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Virtudes para el progreso

jueves, 9 enero 2020 - 01:01
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    ¿Cómo explicar que algunos países hayan  alcanzado elevados  estándares de vida  y que otros se mantengan en el subdesarrollo? Desde una perspectiva  netamente económica, los países  desarrollados son aquellos que han  acumulado más capital (máquinas,  equipos y tecnología). La acumulación de capital eleva el nivel de vida  de la población porque aumenta la  capacidad de producir de cada individuo (lo que se conoce como la  productividad del trabajo). Actualmente, no es necesario desarrollar  nueva tecnología, basta con comprarla de países más avanzados. Si la  solución es tan sencilla, ¿por qué no  la implementamos?
     
    El problema es que la acumulación de capital no llega sola, requiere  de condiciones culturales acordes  al progreso, lo que podemos llamar  acumulación de capital cultural. Esto  exige la adopción de una ética del  progreso, de un sistema de virtudes  que abran las puertas a la prosperidad. Los países con elevados estándares de vida son aquellos que  lograron escapar de las tendencias  autodestructivas y del saqueo arbitrario por parte del Estado a quienes  progresan...
     
    Las virtudes indispensables para  alcanzar la prosperidad son aquellas que permiten construir una sociedad sobre relaciones voluntarias  fundadas en la confianza. Relaciones en las que ambas partes salen  ganando basadas en el respeto irrestricto al derecho a la vida, propiedad  y libertad. En la práctica, esto implica el respeto a los contratos, independencia de la justicia, división de  poderes, entre otros.
     
    El capital cultural se evidencia en  la aparición de instituciones y reglas  que impulsan la productividad y el  crecimiento económico en el largo  plazo. Sus beneficios se extienden  más allá de la economía y afectan la  vida diaria de las personas. La calidad  de las instituciones y reglas explican  las diferencias entre países en su tecnología, capital físico y humano.
     
    ¿Cómo acumular más capital cultural? La solución no se reduce a  mejores leyes (aunque también las  necesitamos). Requerimos un giro total en la educación para formar a  las nuevas generaciones en una cultura del progreso: de trabajo arduo,  previsión frente al futuro y austeridad para impulsar una creciente  acumulación de capital (máquinas,  equipos y tecnología).
     
    A diferencia de lo que predica el  materialismo histórico de Marx, solo  la mente humana tiene el poder para  retirar las insatisfacciones de la vida.  Las fuerzas productivas son un fenómeno racional, intelectual e ideológico. La racionalidad es la única capaz  de encontrar los medios más eficientes para mejorar el nivel de vida.
     
    ¡Liberemos las fuerzas del progreso! Las mentes libres inventan, se  proyectan, buscan nuevas y mejores  maneras de hacer las cosas. La innovación es la hija predilecta de la libertad. La competencia trae libertad  y siempre produce cambios. El peor  enemigo es el estatismo burocrático  que con trabas y permisos impide el  cambio, mantiene inmovilizada e ineficiente a la producción. Nuestro desafío es crear una cultura de confianza y respeto a los contratos basada en  virtudes acordes con la generación de  bienestar: trabajo arduo, austeridad,  racionalidad y libertad.

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