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El joven que asesinó a sus padres a sangre fría y buscó fama en un reality

miércoles, 2 diciembre 2020 - 08:24
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Tenía 15 años el día que los acribilló porque intentaban frenar su rebeldía.
 
Cyril Jaquet Merino estuvo menos de tres años en reclusión en un centro especial. Luego, rehizo su vida en el anonimato hasta participó en un reality de televisión. 
 
Pensó que nadie recordaría su cara como la del parricida que había espantado a España con su sangriento crimen. Su oscuro pasado salió a la luz
 
Habían pasado poco más de catorce años desde que había asesinado a sus padres. Pensó que el asunto ya estaría olvidado, que nadie recordaría su cara. Era 2009, tenía 29 años y la oportunidad de su vida: saltar a la fama viajando por el mundo con un programa de televisión.
 
Empujado por su novia, el hombre creyó que lo lograría y de hecho, casi lo hace. 
 
La memoria de los habitantes del pequeño pueblo español de Benijófar, al sur de Alicante, funcionaba bien.
 
El shock de lo ocurrido hacía casi una década y media los había golpeado. Esos ojos verdes, esos rulos les resultaban conocidos. El joven carismático que veían en la pantalla, protagonizando un reality show con su novia, era Cyril Jaquet Merino, un  monstruo adolescente que había acribillado a sus padres, el lunes 1 de agosto de 1994, luego de haber discutido con ellos. 
 
Cyril estaba cansado de los límites y no los aguantaba más. Tenía todo planeado.
 
Primero llegó su madre, Isabel Merino de 35 años. Volvió cerca del mediodía. Entró con ganas de relajarse y de cambiarse de ropa. Mientras subía la escalera hacia su dormitorio, empezó a sacarse el cinturón. No terminó de hacerlo. Ahí mismo, entre escalón y escalón, la derribaron dos certeros balazos que impactaron en su cuello.
 
Cayó por las escaleras y recibió una bala definitiva en la cabeza. Su hijo Cyril le había disparado.
 
Cuando su papá, Oliver Jaquet de 45 años, abrió la puerta él estaba preparado. Quizá no vio el cuerpo de su esposa caído al pie de la escalera. Su hijo lo aguardaba en la cocina. Apenas traspasó el marco de la puerta, le dio una ráfaga de siete balazos de la pistola semiautomática alemana Mauser-Werke calibre 7.65.
 
El último tiro se alojó en su cabeza.
 
Acto seguido, dio vuelta la casa, lo revolvió todo como si hubiesen entrado a robar. Tomó las alhajas de su madre, se llevó otros objetos de valor de la casa y desarmó la pistola. Se subió a su bicicleta y tiró lo que lo comprometía. Pretendía que el crimen de sus padres pareciera un robo violento.
 
Pedaleó nueve kilómetros hasta la casa de sus abuelos y simuló una absoluta normalidad. Como tantas otras veces, pasaría la noche con ellos. A los ancianos no les extrañó la repentina aparición, su nieto solía visitarlos.
 
En la mañana, Cyril volvió a su casa y comenzó con la actuación que tenía ensayada. Salió corriendo de su hogar, simulando estar despavorido, para avisarle a los vecinos que les habían entrado a robar y que los ladrones habían matado a sus padres.
 
Cuando la policía llegó al lugar se encontró con el violento escenario: dos muertos, diez balazos y un hijo adolescente en aparente estado de conmoción.
 
La opinión pública se solidarizó con el joven y con su desgracia. 
 
La serena actitud de Cyril durante el entierro de sus padres despertó las primeras sospechas de los investigadores. Hacia el final de la ceremonia, llegó a sonreír y a bromear para sorpresa de todos.
 
Para cuando llegaron los primeros análisis de las autopsias, las sospechas ya se centraban en el hijo: los resultados demostraban que había existido saña y que las víctimas habían sido rematadas con un tiro en la cabeza. 
 
Cyril, quien decía a los medios que no descansaría hasta encontrar al asesino o los asesinos de sus padres, se había convertido en el único sospechoso.
 
Pero empezó a hablar solo. Lo hizo con la misma serenidad con la que se había comportado hasta ese momento. Su abuelo estaba presente cuando Cyril dejó caer los brazos y, sin titubeos, reconoció: “Fui yo (...). Los maté porque me regañaban y me pegaban”.
 
El 12 de agosto de 1994 fue detenido y, poco después, condenado a pasar tres años en un centro de menores de Godella, en la comunidad valenciana, hasta cumplir la mayoría de edad. 
 
Un par de años después, Cyril comenzó una nueva vida en la ciudad de Palma, en la isla de Mallorca y entabló una relación con Paola Alberdi, una azafata con la que se fue a vivir.
 
Él tenía ya 29 años y ella 24 cuando la idea de la fama, de dar gratis vueltas por el mundo para obtener un premio de 250 mil euros, los tentó.
 
Cyril y Paola se presentaron al casting del programa "La vuelta al mundo en directo", un reality show en el que quince parejas viajarían por distintos países. 
 
Una noche de febrero de 2009, algunas personas se inquietaron al ver en la pantalla a ese joven de 29 años que conducía un auto y posaba con su pareja para un nuevo programa.
 
Era imposible olvidar esa cara, esos ojos. Habían pasado quince años y allí estaba el asesino de Oliver e Isabel, intentando triunfar en la televisión.
 
Los mensajes al canal de los exvecinos de los Jaquet y los posteos en las redes sociales lo revelaron todo. 

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