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Cincuenta sombras de Mario

jueves, 12 mayo 2016 - 12:55
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En “Cinco esquinas” Vargas Llosa dispara contra un antiguo enemigo: Fujimori. Y contra uno nuevo: la prensa sensacionalista. Todo bien aderezado con altas dosis de erotismo lésbico.

“Por eso ya no leo literatura de hombres blancos heterosexuales”, ponía en su Twitter a principios de año la guionista, actriz y comediante argentina Malena Pichot, levantando, claro, la polémica. Adjuntaba un link, era artículo de un blog español titulado “El año en que solo leí libros escritos por mujeres”, donde su autora compartía la experiencia a contracorriente en un mundo editorial históricamente gobernado por varones. Recordé aquel comentario leyendo “Cinco esquinas” de Mario Vargas Llosa.

La última novela del nobel peruano, que debe su nombre a un tradicional barrio limeño, empieza con un inesperado encuentro sexual entre dos amigas de la alta sociedad: Chabela y Marisita. Corren los tiempos de Alberto Fujimori y su Rasputín criollo, Vladimiro Montesinos, cuando “cualquiera desaparecía y no pasaba nada porque toda la culpa era de los terroristas”. Atrapadas por el toque de queda las mujeres pasan la noche juntas e inician una relación erótica que se desarrolla paralela a las otras tramas que componen “Cinco esquinas”. Paralela digo, porque, aunque Vargas Llosa se explaya en describir sus caricias y placeres, las escenas sexuales son casi decorativas, realmente no afectan el devenir de la historia.


“Cinco esquinas”, la más reciente obra de Vargas Llosa.
Penguin Random House Grupo Editorial,
Alfaguara, (2016)
. 314 páginas.

Marisita y Chabela –jóvenes, esbeltas, refinadas, frívolas– exploran sus mutuos deseos mientras van de compras a Miami, sus maridos Quique y Luciano se ocupan de cosas más serias. Resulta que Quique es víctima de una extorsión. No se trata del MRTA ni de Sendero Luminoso, sino de un periodista corrupto, Rolando Garró, que tiene en sus manos fotos comprometedoras del empresario que podrían acabar con su prestigio. Luciano, que es abogado, se compromete a ayudar a su amigo de la infancia a salir del entuerto.

Garró dirige el semanario Destapes, fiel representante de la “prensa chicha” peruana, mezcla de crónica policial sensacionalista y prensa rosa que desde fines de los 90 fue usada por Fujimori para desacreditar a sus enemigos. La Retaquita es la reportera estrella de Destapes, y quizá el personaje más interesante de esta novela: astuta y decidida, será la encargada de que avance el relato de “Cinco esquinas” mientras la oscura figura del Doctor (Montesinos) se proyecta sobre aquel retrato de la sociedad peruana.

Retomando aquello de “literatura de hombre blanco heterosexual”, puede parecer una verdad de perogrullo, pero no hay que perder de vista que una novela, como una película o cualquier obra de arte, es un reflejo de la forma que su autor tiene de ver el mundo. Sin cuestionar la calidad de las letras de un Borges o de un Cortázar, la provocación de Pichot ponía el énfasis en su agotamiento frente al punto de vista masculino.


 El 28 de marzo Vargas Llosa cumplió 80 años
en compañía de su novia Isabel Preysler (65).
Solo su hijo Álvaro asistió, tampoco fueron los
famosos vástagos de la “Reina de Corazones”.

Las novelas del Nobel peruano suelen contener referencias autobiográficas que son punto de partida para construir sus ficciones, y más allá de su indudable talento literario –que por cierto se despliega con maestría en el capítulo XX, donde a través de un remolino de voces entreteje los conflictos de todos los personajes– es notorio que Vargas Llosa aprovecha en “Cinco esquinas” la oportunidad para vengarse de la (nefasta) política de Fujimori, su antiguo oponente a la Presidencia de Perú, y de la prensa rosa, su nuevo enemigo íntimo desde que el año pasado revista HOLA! revelara el romance con Isabel Preysler y la ruptura con su esposa Patricia Llosa.

El autor de “La fiesta del Chivo” incluso se reserva en su última novela una especie de alter ego para encarnar los peores efectos de la prensa de farándula: Juan Peineta, un recitador entrañable víctima de Destapes, que tiene (¡oh!) su misma edad. Es 2016 un año intenso para Vargas Llosa. Una selección de su obra acaba de ser incluida en un doble volumen de La Pléiade, la legendaria colección francesa de literatura universal. Celebró los 80 más vigente que nunca (a su pesar o no, ahora su nombre ya no es solo materia de las páginas culturales, sino de la prensa del corazón), y con un libro nuevo. En su fiesta de cumpleaños lucía enamorado: “La felicidad tiene nombre y apellido”, sentenció, refiriéndose a su flamante novia.

Con “Cinco esquinas” el octogenario escritor también parece querer decirnos, sobre todo a través de las despreocupadas y lúbricas Chabela y Marisita –personajes femeninos diseñados para complacer la fantasía de un hombre heterosexual, eso sí: “En este mundo jodido, un poquito de frivolidad no tiene nada de malo”.

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