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Perdimos el centro

lunes, 28 octubre 2019 - 10:14
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    El sentido de transición que  encarnaba el presidente Lenín Moreno debía ir más  allá de la gestión de su gobierno. Las reformas para limitar la  reelección indefinida o los cambios  que se impulsaron en la Justicia, los  organismos de control y en la Ley de  Comunicación, no serían suficientes  si no se atacaban dos frentes adicionales: la economía y el ejercicio orgánico de la política. La reorientación  ha sido dura, confusa y frustrante.
     
    La apuesta por derrumbar el mito  de los subsidios y el bienestar lesionó  la convivencia de una sociedad que  en adelante entenderá el ejercicio de  la democracia desde una sola dimensión: la desconfianza. En un pueblo  desconfiado se profundiza la polarización y esta volverá más complejo  el análisis de los de problemas que el  país debe resolver. El pretexto fueron  los combustibles, lo de fondo, que la  interacción con el Estado se resuelve  hoy, y con evidente éxito, a punta de  golpes físicos y discursivos.
     
    Es aquí donde las angustias cobran sentido. En 2017, Moreno se  comprometió a acercar a los ecuatorianos. La reconciliación estaba  implícita y muchos creyeron que con  la descorreización se podría re-crear  el centro político.
     
    En él tendrían que estar todos  los heridos de la década ganada y  no solo la facción más citadina de  Ruptura. El movimiento indígena,  siempre indescifrable; los estudiantes agredidos y enjuiciados; los trabajadores minimizados; los ambientalistas engañados... 
     
    Pero Moreno se equivocó. Pensó  que su discurso de la ‘ternura’ era suficiente para mantener la cohesión  de un país que a la mínima chispa se  cubrió de fuego, demostrando, además, que no está dispuesto a hacer  renunciamientos.
     
    El centro político está más vacío  que nunca: no tiene ideas, líderes  ni instrumentos. No sabe adónde  ir. La presión por el orden fiscal y  el ajuste copó todos los temas de la  discusión económica, quedándose  sin un relato claro sobre la reactivación productiva o la generación del  empleo, temas que otra vez serán las  bambalinas de la campaña 2021.
     
    Después de estos acontecimientos, los políticos del centro izquierda que hoy nos gobiernan quedan  seriamente lesionados, al punto  de que las perspectivas electorales  del morenismo no pintan bien. Y  quienes podrían tomarles la posta, demostraron ser tan radicales  como siempre. La Conaie y su fuerza  desestabilizadora, 30 años después,  sigue siendo sectaria y profundamente anticuada, al igual que sus  organizaciones satélites, integradas por millennials educados en las  grandes urbes. Ahí no hay un solo  esfuerzo pedagógico para entender  hacia dónde va el siglo XXI.
     
    La ausencia de un proyecto político pensado desde las élites quiteñas (económicas, académicas,  culturales, barriales) abona la orfandad, mientras que Jaime Nebot  y Guillermo Lasso tendrán que redoblar sus esfuerzos para cubrir esos  pasivos, porque sin ideas ni líderes,  los instrumentos democráticos para  conquistar el poder, desde el centro  político, también flaquearán. 
     
    En estos días de paro, la tendencia del ecuatoriano, como sociedad,  a inobservar la ley y relativizar la  democracia, adquirió un matiz más  peligroso: la violencia organizada e  importada. Y de ella hay un sector  que quiere sacar provecho, tengamos cuidado.

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