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Reestructuración policial

viernes, 14 octubre 2022 - 08:01
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    Según el informe de 2021 del Latinobarómetro, una ONG con sede en Chile, la confianza en la Policía en la región tiene un promedio de 36 por ciento. No obstante, Ecuador está por debajo de la media con 32 por ciento. La encuesta LAPOP de ese mismo año, de la Universidad de Vanderbilt, sostiene que un 53 por ciento de los ciudadanos nacionales se siente inseguro y que uno de cada cuatro ha sufrido algún tipo de delito violento. Hay más temor entre los ecuatorianos que entre los mexicanos, donde un 52 por ciento se siente inseguro.

    Las dramáticas cifras de homicidios y asaltos en los nueve meses de este año, seguramente harán que, en las próximas encuestas de 2022, Ecuador caiga más profundamente en las apreciaciones sobre violencia y confianza policial. Y en este entorno empañado, ocurre el crimen de María Belén Bernal en la Escuela de Formación de Oficiales de la Policía. Un crimen atroz: su esposo le habría asfixiado para acabar con su vida, pero aún más cruel, los cadetes y los oficiales de guardia fueron indiferentes a sus gritos desesperados y después, el asesino contó con el silencio de los que estuvieron en esa noche de horror para enterrar el cadáver y huir. Un acto que vuelve a las etapas más oscuras de la institución, como fueron la desaparición de los hermanos Restrepo en la década de los 80 y en los 90, la muerte de varias personas y la desaparición de otros en una farmacia, conocido como el caso de las Dolores. La brutal cultura institucional cambió poco y con ello, se ha cuarteado el pilar encargado de mantener el orden público en la sociedad.

    El gobierno del presidente Guillermo Lasso ha anunciado una reestructuración total. Ha pedido que presenten su baja los más altos cargos de la fuerza y ha prometido derrocar el edificio donde ocurrió el crimen y todo esto en medio de la vorágine del combate a la droga y al crimen organizado que agobia al Ecuador, con un promedio de más de 15,8 homicidios por cada cien mil habitantes al día, muy cerca al de Colombia, y el pedido de auxilio por la falta de miembros de la Policía para cuidar de la seguridad ciudadana. Es un círculo vicioso, se necesita mayor número de policías, pero el proceso de selección no es lo suficientemente riguroso pues ingresan individuos no aptos como el asesino de Bernal, o en otros casos actores de delitos muy graves, entre los cuales está el robo de los fondos de la seguridad social de los mismos policías o la vinculación de generales al narcotráfico. Por lo tanto, la reestructuración no debe estar dirigida por la propia Policía. El gobierno debe pedir la ayuda de otros países. El mejor ejemplo es la UNASE, cuya primera promoción se formó en Colombia durante el gobierno de Sixto Durán-Ballén y que es hoy una unidad de elite con grandes resultados y respeto ciudadano. Para formar a los nuevos oficiales debe hacerse lo mismo: cerrar la escuela por un par de años, enviar a los mejores de los actuales estudiantes a universidades policiales en otros países y crear una nueva escuela con asesoría y tecnología israelita o de algún otro país desarrollado. Solo si la reestructuración es profunda, el país podrá recuperar la confianza en la institución y el gobierno habría hecho una obra para recordarlo.

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