amazonia, Sierra y Costa fueron seleccionadas para que narraran sus historias. Entre ellas se encuentra la comunidad de Namakim, en la provincia de Morona Santiago. Allí se destacó la leyenda de la mamá ratona, un personaje que enseñó a una mujer shuar a dar a luz.

En el listado se encuentra Toñampari (Pastaza), El Poste (Santo Domingo), San Mateo y Santa Rosa (Esmeraldas), Tingo Pucará (Cotopaxi) y Cochasquí (Pichincha). La comunidad más lejana era la población waorani de Toñampari, ubicada en la parroquia Curaray, en la provincia de Pastaza. A este lugar solo se llega en avioneta.


Ocho cuentos recopilados en varias comunidades fueron
editados y traducidos al español y al inglés. Además fueron
ilustradas las narraciones, entre ellas se resalta el de la "mamá
ratona", contada en una comunidad shuar de Morona Santiago.

Luego de la investigación, la próxima fase se enfocó en la creación y edición del material. Y el siguiente fue un nuevo viaje a las comunidades para entregarles los materiales didácticos a los niños compuestos por libros de cuentos y de actividades interactivas. De esa forma, los infantes lograron mantener una relación de cercanía con los abuelos de sus pueblos.

También conocieron otras historias a través de un festival que llegó a las comunidades con un montaje que ocupa el espacio de una sala y representa el contenido de los libros. En esta actividad, los representantes de todas las comunidades reco rrían el país con el fin de aprender la cultura de las otras poblaciones.

El esfuerzo valió la pena. En 2012, el libro “Así dicen mis abuelos” recibió un reconocimiento a mejor publicación en el Premio ALAS-BID, que reconoce a los mejores emprendimientos a favor del desarrollo infantil temprano.

ARDUA TAREA

“Lo complejo fue pasar del idioma original al español, porque siempre en la interpretación se pierde un poco la riqueza del lenguaje. Por eso hicimos varios juegos con los niños y en presencia de los abuelos para quedarnos seguros de que esa esencia permanecía más allá del idioma”, afirma Ortega, quien es licenciada de Cine, Video y Artes Digitales.

 

Una de las estrategias que aplicó para la traducción fue usar las versiones estandarizadas de las lenguas como el kichwa y el tsa’fiki (idioma de los tsáchilas). Luego, esos textos fueron revisados por expertos en idiomas indígenas y por los integrantes de la comunidad.

Con este trabajo, Mayfe Ortega comprobó que el español es el idioma predominante. “La barrera es que muchas veces los jóvenes son hablantes pasivos de su lengua, es decir entienden, responden una que otra palabra, pero su idioma dominante es el español, a diferencia de los abuelos y adultos en donde el caso es al revés”.

Sin embargo, para Ortega hay mucha tarea pendiente. “Es importantísimo que los jóvenes y los niños puedan apropiarse de estos conocimientos para que perduren”, concluye.

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