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¿Qué pasa con el debate del aborto legal en Ecuador?

viernes, 19 febrero 2021 - 06:25
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A finales del año pasado, Argentina aprobó una ley que permite a las mujeres abortar hasta la semana 14 de embarazo. Diversos grupos en otros países latinoamericanos consideran que tarde o temprano esa “marea verde”, como se conoce al movimiento que impulsó este cambio, llegará a toda la región. 
 
“Darle a la mujer el derecho de elegir lo que sucede con su cuerpo, es solo una de las grandes transformaciones sociales que empezarán a ocurrir para crear sociedades más equitativas entre hombres y mujeres”, dice Marta, una argentina de 32 años que sostiene que esta tendencia será incontenible, “como otros procesos históricos que derribaron estructuras de injusticia y sometimiento”. 
 
La palabra derecho justo es la que moviliza a otro segmento que considera que permitir abortar a una mujer que lo decide, implica priorizar sus derechos, sobre los de la vida que lleva dentro.
 
El doctor José Luis Velayos Jorge, catedrático de Morfología de la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de Madrid, refiriéndose al inicio de la vida sostiene. “Todo comienza en la fecundación. Desde ese momento se instaura una cascada de acontecimientos suaves e ininterrumpidamente concatenados… La fecundación es como la cabecera de la cascada que va perdiendo intensidad con el tiempo, hasta el momento de la muerte… En consecuencia, los términos de cigoto, mórula, embrión, feto, neonato, niño, joven, adulto, anciano son irrelevantes y el momento del parto, aun siendo muy importante, no es más que un suceso biográfico más de la vida”.
 
Velayos plantea que, desde el momento de la fecundación, “se trata de una vida autónoma porque ese ser toma del medio ambiente en que se encuentra todo lo necesario para subsistir, independientemente, en muchos casos de que la madre esté enferma o desnutrida. Autonomía relativa, no esencialmente diferente de la del adulto, que también depende del medio en que se encuentra: del aire, del agua, del alimento, de las relaciones sociales, etc”.
 
La doctora Caridad Dávalos, pediatra y catedrática de la Universidad San Francisco de Quito señala que la unión del óvulo con el espermatozoide a una sola célula es la fertilización, es el primer paso de la serie de eventos complejos que conlleva el embarazo. La fertilización ocurre en las trompas de Falopio. En los siguientes días, esta célula única se divide en múltiples células.
 
“Al mismo tiempo, estas células migran hasta el útero donde se implantan y crecen. Por ocho semanas luego de la implantación se lo llama embrión. En este período se empieza a formar el cerebro, la columna, el tejido cardíaco, los músculos de los ojos, nariz y boca. Las manos y los pies también empiezan a desarrollarse y los pulmones comienzan a formar los tubos que transportarán oxígeno después del parto. Desde la semana nueve hasta el nacimiento se llama feto”, explica la especialista.
 
Acerca de la capacidad del feto de sentir dolor, responde que rigurosos estudios científicos han encontrado que las conexiones necesarias para transmitir las señales desde el sistema sensorial periférico hasta el cerebro, así como las estructuras cerebrales para procesar esas señales, no se desarrollan hasta la semana 24 de gestación. “Ya que no posee las conexiones y estructuras, el feto no tiene la capacidad fisiológica de percibir dolor hasta la semana 24 de gestación. La percepción del dolor requiere más que la transmisión mecánica y recepción de señales”, expone.
 
Añade que el dolor es una experiencia emocional y psicológica que requiere el reconocimiento del estímulo doloroso. “Esta capacidad no se desarrolla hasta el tercer trimestre de gestación. La evidencia científica demuestra que el circuito neuronal necesario para distinguir el tacto doloroso no se desarrolla hasta avanzado el tercer trimestre. Los movimientos fetales intrauterinos no son indicación de que el feto esté sintiendo dolor”, concluye, indicando que esta información está disponible en el Colegio Americano de Obstetricia y Ginecología y en el Colegio Real de Obstetras y Ginecólogos (“Fetal Awareness: Review of Research and Recommendations for Practice”). Y en el estudio liderado por el doctor Lee S.J. Ralston: “Dolor fetal: Una revisión sistemática multidisciplinaria” y publicado por Jama (Journal de la Asociación Médica Americana).
 
Una lógica patriarcal 
 
“Al estar la cultura latinoamericana marcada por una lógica patriarcal, hay una posición de juzgamiento y control de la vida sexual de las mujeres, de sus decisiones, de su maternidad sin conocer lo que hay detrás de cada caso”, señala la psicóloga clínica Sonia Rodríguez Jaramillo, docente de la Universidad Católica de Guayaquil y miembro del CEPAM.
 
Agrega que sobre temas que afectan a las mujeres, generalmente toman decisiones autoridades masculinas o intervienen mujeres que comparten la lógica patriarcal de que la maternidad es mandatoria para todas, sin importar las condiciones.
Sostiene que no se debe enfocar a la maternidad solo como un proceso biológico, “no son cuerpos embarazados, son mujeres con historias, experiencias, aprendizajes y singularidades”.
 
La psicóloga reflexiona sobre el enfoque moral y religioso de que la maternidad siempre trae felicidad a la mujer. “Por supuesto que la maternidad nos trae felicidad cuando se la busca, cuando se la desea y se lleva en buenas condiciones, pero otras veces ocurre con violencia, en medio de maltrato. En el país cada año más de 2.000 niñas menores de 14 años quedan embarazadas producto de violencia sexual. Eso es criminal”. 
 
Señala que pretender que una niña de 12 años lleve adelante una maternidad inspirados en ideas como que los niños vienen con el pan bajo el brazo o que toda maternidad es designio divino, es poner en peligro la vida y la salud de esa niña porque no tiene las condiciones físicas, ni psicológicas para llevar adelante un embarazo. 
 
Menciona que el Ecuador tiene recomendaciones desde los organismos internacionales de que debe atender la violencia sexual, que debe legalizar el aborto porque hacerlo no significa obligar a las niñas y a las mujeres a abortar, sino que es darles la oportunidad de hacerlo con acompañamiento, con asesoría. Es solo una opción. Además, es una forma de que el Estado asuma su responsabilidad, porque si no puede precautelar que sus niñas, que sus mujeres no sean violadas, tiene la obligación de garantizarle condiciones para restituir derechos.
 
Más allá de los casos de embarazos forzados, “no se busca tener un hijo en cada encuentro sexual”, dice Rodríguez, quien plantea que un sistema de salud que ofrezca formas de anticoncepción eficaces podría contribuir a evitarlos. Pero advierte que en una población que carece de educación sexual y de servicios de salud eficientes y amigables, muchas mujeres resulten embarazadas sin planearlo, sin desearlo. “Incluso algunas son forzadas por los hombres a no usar anticonceptivos. Esa es una realidad”. 
 
Cuando los sistemas de salud no entregan a las mujeres sus métodos de anticoncepción, dejan de estar protegidas, como señala que ha ocurrido durante la actual pandemia.
 
Educación sexual para la vida 
 
“La educación sexual en nuestro país es limitadísima y casi inexistente”, opina la psicóloga y agrega que tenemos décadas con programas que cambian, que vuelven a cambiar porque están determinados por la concepción de sexualidad de las autoridades lamentablemente. Además, hay que considerar que existe un porcentaje de la población que no estudia, una realidad que ha aumentado con las limitantes de la pandemia.
 
Concluye diciendo que en los países donde se imparte educación sexual de calidad, hay menos abortos. Aunque aclara que se requiere una educación sexual científica y sistemática, desde un enfoque de derechos que cuestione las inequidades de género, que no solo atienda los embarazos, sino que acojan las preguntas y las inquietudes que puede tener los niños o adolescentes. 
 
Desde su punto de vista, “se debe ofrecer una educación sexual para la vida, no solo relacionada a anticoncepción, embarazos o el coito, sino que incluya el conocimiento del propio cuerpo y las formas de cuidarlo, del cuerpo del otro, el descubrimiento de las sensaciones y aprender a manejarlas. Es aprender una sexualidad saludable, placentera, responsable y libre de violencia”.
 
 

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