En el infierno de las cárceles
Cincuenta y tres centros carcelarios albergan a cerca de 39 mil presos en Ecuador. El 50 por ciento de los presos están en tres grandes prisiones: la Penitenciaría del Litoral en Guayas, la cárcel de Latacunga en Cotopaxi y la cárcel de Turi en Azuay. “Para humanizar” la vida de los prisioneros, el ministerio de Justicia anunció en 2014 que invertiría 300 millones de dólares para rehabilitar la Penitenciaría y construir las dos nuevas cárceles.
Las obras fueron inauguradas con la fanfarria publicitaria de la Revolución Ciudadana. No obstante, hubo quejas sobre estas prisiones. Una de ellas fue la violación de los derechos de los presos, que fueron ubicados a grandes distancias de sus lugares de residencia, agobiando a sus familiares. Otra fue la carencia de servicios básicos, como el caso de la cárcel de Latacunga que no tiene suficiente dotación de agua potable. Una tercera fue la existencia de bandas delictivas que dirigen sus actividades desde las cárceles y además extorsionan a los demás prisioneros. Pese al anuncio de registros minuciosos, muchas veces indignantes, han ingresado a las cárceles armas, drogas y hasta una ambulancia. Una cuarta ha sido el abuso hacia los prisioneros por parte de los guardias penitenciaros. En Turi, inclusive, se filmó el trato inhumano a ciertos detenidos. Nada sin embargo, hacía prever la condición lamentable de los centros, revelada tras una apertura de los mismos a la prensa.
El hacinamiento visto recuerda a décadas pasadas, donde no hubo la inversión cuantiosa en las edificaciones. En Latacunga, en celdas para cuatro presos hay el doble de internos. La explicación es sencilla: las instalaciones de todo el país pueden albergar 25.000 prisioneros, pero hay cerca de 12 mil en exceso. El hacinamiento complica el control carcelario, exacerba el contagio de enfermedades y facilita la corrupción y la violencia.