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¡YA QUE CH@!%A!

jueves, 3 septiembre 2020 - 03:25
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    POR ALBERTO ACOSTA-BURNEO
     
    Es la respuesta de un pueblo  que siente que ya no tiene nada que perder, sin esperanza, sumido en una crisis económica  y moral. La filosofía totalitaria destruyó las instituciones y los cimientos morales de nuestra sociedad. En  2021, no solo elegiremos un nuevo presidente, la decisión será entre  continuar descendiendo por la senda del totalitarismo o resurgir como  una sociedad libre y próspera. Analicemos las alternativas.
     
    No hemos tocado fondo, podemos seguir descendiendo al totalitarismo. Una filosofía en donde el  Estado es la encarnación del espíritu, del mundo perfecto, y todos los  ciudadanos debemos sujetarnos a  sus designios. Un Estado exento de  obligaciones morales, en donde todo vale. Su único juez es la historia.  La mentira y el engaño se justifican porque, al final, la historia juzga los  grandes actos. Lo bueno es lo que  fortalece al Estado y lo malo, lo que  lo debilita. Esa es la única escala de  valor posible. No puede existir engaño a los individuos cuando el “corazón está dictando” desde el espíritu de una nación.
     
    ¿Dónde quedan los ciudadanos?  En una sociedad en donde lo único que importa es el éxito del Estado, los individuos cuentan solo  en cuanto a colectivo para alcanzar  los objetivos estatales, pero no importan sus objetivos personales ni  sus anhelos. Los ciudadanos no deben resistirse al “poder creativo” del  “gran hombre” que dirige al Estado  totalitario. Muchos aceptan el totalitarismo porque apela a los sentimientos de revancha y venganza  contra quienes acusan falsamente  de sus problemas y pobreza.
     
    ¿Cuál es la alternativa? Seguir  el camino de las naciones que ahora son prósperas construyendo una  sociedad liberal. Una sociedad basada en el respeto a la dignidad y  particularidad de cada ser humano.  Permitir a cada individuo ejercer su responsabilidad de pensar y actuar  por sí mismo. Confiar en las capacidades del ser humano que, mediante el uso de la razón, puede decidir  su destino. Devolverle al individuo  las herramientas para superarse.
     
    En el liberalismo no existe una  utopía única que debe ser impuesta a la fuerza desde el Estado, sino que cada uno construye la suya  propia. Eso sí, basado en un respeto sin límites al proyecto del prójimo. En el liberalismo, el fin no justifica los medios, no es aceptable  abusar del resto ni parasitar del Estado como medio de vida.
     
    Para que cada persona pueda  ejercer al máximo sus capacidades,  el Estado debe garantizar la existencia de una justicia igualitaria y la libertad para actuar. Los beneficios  de una sociedad libre también alcanzan el plano económico. Solo en  una sociedad libre se puede probar  nuevas maneras de hacer las cosas,  innovar, acelerando la creación de  bienestar. No olvides que, en 2021,  no solo elegirás personas, sino en  última instancia escogerás entre  ¡Totalitarismo o libertad! 

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