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“La función del arte es hacer preguntas”

viernes, 2 agosto 2019 - 08:19
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El portovejense Javier Andrade (“Mejor no hablar de ciertas cosas”,  “La casa del ritmo”, “52 segundos”),  acaba de tener su primera experiencia  dirigiendo teatro con “Oleanna”, en el  Estudio Paulsen de Guayaquil. Desde su  estreno en 1992, esta obra del dramaturgo norteamericano David Mamet –también guionista y director de cine–, estuvo  rodeada de polémica por la forma en la  que trata el (¿supuesto?) acoso sexual de  un profesor universitario a su alumna.
 
En su momento, muchos tacharon de  machista a Mamet por la ambigüedad  de las situaciones de “Oleanna”. Considerada hoy un clásico moderno, resulta terriblemente actual en tiempos del  #MeToo. Charlamos con Andrade sobre  esta interesante obra, y acerca de sus  próximos proyectos.
 
El tema del machismo, del poder de un profesor sobre su alumna, y la respuesta de una víctima aparentemente débil que finalmente se defiende con todo, se trata en "Oleanna" de una forma compleja. ¿Qué le atrajo de esta obra?
Me gusta que presenta un tema que  para mí es absolutamente pertinente y  necesario, pero no desde un punto de vista fácil ni maniqueo. Hay gente que siente mucha ira al verla, que se apasiona mucho, que toma posturas radicales, pero la  mayoría cambia esas posturas, porque es  una obra que tiene un efecto problemáti co más que darte un mensaje. Pienso que  la función del arte no es dar respuestas,  sino hacer preguntas.
 
Existe cierta noción de que una obra, una película, una  novela, deben dejar claro cómo debes  sentirte, y me parece una noción mediocre, triste. Creo lo contrario, y “Oleanna”  es perfecta en ese sentido: eres tú el que  tiene que resolver la obra una vez que se  ha acabado, puedes demorarte días, y lo  que viste no exactamente  tiene una respuesta. Y eso  a mí me encanta. Significa  que el teatro está vivo, que la  obra está viva y generando  un montón de cosas entre  poderosas e incómodas, y  ese espacio entre lo poderoso y lo incómodo es un gran  lugar al que llevar al público.   Es el lugar de las obras de  teatro de verdad
 
"Oleanna" tiene un precedente real que es muy interesante...
La escribe Mamet en respuesta a un  proceso histórico de Estados Unidos:  Mientras se trataba la confirmación del  juez Clarence Thomas, el primer juez  afroamericano de la Corte Suprema, su  asistente, Anita Hill, lo acusa de acoso  sexual. Y mucha gente, en vez de tratar  de validar su lucha o celebrar su valentía  al hablar del acoso sexual  de una persona poderosa, la ataca.
 
Un montón  de hombres blancos básicamente le dicen: “Estás  haciendo un escándalo  por gusto”, con una condescendencia y un machismo atroz, del que no  son conscientes. Esa es  la noción del patriarcado:  la inconsciencia de lo que  está mal. El machista no sabe que es machista, no siente que está mal nalguear o  tocar. Lo que ve Mamet es esa actitud y  esa ignorancia o falta de conciencia de lo  que le están haciendo a esa mujer, y crea  el personaje de este profesor...
 
 
Otro tema importante en "Oleanna" son las estructuras de poder dentro de la academia. ¿Como resuena eso en ti, que también eres profesor universitario?
La obra es provocadora en lo que  dice sobre la validez o no de la educación  superior. Soy docente desde hace un par  de años en la Universidad de las Artes, el  texto me llegó en el momento perfecto.  El artista y el proyecto no necesariamente están sintonizados todo el tiempo,  pero hay momentos en la vida en que  sí. Este mundo me parecía interesante  explorar, cuestionar y debatir porque son  preguntas que yo mismo tengo.
 
¿Qué nos puedes contar de tus próximos proyectos?
Estamos terminando la postproducción del largometraje, “Lo invisible”. Mi  cuarta película y mi segunda de ficción.  Es bastante diferente a “Mejor no hablar...”, algo mucho más no verbal, una  historia extremadamente subjetiva sobre una mujer de 45 años de clase alta  de Quito, que tiene una crisis desatada  por una suerte de depresión post parto. 
 
Me representó un montón de retos. La  actuación es casi un solo de una actriz:  Anahí Hoeneisen, que también es directora y guionista, y coescribió la película  conmigo. Su esposo Daniel Andrade,  fue el director de fotografía de este proyecto. Les tengo muchísimo cariño y  respeto y quería hacer una película con  ellos. Es la búsqueda por un cierto tipo  de cine, un surrealismo cassavetteano,  y creo que se logró. Estoy muy contento.  También trabajo en la biografía de  un artista ecuatoriano muy famoso. Y
en un híbrido entre un romance y una  película de monstruos, una reacción  adulta a la sensación de ver monstruocinema todas las tardes los sábados en la  casa de mi abuelo.

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