<img src="https://certify.alexametrics.com/atrk.gif?account=fxUuj1aEsk00aa" style="display:none" height="1" width="1" alt="">

Investigación en pueblo de la Costa revela deterioro cognitivo tras COVID leve

jueves, 25 marzo 2021 - 09:16
Facebook
Twitter
Whatsapp
Email

 

Poco se ha estudiado en cuanto a una de las ramas de la COVID-19: el paciente leve, aquel que supone la inmensa mayoría de contagios alrededor del mundo.

En estos meses ya se tiene mayor claridad sobre la estructura del virus, su interacción con el cuerpo humano y la batalla de la inmunidad, al punto de que el mundo ya cuenta con algunas vacunas. Por el momento, según los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades hay tres vacunas autorizadas y recomendadas para la prevención del COVID-19 : Pfizer-BioNTech, Moderna y Johnson & Johnson. Al 27 de febrero del 2021, hay ensayos clínicos a gran escala (fase 3) en curso o previstos para otras dos vacunas en los Estados Unidos: la de AstraZeneca y la de Novavax​. 
 
Sin embargo, poco se sabe de qué pasa con las personas que han sufrido la enfermedad pero que no han sido ingresadas.
 
En el pueblo costero de Atahualpa, en Santa Elena, nueve años antes de la pandemia, se estableció un laboratorio para estudiar distintas enfermedades de las ciudadanos ecuatorianos. El objetivo, en esa época, era estudiar la salud cardiovascular y cerebrovascular.
 
El proyecto se generó inicialmente con una inversión cercana al millón de dólares por parte de la Universidad de Especialidades Espíritu Santo, UEES. 
 
Esto ha permitido que ha la fecha, un grupo liderado por el neurólogo ecuatoriano Óscar Del Brutto, haga una investigación comparativa de la salud  de la población de Atahualpa para identificar las secuelas de la COVID-19 en pacientes leves.
 
"La mayoría de los pacientes que sobrevivieron a la enfermedad aguda pudieron ser seguidos en clínicas ambulatorias y ahí  los médicos  comenzaron a notar que los pacientes referían que sus capacidades intelectuales no era muy buenas, que se habían deteriorado con respecto a su estado anterior de la enfermedad. Como esos pacientes eran pacientes nuevos no había récords objetivos de lo que era su función mental o su capacidad neurológica antes de la pandemia. En ese sentido, nosotros tuvimos una oportunidad única porque habíamos estado trabajando en un poblado de la costa ecuatoriana, que se llama Atahualpa, y teníamos más de 900 personas de la comunidad enroladas hace nueve años", explicó  el neurólogo Del Brutto sobre el trabajo con la comunidad .
 
Agregó que, ese estudio fue dirigido o sigue siendo dirigido para ver los factores de riesgo que pueden asociarse con el aumento de las equivalencias de deterioro cognitivo, enfermedades cerebrovasculares, neurológicas y cardiovasculares. "En todo caso, nosotros teníamos desde mucho antes de la pandemia, una serie de exámenes represados que pudimos comparar de manera objetiva del estado cognitivo actual de esas personas antes y después de la enfermedad y por otra parte tuvimos otra ventaja de poder comparar individuos sanos de la misma familia que no se infectaron de COVID-19", expresó el especialista. 
 
¿Cuáles son los hallazgos más llamativos del estudio?
 
"Nosotros hacemos un test que valora varios dominios de la función cerebral, lo que se denomina funciones neurales superiores, incluyendo la capacidad de concentración, el cálculo, la abstracción, el juicio, una serie de funciones mentales que permiten que nosotros funcionemos normalmente. En este test nosotros notamos un deterioro importante, que fue 18 veces más importante en personas que tuvieron COVID que en aquellos que no lo tuvieron. Eso en medicina es altísimo", aseveró el neurólogo.
 
Según Del Brutto se hallaron fallas en dos aspectos importantes de la función cognitiva: en la concentración y en la capacidad de realizar funciones ejecutivas, descritas como "actos muy complejos que nosotros los damos por sentado: por decir algo hacerse el nudo de la corbata, pintarse los labios". Se trata de actos que requieren una coordinación muy alta "y justamente este test permite ver ese tipo de función cognitiva y ahí estuvo la falla principal".
 
Los síntomas de la COVID-19 a veces pueden persistir durante meses. El virus puede dañar los pulmones, el corazón y el cerebro, lo que aumenta el riesgo de problemas de salud a largo plazo. El deterioro cognitivo identificado por el equipo del doctor Brutto es otra complicación neurológica presentada por pacientes de COVID-19, que podría establecerse como una secuela de la enfermedad. 
 
¿Qué pueden hacer los pacientes que identifiquen este tipo de secuela?
 
"Nosotros hicimos el estudio con personas con síntomas leves, para evitar todo el ruido que podía producir una enfermedad grave. O sea, si yo tengo un COVID severo, que tengo que estar con respirador durante 3 o 4 semanas, yo podría atribuir a eso que quede con problemas de memoria o de concentración. Nosotros para evitar ese ruido seleccionamos solo pacientes con enfermedad leve, lo cual no quiere decir que los que estuvieron infectados no les pase, por supuesto, que les pasa y más grave todavía", explica el neurólogo.
 
Admitió que a la fecha no tienen mucha experiencia al respecto "porque recién estamos cumpliendo un año de la pandemia". "Hay pacientes que se quejan, que no pueden concentrarse bien, que su cerebro no es el mismo, y es una sensación difícil de explicar por parte de los pacientes. Y depende mucho del grado de complejidad de su vida diaria", agrega. 
 
En todo caso, Del Brutto asegura que el primer paso es diagnosticar que efectivamente exista un problema cognitivo. "P orque aquí también entra el hecho de la sugestión. Yo me puedo sugestionar de que tengo un problema. De que no me puedo concentrar, pero hay que diagnosticarlo con pruebas específicas", señala. En caso de que se diagnostique, hasta saber si es algo transitorio o permanente, lo que se aconseja son ejercicios cognitivos. Hay formas de entrenar el cerebro, así como se entrenan los músculos del cuerpo. "Entonces, si hay que comenzar ejercicios cognitivos y probablemente comenzar medicación para evitar el deterioro cognitivo", aseveró Del Brutto. 
 
Sobre los trastornos del sueño por la COVID-19
 
El pasado 18 de marzo fue el Día Mundial del Sueño, al respecto expertos en España han identificado que los trastornos del sueño se encuentran entre las secuelas más comunes de la COVID-19. “Además de problemas de insomnio y cambios en los patrones de sueño, también se aprecian otros debidos a las complicaciones pulmonares, que hacen que durante el sueño el nivel de saturación de oxígeno sea más bajo de lo normal”, aseguró Antonio Maldonado, neurofisiólogo en el Hospital San Rafael de Granada.
 
Al respecto, el doctor Del Brutto indicó que efectivamente "eso es algo que también se está comentando mucho" y sería otra de las ventajas del proyecto. "Cuando una población cerrada se somete a estos confinamientos, a estas cuarentenas, a esta pérdida de trabajo, perdida de todo lo que nos ha causado, es entendible que la gente duerma mal. Eso obviamente causa depresión y trastornos del sueño, pero nosotros tuvimos la oportunidad de haber hecho exámenes de sueño antes de la pandemia y luego de la pandemia. Pudimos comparar que, en el mismo pueblo, el sueño en gente que tuvo COVID y que no tuvo, ajustando todas las variables de confusión, gente de la misma familia, que los dos hermanos perdieron a su padre o se quedaron sin trabajo, pudimos ver que el deterioro en la calidad de sueño fue significativamente mayor en el hermano que tuvo COVID y no en el otro. Es decir luego de considerar todas las potenciales variables, nosotros encontramos que el haber tenido COVID se asocia independientemente a una peor calidad de sueño", aseguró el especialista. 
 
Las investigaciones médicas siguen en proceso en Atahualpa para esclarecer esta y otras secuelas de la COVID-19.
 
 

Más leídas
 
Lo más reciente