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¿Cuándo perdimos el rumbo?

viernes, 19 junio 2015 - 03:49
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    Si las empresas familiares son tan exitosas y son una importante fuente de empleo, ¿por qué buscar destruir la estructura que permitió su crecimiento?

    Hace pocos días el presidente Correa anunció la tercera reforma tributaria de este año. Este proyecto incluye un fortísimo incremento en el impuesto a las herencias que lo colocaría entre los mayores del mundo.

    Correa negó que esta nueva reforma tenga un objetivo recaudatorio sino el de democratizar la propiedad. Explicó: “Ochenta por ciento de las empresas tienen estructura familiar… nosotros queremos acabar con eso”.             

    La propuesta tiene un marcado tinte electoral: “El pueblo ecuatoriano decidirá libremente qué escoger, en 2017 podrá escoger seguir votando (…) para que el 80 por ciento de las empresas tengan estructura familiar o reelegir a la Revolución Ciudadana y con medidas inteligentes, justas, legítimas, técnicas, democratizar la propiedad”.

    Según The Family Firm Institute, no solo Ecuador tiene una importante participación de empresas familiares. Otras economías exitosas también dependen de esta figura: Alemania tiene el 95 por ciento, Italia 93 por ciento, EE.UU. entre 80 y 90 por ciento. En cuanto al empleo, en Ecuador generan 51 por ciento de los puestos de trabajo, algo menos que en Alemania que registra 55 por ciento.

    El éxito de las empresas familiares se debe a que la relación de parentesco entre sus miembros les permite ser más flexibles, lograr entendimientos, planificar a largo plazo y tener objetivos comunes. Para ponerse un negocio, ¿escogería usted a un extraño o empezaría incluyendo a sus hijos y familiares?

    Si las empresas familiares son tan exitosas y son una importante fuente de empleo, ¿por qué buscar destruir la estructura que permitió su crecimiento? Aquí entra la influencia “neo marxista” de Piketty que considera que se debe eliminar la concentración de capitales a través de la intervención del Estado.

    El presidente Correa aclaró que no está en contra de la pequeña empresa, sino de un “90 por ciento de supuestas sociedades anónimas y compañías limitadas, clara concentración de la riqueza”. La explicación incrementa las preocupaciones. Las empresas en la mira serían sobre todo aquellas que más producción y empleos formales generan en la economía.

    El resultado no tardará en evidenciarse. ¿Quién de ustedes invertirá sus ahorros para montar un negocio en Ecuador cuando sabe que, si es exitoso, en una generación tendrá que entregar una tasa marginal de 47,5 por ciento de su patrimonio al Estado o a los trabajadores? Existen opciones atractivas de inversión en muchos países de la región, y lamentablemente, Ecuador quedará fuera de esa lista.

    Pero el llamado de atención no debe realizarse al gobierno de turno, sino a nosotros mismos. El problema son los valores que fundamentan nuestra sociedad: rechazamos la movilidad social ascendente, no soportamos el éxito ajeno, lo envidiamos y preferimos destruir las escaleras para el ascenso. No entendemos todavía que el triunfo ajeno también impulsa el nuestro, ni que son los emprendedores e inversionistas quienes multiplican la riqueza y generan nuevos empleos. ¿Cuándo perdimos el rumbo?

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