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El abrazo de la serpiente es un hipnótico viaje amazónico

martes, 23 febrero 2016 - 06:26
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Tras un recorrido cubierto de premios y aplausos que incluye a los festivales de Cannes, Sundance, San Sebastián, Múnich, Róterdam y Mar del Plata, la película colombiana “El abrazo de la serpiente” tendrá su noche del Premio Óscar este domingo 28 de febrero, como una de las nominadas en la categoría de mejor película de habla no inglesa.
 
Esta película es un viaje al interior de la selva amazónica, contado en dos tiempos paralelos: uno transcurre en 1907 y empieza cuando el solitario y orgulloso chamán Karamakate -el único sobreviviente de su pueblo- accede a salvar a Theo, un científico alemán en agonía. Enfrentando mutuas desconfianzas (los blancos acabaron con la étnia de Karamakate, y ahora él es la última alternativa del explorador europeo) se embarcan juntos en una travesía por ríos, cascadas y montañas, para encontrar la Yacruna, una planta casi mítica de propiedades curativas. Pero estas imágenes son invocadas desde el futuro, en 1940, cuando al ya viejo Karamakate acude desesperado otro extranjero, Evans, un norteamericano que necesita la yakruna para “poder soñar”.
 
 
Siguiendo una misma ruta, 30 años después, “El abrazo de la serpiente” muestra a través de los ojos Karamakate los devastadores efectos del colonialismo, la imposición religiosa y la explotación miserable de la selva y sus habitantes, pero también de un posible entendimiento entre seres de culturas diferentes apelando a aquello que nos iguala como humanos.  
 
Se ha señalado el parentesco de “El abrazo de la serpiente” con clásicos como “Aguirre, la ira de Dios” de Werner Herzog y “Apocalipsis now” de Francis Ford Coppola, otras grandes películas  ambientadas en la selva, que abordan el desquicio imperialista. Sin embargo, lo original del filme colombiano radica en se trata de una historia contada desde el punto de vista de un habitante originario, de un singular y solitario “invadido”. Él, primero altivo y magnánimo, después más sabio y reflexivo, se presenta como la única esperanza de un explorador blanco que busca en la selva su salvación. 
 
Con una fotografía en  blanco y negro que retrata en toda su belleza las texturas y los brillos de la Amazonia, y hablada en siete lenguas, esta hipnótica película que se ha ganado el favor de la crítica y el público, es una coproducción de Colombia, Argentina y Venezuela, “sin apoyo europeo que normalmente teníamos que buscar”, como aclaró su director, Ciro Guerra. 

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