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Quito no es correísta

jueves, 11 abril 2019 - 07:38
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    Una de las grandes conclusiones que el  correísmo pretende imponer, luego  de las elecciones seccionales del 24 de  marzo, es que su fuerza ha renacido en Quito y  que a partir de los “buenos resultados” de Luisa  Maldonado y sus nueve concejales, la esperanza popular por el retorno del líder está intacta.  Pero todo esto es un cuento propagandístico.
     
    Las cifras no mienten. Jorge Yunda (exAP),  del que podríamos decir que constituye el “correísmo light”, ganó la alcaldía con el 21,4 por  ciento de los votos. En segundo lugar está  Maldonado, del “correísmo duro”, que captó el  18,42 por ciento de las adhesiones. 
     
    Ambos candidatos suman el 39,8 por ciento  del favor popular y superan en menos de dos  puntos el porcentaje de votos que Augusto  Barrera sacó en 2014, cuando Alianza PAIS y el  correísmo habían sufrido la peor derrota electoral. Son apenas 16.240 votos más, dentro de  un padrón electoral que en la ciudad creció en  un 8,7 por ciento.
     
    Las cuentas electorales, como también ocurría con las de la economía, no le cuadran al  exmandatario. Más allá de su influencia en las  redes sociales y su bien organizada militancia  política, está claro que su electorado en Quito  es el mismo de hace cinco años, aunque ahora  separado en dos canecas.
     
    El problema político de la ciudad radica,  por tanto, en la ineptitud e irresponsabilidad  del centro derecha (CREO, Concertación, PSC,  Juntos Podemos) por no haber trabajado en  un acuerdo conjunto, al igual que en el purismo del centro izquierda (ID, Democracia Sí, Pachakutik) y sus esfuerzos vanos por desdeñar  el autoritarismo que alguna vez les deslumbró.
     
    Desdramatizada entonces la trepada del  correísmo, cabe avanzar en una lectura más  prospectiva de lo que le puede esperar a Yunda  con la floja votación que lo hizo alcalde. Aunque ha dado pasos sensatos para asegurarse  un margen de gobernabilidad en el cabildo, el  problema real está en la calles de la ciudad.
     
    Mauricio Rodas deja su administración con  bajos niveles de popularidad, pese a que hace  cinco años tuvo uno de los respaldos más contundentes de la historia. ¿Qué garantiza entonces que a Yunda le vaya a ir mejor?
     
    Tanto en el norte, centro, sur como en las  zonas rurales del distrito, Rodas venció a Alianza  PAIS con el 58 por ciento de los votos. Estas cifras  muestran una victoria uniforme que no estuvo  marcada por el antipático clasismo, ingrediente  que correístas y opinólogos se han esforzado por  destacar en la contienda de este 2019.
     
    Ni siquiera Yunda es un líder consolidado  en el sur, pues su respaldo es de apenas el 27  por ciento. En el resto de las circunscripciones,  el futuro alcalde tiene hasta el 12 por ciento  menos de representatividad.
     
    Los siguientes cuatro años serán complejos para un alcalde que tendrá que conquistar  las bases de los sectores populares de los que  supuestamente proviene, disputándose (o entregándose) a las que controla el correísmo.  También deberá mostrarse como un líder viable  para esa otra gran porción de la ciudad, la mayoritaria, que está dispersa en toda la capital y  que anhela un proyecto político y urbano que  la vuelva grande otra vez, parafraseando el  eslogan del nuevo alcalde, tan incierto como  preocupante. Si Quito no es de Yunda ni tampoco es correísta, ¿de quién es?

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