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Archivo Vistazo: La guerra de la funeraria que explotó en Quito hace 45 años

viernes, 11 septiembre 2020 - 03:16
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Hace 45 años, batallones del Ejército se enfrentaron entre sí. Unos desde la Plaza Grande, otros defendiendo Carondelet. Una facción de las Fuerzas Armadas intentó derrocar al general Guillermo Rodríguez Lara. El líder rebelde dirigió todo desde una funeraria.

“Los fuegos se rompieron en una hora de silencio casi completo. Los tanques llegaban con su olor a caucho quemado, seguidos por tropas de asalto con armas automáticas. Los contados transeúntes que deambulaban en las calles creían estar asistiendo a un desfile militar inusitado. Eran las doce y media de la noche”, así empieza el reportaje de Vistazo, escrito en septiembre de 1975.

“De pronto estalló la guerra. El estruendo de la fusilería y los tableteos de las ametralladoras comenzaron a retumbar en las antiguas calles coloniales quiteñas. Los seiscientos mil habitantes de Quito se despertaron con la impresión de que algo grave estaba ocurriendo”, señala dicha crónica.

Tres años atrás se habían iniciado las exportaciones petroleras. Desde febrero de 1972, el mando del país lo había tomado por la fuerza el general Guillermo Rodríguez Lara. Eran tiempos de dictadura militar.

El historiador Simón Espinosa, en el libro “Presidentes del Ecuador” de Editorial Vistazo, lo contó así: “Hacia 1974 el régimen rodriguista empezó a desgastarse políticamente. El 31 de agosto de 1975, en connivencia con políticos agrupados en un “Frente cívico”, el general Raúl González Alvear y otros generales del Ejército se lanzaron en armas. González se apoderó del palacio de Gobierno y se proclamó jefe de Estado mientras sus acompañantes civiles saqueaban las oficinas. Rodríguez Lara pudo abandonar a tiempo el Palacio y se dirigió a la brigada blindada Galápagos, en Riobamba, desde donde avanzó sobre Quito”. Hubo 30 muertos y 80 heridos.

Desde febrero de 1972, el mando del país lo había tomado por la fuerza el general Gui- llermo Rodríguez Lara.

Horas sangrientas
El general González Alvear tomó como centro de mando el local de una funeraria, el único negocio abierto el domingo por la noche. Las acciones propiamente dichas empezaron a las 0h30 del lunes 1 de septiembre. En la madrugada se supo que oficiales y tropa del Epiclachima, un cuartel ubicado ocho kilómetros al sur de Quito y que disponía de piezas de artillería y un buen número de blindados, constituía el núcleo de la rebelión.

En ese momento llamaba ya la atención que otras unidades acantonadas en la Capital no se hubiesen sumado al combate, ni a favor ni en contra de la intentona. El presidente Rodríguez Lara había salido poco antes de la llegada de los sublevados y tomó rumbo a
Riobamba, cuna de la artillería pesada del país.

Conforme pasaban las horas, la resistencia del palacio se hacía más encarnizada. La guardia presidencial apoyada por un grupo de paracaidistas se defendía con decisión.

“Cuando rompían las luces del alba, una cadena nacional de radiodifusión informaba al país, minuto a minuto, las incidencias dramáticas de los combates. Las voces de los locutores se escuchaban sobre una cortina de disparos, gritos y salvas de fusilería”, escribió Vistazo.

A las seis de la mañana, las restantes unidades militares de Quito continuaban mostrando neutralidad. A las 9h30 los tanques de guerra entraron en acción “escupiendo fuego por sus ametralladoras pesadas”. El golpe entraba en su fase decisiva. Los generales sublevados ordenaron el asalto al Palacio. Una hora después los rebeldes se tomaban Carondelet. Con ellos ingresaron decenas de civiles que se dedicaron al pillaje dentro de la sede presidencial.

Bombardeo desde el aire
Desde Riobamba había partido una columna de tanques de guerra al mando del presidente Rodríguez Lara. Él también había recibido, desde la madrugada, el respaldo de la Fuerza Aérea y de la Marina. Como advertencia, dos aviones de la FAE dejaron caer bombas sobre el cuartel Epiclachima y un tercero voló rasante sobre el Palacio de Gobierno.

En aviones de TAME, 200 infantes de marina llegaron a Quito. Mientras, desde el colegio militar Eloy Alfaro se coordinó el plan táctico para recuperar Carondelet.

Al mediodía, el Comando Conjunto ordenaba la evacuación inmediata de tres cuadras alrededor del Palacio. “Durante más de una hora -como un escalofriante compás de espera- se pensó que leales y facciosos se lanzarían unos sobre otros en un rudo y violento combate final”.

Pero González Alvear se daba cuenta que había logrado tomarse el Palacio pero no el poder y a las 13h45 se rindió “cuando los soldados gubernamentales abrían fuego de advertencia contra un debilita- do cordón de tropas rebeldes”.

El general sublevado pidió asilo en Chile donde vivió exiliado hasta su fallecimiento en 2015. Rodríguez Lara retomó el control, pero su debilitado régimen solo duró cuatro meses más. Fue derrocado en enero de 1976 por un Consejo Supremo de Gobierno integrado por los comandantes de las tres ramas de las Fuerzas Armadas. En la fachada del Palacio quedaron las huellas de este capítulo sangriento de la historia nacional.

 

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