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¿La clase media pondrá presidente?

lunes, 1 febrero 2021 - 01:20
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    POR CARLOS ROJAS ARAUJO
     
    En estos largos meses de empobrecimiento resulta pertinente  preguntarnos cuánto espacio  tiene la clase media en la discusión  de lo político y hasta qué punto sus  aspiraciones requieren de un músculo electoral fuerte que cambie, en las  urnas, la historia de este país.
     
    Si las cifras del Banco Mundial  advierten que la pobreza en Ecuador  pudo haber cerrado, en 2020, en un  35 por ciento y la pobreza extrema,  en cerca del 15 por ciento, entonces  hay medio país sumido en la carestía. Lo cual hace comprensible que  en esta campaña, los candidatos a  la Presidencia hablen de luchar contra el hambre, prometan multiplicar  el empleo y, en los casos más extremos, quieran regalar plata en la primera semana de gobierno.
     
    Ecuador ha sido un país al que  con facilidad le seduce la demagogia,  advierten analistas y consultores políticos contemporáneos. Y bajo esa  premisa, creen que quienes aspiran  al poder, deben construir un discurso que los conecte en el campo de lo  simbólico, donde la lucha por los pobres se convierte en la piedra angular.
     
    Sin embargo, no siempre los pobres han puesto presidente en el  Ecuador. En 1979, Jaime Roldós pasó de tener el voto de un partido de  raigambre popular como el CFP, en primera vuelta, para llegar a la Presidencia con el 68,4 por ciento del  electorado. Es claro que los estratos  medios se volcaron por su carisma y  liderazgo. Esta clase social también  puso presidente en dos elecciones  sucesivas con Rodrigo Borja (1988)  y Sixto Durán-Ballén (1992). Tras  el fracaso de Abdalá Bucaram y la  fuerza de los pobres, Jamil Mahuad  (1998) se convirtió no solo en el candidato de los estratos medios, sino que su caída también significó el  agotamiento de esa representación  política, a través de un sistema de  partidos creado por y para este sector de la sociedad.
     
    Y sí, fue la clase media la que  votó por Rafael Correa en 2006. Su  apoyo contundente en esa segunda  vuelta eclipsó para siempre al populismo que, en ese momento, Álvaro  Noboa y Lucio Gutiérrez habían heredado de Bucaram.
     
    No fue sino hasta las elecciones  seccionales de 2014 que las clases  medias (sobre todo quiteñas y cuencanas) rompieron con Correa por  su autoritarismo, corrupción y  dispendio de los dineros públicos. En adelante, su proyecto político se acuarteló en  los sectores más pobres, con un desbordante discurso de confrontación y enemistad  y con políticas asistencialistas profundizadas. Moreno fue un presidente elegido, precisamente, por las  clases populares. Cuatro años después, Andrés Arauz busca otro triunfo para el correísmo desde las promesas a los más pobres.
     
    Lo complejo de este Ecuador es  que no hay una, sino varias clases  medias que hoy no tienen una representación política consolidada, como  ocurrió con el ‘sixtismo’, la ID y la DP.
     
    De todas esas clases medias, existe una en ascenso y muy frágil que ha  vuelto a ser pobre por la crisis y en  donde quizás se ubiquen los votos  decisivos de la segunda vuelta. Es esa  clase que evoca sus recientes años de  bonanza, pero que también sabe que  un país crece por cuenta del empleo  y las reglas coherentes de una política  económica que ya no está para experimentos ni promesas fáciles. El candidato (Arauz, Lasso o Yaku) que la  entusiasme será presidente.

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