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¿Por qué callar si nacimos gritando?

viernes, 18 septiembre 2020 - 02:44
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    POR ALEGRÍA CRESPO
     
    Frente a la mayor crisis humanitaria, sanitaria, social, económica y educativa del siglo, el mundo está en una debacle, pero me remitiré a Ecuador, pues  es en este país donde grité al nacer y hoy grito de impotencia. El país se desangra, la corrupción ha llegado al límite y la desconfianza se respira en el aire. Frente a un  sistema de salud colapsado, y miles de muertes como legado que piden que las recordemos porque sería injusto  y doloroso para los caídos y sus familias dejarlos en el olvido, se debe replantear lo que queremos como sociedad.
     
    La cantidad de binomios inscritos para la Presidencia del país es solo una pequeña muestra de la falta de  unión y consenso. Se requiere preparación, formación,  transparencia financiera, solidez de un partido político  que ampare a sus candidatos y genere credibilidad en el  pueblo, además de vocación de servicio social real. Esto es serio, por tanto, se necesita disciplina y valentía.  El próximo gobierno estará enfrentado a reconstruir un  país de los escombros, a untar una pomada en las llagas  de la sociedad, a contener individuos ansiosos, deprimidos y angustiados. La valentía debe venir acompañada  de calidad humana y de un equipo pertinente y preparado para cumplir a cabalidad cada función.
     
    La sociedad está cansada, está vigilante y alerta, pero con los brazos caídos. Vamos retomando fuerzas para alzar los brazos, alzar la frente y pedir lo que nos corresponde como ecuatorianos: una vida digna, con salud  y educación garantizadas, en la cual la corrupción tenga  la pena máxima de sanción. Necesitamos que los planes  de gobierno sean transparentados y que se vean reales  posibilidades de éxito. En estos momentos, debe haber  consenso, debe haber unión, el ego es enemigo y los valores deben primar. El país necesita un norte, un líder que  lo haga resurgir como el Ave Fénix, la responsabilidad es  enorme y el Ecuador está listo para sanar.
     
    Que como ciudadanía seamos reflexivos, exigentes,  críticos y observadores sociales para ser coprotagonistas  de una nación que sobrevive, pero que debe vivir y debe  vivir bien. Quien venga, debe venir a sanar.
     
    Alcemos nuestra voz y recordemos por el bien del país:  ¿por qué callar si nacimos gritando? 

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