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El populismo, en serio...

lunes, 30 noviembre 2020 - 11:13
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    Por Carlos Rojas Araujo
     
    Desde un estricto sentido sociológico, el populismo es  mucho más de lo que hasta  ahora hemos visto en estas semanas  de ambiente electoral: candidatos en  ropa interior o recitando frases chabacanas con el propósito de ser populares o de mimetizarse con el votante indeciso.
     
    Calificar un determinado comportamiento disparatado o una recitadera de ofertas irresponsables  como la típica expresión de un candidato populista es caer en un análisis simple y peligroso.
     
    Autores como Enrique Peruzzotti y Carlos de la Torre han estudiado este fenómeno en varios países de  América Latina, con rigor y por muchos años, para asegurar que el populismo encarna un proyecto democratizador que ante el desprestigio de las  instituciones conecta de forma directa al líder con unas masas ávidas de  reivindicaciones y desquites.
     
    El discurso populista es impecable porque llega al corazón desatando adhesiones inquebrantables. Perón, Haya de la Torre, Velasco Ibarra,  Carlos Guevara Moreno… fueron sus
    precursores y en el Ecuador reciente, el carisma que tanto emana de la  personalidad de un dirigente de estas  condiciones, estuvo presente en Roldós, Febres-Cordero, en el tío Asaad Bucaram, en su sobrino Abdalá  y también en Rafael Correa. Chávez  desde la izquierda y Uribe en la derecha lograron que su relación con los  pueblos que gobernaron sea emotiva,  política y profundamente clientelar,  donde no se consienten mediadores  ni contrapesos democráticos. Por eso,  una vez que el líder populista llega al  poder opera con autoritarismo y restricciones en cuanto a libertades democráticas y económicas.
     
    A simple vista, el proceso electoral que está por comenzar carece de  este tipo de candidatos. El saxofón de  Yaku Pérez y su promesa de quitarle  controles a los choferes no lo ponen  en esta categoría. Tampoco, las inexplicables intermitencias del precandidato Álvaro Noboa o el nostálgico  traje militar de Lucio Gutiérrez. Qué  decir del intento de Guillermo Lasso  por forzar un lenguaje coloquial que  no va con su esencia…
     
    Sus estrategias de campaña pueden derivar en una pérdida de tiempo  y esfuerzos sensatos por encaminar el debate político sobre las causas que hoy  mueven al país. El ajuste económico -más  allá de que haya sido necesario-, el azote  de la pandemia con pobreza y muerte o  el deterioro del empleo crean el ambiente  propicio para que haga ‘click’ un discurso  democratizador como el que encarna el  populismo, pero con todos sus peligros.
     
    Andrés Arauz, por su cuenta, no cubre la mínima expectativa mesiánica de  un dirigente de esas características. Pero lo cobija una corriente populista que  sabe de campañas electorales, que puede  transar con dirigentes antisistema como  Leonidas Iza o Jaime Vargas o, que en su  afán por prometer un alivio económico  fácil y rápido a los más necesitados, es  capaz de arriesgar el único patrimonio  que le funciona al país, la dolarización.
     
    Es paradójico que tras 20 años de un  efecto económico y social tan exitoso como este esquema monetario hoy se convierta en la piedra angular de esta campaña electoral, donde las comparaciones  con las tragedias de Argentina o Venezuela resultan pertinentes…
     
    ¿Queremos hablar de populismo?,  pues entonces hagámoslo en serio…

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