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Empleo, por favor

jueves, 19 diciembre 2019 - 01:38
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    Ángel se levantó a las cuatro de la mañana, para  hacer cola y entregar su  carpeta en la cadena de  distribución de alimentos. El lunes  de la semana anterior en que llegó a  las siete, había más de cien personas  antes que él y ni siquiera recibieron  sus papeles. Ángel es uno de los miles de jóvenes que corren el peligro  de caer en la categoría que los sociólogos describen como los “NINIS”,  ni estudian ni trabajan, que según el  Banco Interamericano son alrededor  de 900 mil en nuestro país. Si no  consigue empleo, a pesar de que se  graduó como el primero de su clase,  no podrá pagar los gastos de la universidad pública. Estará condenado  a una vida de pobreza.
     
    Apenas uno de cada tres ecuatorianos en edad productiva tiene un  empleo pleno, es decir con derechos  laborales como: afiliación al seguro  social y pago de otras prestaciones.  Los dos tercios de la población o  está desempleado o tiene un empleo  irregular. Y en medio de una crisis  económica, llegaron 500 mil venezolanos, agobiados por la ineptitud  del régimen de Nicolás Maduro. No  hay duda, sobre todos los males que  afectan a Ecuador, el más grave es  que no hay empleo.
     
    La falta de empleo ha generado  una sociedad perversa, donde se extorsiona a los más débiles por una  oportunidad de trabajo. Lo hacen  los capos de la droga que emplean  a jóvenes drogadictos para vender  la “H”. Igualmente perversos son  los coyotes que llevan a migrantes  en viajes suicidas que convierten el  “sueño norteamericano” en pesadilla. Y tan repugnantes como ellos  son los criminales de cuello blanco,  que exigen diezmos a sus subalternos, que venden cargos mayores por millonarias sumas y cargos menores, como se denunció recientemente en el IESS, por una suma que para  quien lo paga, también es inalcanzable: dos mil dólares.
     
    Y en medio de la vorágine, los  que cuentan con los privilegios de  “derechos adquiridos” o sus representantes sindicales, no quieren ceder un ápice para generar alguna  oportunidad para los que no la tienen. Por meses se ha discutido una  reforma laboral, que abra el abanico  de la contratación, que permita el  trabajo por horas, que no vuelva inflexible los despidos, que se ajuste  a los tiempos modernos, donde se  puede trabajar desde casa. Sin embargo, la reforma camina con pies de  plomo, no hay acuerdos mínimos.  Mientras tanto, Ángel y personas  como él, solo piden una oportunidad  de vida. ¿Hasta cuándo?

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