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La propagación “silenciosa” del Covid-19 : ¿por qué el coronavirus se expande sin síntomas?

jueves, 14 mayo 2020 - 06:17
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Los pacientes asintomáticos son, a la vez, alivio y preocupación en las estrategias contra la pandemia global del coronavirus. Pero, ¿qué significan a nivel microscópico? ¿Puede ser el propio plan evolutivo del Covid-19 para expandirse más y mejor entre la población humana?
 
En Boston, Estados Unidos, se hicieron pruebas a 397 personas de un refugio para gente sin hogar. Después de hacer test a los asintomáticos, las pruebas mostraron que había un 36% de positivos en SARS-CoV-2 aparentemente sanos. Un porcentaje similar revelaron las pruebas que se realizaron a los ciudadanos japoneses evacuados desde Wuhan: alrededor del 30% de los infectados no mostraban síntomas.
 
Esta es la teoría que plantean los investigadores de la Universidad de Princeton (EE. UU.) acaban de publicar los resultados en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences. Expusieron pros y contras de la propagación ‘silenciosa’ del coronavirus en base a dos teorías: ¿la transmisión asintomática permite que el virus infecte a un mayor número de personas? ¿O es la falta de síntomas la que, eventualmente, disminuye la propagación y reduce la supervivencia del SARS-CoV-2 a largo plazo?
 
 
Los virus pueden evolucionar por selección natural. La mutación genera nuevas variantes y, si estos cambios benefician la transmisión del patógeno, entonces esa cepa del virus se extenderá. De hecho, las enfermedades más virulentas a menudo son menos mortales, ya que el fallecimiento del huésped de manera rápida y sin posibilidad de contagiar a mucha gente no favorece su expansión.
 
“La evolución viral implica una compensación entre el aumento de la tasa de transmisión y el mantenimiento del huésped como base de propagación”, afirma Simon Levin, profesor de Princeton en Ecología y Biología Evolutiva. 
 
Los asintomáticos serían una ventaja a corto plazo para el virus, ya que las estrategias de la sociedad huésped a la que infectan (en este caso, la especie humana) son difíciles de implementar: las personas infecciosas que carecen de síntomas tienden a seguir con normalidad su vida, entrando en contacto con mucha gente susceptible de ser contagiada. En contraste, una persona que desarrolla fiebre y tos puede ser más propensa a aislarse, por ejemplo, al quedarse en casa y no ir al trabajo.
 
Sin embargo, existen inconvenientes ya que las personas sin síntomas pueden generar menos partículas infecciosas y, por lo tanto, contagiar de forma más limitada con un estornudo violento o una tos fuerte. Esto significa que la transmisión general podría reducirse con el tiempo.
 
Esta investigación se realizó antes de que el nuevo coronavirus apareciera. Los investigadores utilizaron modelos de enfermedades para explorar las compensaciones entre estos escenarios.
 
El equipo descubrió que el virus tenía más éxito de sobrevivir cuando en la primera etapa no se mostraban síntomas. También encontraron que el rango de ser sintomático, desde ausencia de síntomas hasta síntomas máximos, podría verse alterado por pequeños cambios en las estrategias de control de la enfermedad. Esta última parte implica que los planes para luchar contra los virus -como el confinamiento actual- podrían tener impacto en el curso de la epidemia y que variase la estrategia del propio patógeno para adecuarse a su desarrollo. 

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