<img src="https://certify.alexametrics.com/atrk.gif?account=fxUuj1aEsk00aa" style="display:none" height="1" width="1" alt="">

Preparemos la resiliencia

jueves, 26 marzo 2020 - 12:49
Facebook
Twitter
Whatsapp
Email

    POR: CARLOS ROJAS ARAUJO
     
    Es difícil escribir desde la incertidumbre. La información solo sale  del discurso oficial y ante el temor  porque la pandemia nos toque, lo único  certero es acatar los protocolos del Gobierno. El mundo ha visto cómo el apocalipsis se retrata en Italia, por lo que  quedarse en casa marca la diferencia entre enfermarse o resistir.
     
    ¿Por cuánto tiempo? ¿Hasta estar  seguros de que en Ecuador no habrá  850.000 contagios como lo advierte la  Organización Panamericana de la Salud? De entre los millones de mensajes  que se han ‘viralizado’ en redes sociales,  a mayor velocidad que el Covid-19, hay  uno que vale la pena recogerlo.
     
    En medio de la desolación y el apremio hay quienes creen que el coronavirus  ha permitido que el planeta se tome un  respiro ante tanta polución, que los bancos se sensibilicen con sus deudores, que  empresarios y sindicalistas por fin hablen del empleo como el bien mayor de  una sociedad y que las ansias de los políticos hayan perdido trascendencia… Las  familias se han vuelto a reunir y todos  oramos por la salud de los más viejos.
     
    Pero el futuro inmediato se anticipa mucho menos contemplativo. Habrá países como Ecuador, cuya economía difícilmente amortiguará el  frenazo al que la pandemia le ha  condenado. Sin ahorros, endeudados hasta los ojos de la cara, con el  petróleo por los suelos, una crisis  fiscal arrastrada por años, con reformas urgentes aplazadas y unas  cargas asumidas por el Estado que  se han vuelto insoportables, el coronavirus puede ser implacable.
     
    Si la Cámara de Comercio de  Quito advierte que los 12 días del  paro de octubre costaron al país  821 millones de dólares (319 al  sector público y 502 al privado),  no es difícil ponderar una pérdida  mucho mayor con solo cinco meses de diferencia.
     
    Cuando la emergencia se supere, el Estado pedirá comprensión y  contribución a los ciudadanos. Estos demandarán ayuda, alivios y  protección y las empresas necesitarán incentivos para reactivarse.  Pero esta vez, al Gobierno, al sector productivo y a la sociedad se le  hará más difícil hacer nuevos renunciamientos.
     
    A quienes juraban que las elecciones de 2021 estarían marcadas por las movilizaciones indígenas,  el pretendido paquetazo y la violencia desbordada del año pasado,  es muy probable que la tortilla se  les vire. Y que la reconstrucción de  este país, quebrado en lo social y  golpeado en su economía, demande un debate más civilizado.
     
    Duele que quienes hoy exigen  un Estado que garantice la salud  del pueblo, evocando los años de  la década ganada, sean incapaces  de admitir que también despilfarraron miles de millones en obras  faraónicas, cultos a la personalidad  y corruptelas, al punto de dejarle  al Ecuador sin un centavo de contingente. O que quienes pretenden  recortar y ajustar el gasto público  hasta su mínima expresión, no admitan que sin la protección del Estado, la sociedad queda desvalida y  mucho más crispada.
     
    Ecuador saldrá de su cuarentena si el virus está bajo control. Y  cuando retornemos a nuestras oficinas, escuelas y calles lo hagamos  con la urgencia de sentar un nuevo  pacto social por la resiliencia, caso  contrario nos esperarán más días  de sufrimiento e incertidumbre.

    Más leídas
     
    Lo más reciente