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La la Land: los anhelos que nos separan

viernes, 24 febrero 2017 - 02:41
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(Cuidado: spoilers)
 
Here's to the ones who dream
Foolish, as they may seem
Here's to the hearts that break
Here's to the mess we make...
 
Todo confabula para este gran engaño: las canciones, los pasos de tap, los homenajes cinematográficos y las coreografías. Detrás del brillo, la miel y la música, La la Land es una película devastadora, un retrato doloroso del lado B de los caminos que nuestros sueños bifurcan, las renuncias voluntarias que implican y de todo aquello que se queda en el camino. 
 
La la Land está nominada a catorce categorías para los próximos premios Óscar, entre las que se encuentran mejor película y mejor director. Tiene once nominaciones para los Premios de la Academia Británica de las Artes Cinematográficas (BAFTA) y se llevó todos los siete premios para la que estuvo nominada en la última entrega de los Golden Globe. El artífice de estos triunfos es Damien Chazelle y su motor es la música. 
 
Esta película cuenta la historia de Mia (Emma Stone) y Sebastian (Ryan Gosling). Ella, camarera y aspirante a actriz que no se cansa de intentar, audición tras audición; él, en cambio, debe empeñar su verdadera pasión tocando algo que no lo emociona para lograr sobrevivir. Los sueños de Mia y Sebastian serán su gasolina y su incendio.
 
En las historias de Chazelle, el jazz es el lenguaje para hablarnos de lo agotador de ir tras nuestros anhelos. Es su eterno retorno. Así lo vimos en Whiplash (2014), donde conocimos la historia de Andrew, un baterista autoexigente hasta el dolor y la sangre, y su tiránica relación con la música. Aquí en cambio vemos a Sebastian, quien se conforma con ser pianista de bar, pero que en realidad es un artista nostálgico, que carga la romántica ilusión de rescatar al género y mantenerlo vivo en su propio club.  
 

 
La música se cuela por toda la filmografía de este director estadounidense de 32 años. Debutó con "Guy and Madeline on a Park Bench" (2009) pero fue "Whiplash" la que ubicó debajo del spotlight y le dio su primera candidatura al Óscar. Guionista de "Grand Piano" (2013) y "10 Cloverfield Lane" (2016), Chazelle está nominado este año en las categorías de guión original y dirección por "La La Land", un proyecto que le costó sangre y sudor, según la agencia de noticias EFE. 
 
Más allá de los tributos al jazz de Chazelle, que parten de su historia personal como estudiante de música y que han sido el leitmotiv de sus últimas películas, La la Land nos habla sobre el precio que estamos dispuestos a pagar por el más grande y profundo deseo de nuestro corazón. Quizá eso inmenso que anhelamos requiere un sacrificio, como soltarle la mano a otros sueños que hemos ido acumulando en el camino. Lo que amamos nos construye y a veces también nos rompe el corazón.
 
La la Land es un musical que no exagera ni abruma. La trama y la música bailan juntas. La fotografía, sus efectos especiales y estructura están revestidos de metáfora: el amor, ciertamente, es volar y no todos vamos a permanecer para siempre. Mia y Sebastian son los escalones en la historia del otro, son tramos, herramientas, ciclos.
 
La película se arriesga a ser una historia de amor con unos últimos minutos agridulces y lacrimógenos en forma de un extenso y devastador “no-flashback”. En este montaje visual lleno de color, vemos todo lo que no pudo ser, el precio que decidieron pagar. Al final, solo queda una última mirada, una sonrisa triste. No lo habrían conseguido sin el otro, pero la vida no ocurre como en las películas. Sebastian vuelve su cara al piano: la vida sigue, el musical termina. 
 
 

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