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El migrante que saltó 2 veces el muro de EEUU y hoy está en la cima de la Neurología

lunes, 15 marzo 2021 - 03:51
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Alfredo Quiñones Hinojosa es el director de neurocirugía de la Clínica Mayo (considerada la mejor del mundo) y protagoniza un capítulo de la serie de Netflix The surgeon’s cut, o Ases del bisturí. Además, es autor del libro “Dr. Q” y ha sido nombrado uno de los 100 hispanos más influyentes en los Estados Unidos, por Hispanic Business Journal.

Pero antes de lograr todos estos reconocimientos, Quiñonez-Hinojosa tuvo que sortear uno de los obstáculos más grandes de su vida: un muro de 8 metros que separa México y Estados Unidos.

Quiñonez nació en un pueblo de Mexicali, cerca de la frontera con E.E.U.U. Su madre era adolescente y vivió en un hogar muy humilde, en el que muchas veces pasaban necesidad.

El neurólogo reconoció a Infobae que la situación era tal, que una de sus hermanas, Maricela, falleció de deshidratación cuando era una bebé. La falta de educación de sus padres les impidió darse cuenta a tiempo de lo que le estaba pasando.

Sin embargo, esto no era impedimento para que Quiñonez no soñara en grande.

“Imaginaba que viajaba a las estrellas, que desaparecía o que volaba. Fíjate que siempre imaginaba que no existían las barreras” señaló.

También tenía miedos. Manifestó que temía no poder salvar a sus padres, hermanos, abuelos de las enfermedades.

“Creo que esa es la razón por la que sigo luchando por encontrar una cura contra el cáncer y sostengo una fundación junto con los cuatro o cinco neurocirujanos más famosos del mundo, para ayudar a la gente pobre que no tiene acceso a neurocirujanos como yo o como mis colegas” dijo.

Por ello, cuando tenía 14 años empezó a entrenarse para saltar, pero no fue hasta cinco años después, a los 19 años, que tomó la decisión. Se despidió de su familia, fue a la frontera, tomó una cuadra de carrera, corrió, clavó los dedos en el enrejado, trepó por el alambre, esquivó el rollo de púas filosas y se tiró hacia el otro lado: Calexico, Estados Unidos.

“No era como el muro de Alemania, no tenía ladrillos. Yo miraba hacia el horizonte y me imaginaba qué vida le esperaba del otro lado a gente como nosotros: gente pobre, gente humilde. Porque no solo era una barrera física, era una barrera simbólica. Esa barrera nunca se me ha olvidado, son las barreras que también tengo hoy en mi trabajo como” explicó.

Pese a ello, lo detuvieron y lo mandaron otra vez a México; pero Alfredo no se rendiría: estudió el paso de la patrulla de inmigración, cronometró el tiempo que tenía entre una ronda y otra, volvió a trepar y cuando estuvo del otro lado, corrió como nunca antes.

Trabajó temporalmente en el sector agrícola quitando la maleza de los campos de algodón y recolectar tomates, por 3,5 dólares la hora.

“Estaba sucio, dormía en una casa rodante, era muy pobre, indocumentado. Lo más difícil de ser inmigrante es eso: ser invisible” recodó para une entrevista con Infobae.

Quiñonez cambió los campos por la limpieza de tanques de ferrocarril y a limpiar aceite de pescado, mientras estudiaba inglés por la noche, en una escuela comunitaria. Pasó por varios trabajos en una década, como soldador y mayordomo, hasta convertirse en ciudadano legal.

LA MEJOR INVERSIÓN: LOS ESTUDIOS
Gracias a su arduo trabajo en dos laboratorios, las clases que dictaba como maestro de química, física y matemáticas, préstamos gubernamentales y becas, logró postular a la universidad de Berkeley, en California.

En 1994 entró a la Facultad de Medicina de Harvard, donde se graduó como médico con honores, luego estudió neurocirugía en la Universidad de San Francisco y pasó a la prestigiosa Universidad John Hopkins, para convertirse en profesor de Neurocirugía y Oncología, Neurología y director del Laboratorio de Células Madre tumorales cerebrales.

El neurocirujano recuerda que el camino fue duro y estuvo lleno de personas que le decían que no podía triunfar debido a su nacionalidad. “Tú no puedes ser mexicano, eres demasiado inteligente”, comentó que una vez le dijo un profesor. Incluso pasó años intentando disimular su acento latino, cosa que dejó de hacer hace tiempo.

“Imagínate que yo abro cerebros de todo el mundo. Diferentes religiones, colores de piel, ideas. Y lo cierto es que todos los cerebros son similares. Todos tenemos esa capacidad increíble de hacer algo para cambiar el mundo” aseveró.

En el 2010 pudo terminar de pagar todas las deudas que había “recolectado” con los años: los préstamos gubernamentales y su educación en Estados Unidos. Además, estaba por publicar su libro “Dr. Q: La historia de cómo un jornalero migrante se convirtió en neurocirujano”.

Asimismo, se le había acercado Jeremy Kleiner, productor de la película ganadora de tres premios Oscar, 12 años de esclavitud, para hacer una película sobre su vida, y en 2015 Forbes lo eligió como una de las mentes más brillantes de México en el mundo.

UNA EMINENCIA QUE NO OLVIDA
Quiñonez realiza más de 200 cirugías en el cerebro por año, y además está a cargo del área de investigación sobre el papel de las células madre en el cáncer cerebral y tiene la Cátedra de Cirugía Neurológica de la Clínica Mayo.

Ha escrito ocho libros de neurocirugía y tiene otros seis por salir, y ha publicado más de 450 artículos revisados por pares y 100 capítulos de libros. También dirige una ONG llamada Mission: BRAIN, para pacientes de todo el mundo que no pueden pagar procedimientos neuroquirúrgicos avanzados.

Él está cansado de que las películas mostraran a los latinos como “Narcos, delincuentes”, con una inteligencia inferior a los que mejor frenar con un muro.

“A veces se acostumbra uno a vivir tranquilamente, a no hacer cosas, a no tomar decisiones arriesgadas. Pero se debe tener valor para luchar por los sueños” puntualizó.

La producción sobre la vida de Alfredo está a cargo del equipo de Plan B, la productora de Brad Pitt.
 

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