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El confinamiento político de Yunda

lunes, 12 octubre 2020 - 02:37
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    POR CARLOS ROJAS ARAUJO
     
    En estos días se cumple un año  de la violenta movilización que  puso al Ecuador al borde de la  ruptura y desnudó la crisis existencial  que la Capital de la República acumulaba tiempo atrás.
     
    Jorge Yunda se había inaugurado en la Alcaldía y sus gestiones fueron inútiles a la hora de defender  una ciudad orgullosa de su patrimonio histórico y que, sin exagerar, terminó en llamas. En el fondo quedó  la duda de si su despacho, por obra  u omisión, permitió que el legítimo  descontento popular se convirtiera  en desestabilización y caos en beneficio de un sector político conocido.
     
    Con la voz ahogada por las lágrimas y el agotamiento por la confusión, los reproches y la desconfianza,  Yunda habló de reconciliación y sembró un nogal en el parque de La Alameda. El 16 de octubre del año pasado, pidió virar la página y dejar de  lado el ambiente de odio.
     
    Tal como le ocurrió al gobierno de  Moreno, su Alcaldía encontró en la  pandemia el paréntesis perfecto para desviar el origen y la discusión de  los problemas que existen en la ciudad. Su condición de médico, comunicador y hombre sencillo, le permitió reivindicar su liderazgo. 
     
    Quito le funcionó en la cuarentena,  pero ese buen momento ha terminado.  Otra vez hay voces de inconformidad y  desconcierto; la de aquellos que creen  que la Capital no va a ninguna parte.
     
    Las denuncias en la importación  de pruebas para el COVID-19, las compras de insumos con sobreprecios, el  desvío de dineros de la empresa de  Agua Potable o el carrusel de contratación de la obra pública, sacaron al Alcalde de la luna de miel, poniendo su  gestión a merced de la Fiscalía. Es positivo que la bulla de estos casos haya  perdido intensidad, mientras la justicia  se encarga de ellos. Así, Yunda tendrá  cabeza para enfrentar el desafío planteado el día del nogal en La Alameda.
     
    Es inaudito que, a estas alturas de  la crisis económica y sanitaria, la discusión sobre la reactivación productiva tenga prejuicios políticos y clasistas infames. Que la enfermedad y la  muerte, la informalidad y el desempleo no se conviertan en un catalizador para que Yunda se acerque a todos  los sectores de la ciudad.
     
    La operación del Metro, símbolo del cambio urbanístico y de movilidad, sigue enterrado y aplazado. No  hay una discusión de cómo Quito debe pasar del boom del empleo público a las plazas de trabajo y emprendimiento privados y no ver tanta  gente de todos los acentos rebuscarse la vida en plazas y calles.
     
    Es un error que Yunda alargue el  confinamiento político y no enfrente los graves problemas a resolver.  La crisis financiera del municipio  puede estallar en cualquier momento; las mafias peligrosas de quienes  administran el catastro de la ciudad  y se han enriquecido a su costa son  un secreto a voces y deben terminar  por un mínimo sentido de transparencia, respeto y dignidad.
     
    Yunda tiene que librarse de las  cadenas de quienes en el concejo metropolitano viven del chantaje y el  bloqueo y asumir que sí hay modelos  ejemplares de gobierno por fuera del
    reparto y la administración insensata  de intereses particulares. Esto es posible cuando la convicción de un dignatario va más allá de la gestión clientelar con aquellos sectores que con un  puñado de votos pueden garantizar  una apretada reelección. 

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