<img src="https://certify.alexametrics.com/atrk.gif?account=fxUuj1aEsk00aa" style="display:none" height="1" width="1" alt="">

El patrimonio de Lasso

domingo, 22 mayo 2022 - 13:38
Facebook
Twitter
Whatsapp
Email

    Hay una preocupante conclusión que, con el paso de los días, toma más fuerza en la opinión pública y a la que el gobierno de Guillermo Lasso, como en tantas otras cosas, no le ha prestado la debida atención.

    Que su política económica, basada en la disciplina fiscal, el control del gasto y la lista de prioridades, ha fracasado. Y que por culpa de la ‘tacañería’ del Ministerio de Economía y Finanzas no se ha podido aplicar una verdadera estrategia que haga frente al narcotráfico o que muchos de los servicios públicos (abastecimiento de medicinas, Registro Civil o matriculación vehicular) están por paralizarse.

    Es una inferencia triste porque demuestra el cortoplacismo con el que nuestra clase política, sectores dirigenciales y la prensa reflexionan sobre este país. Ahora resulta que cualquier gobierno que dispone orden económico en su ejercicio administrativo está condenado a sembrar pobreza. Y vuelven las consignas noventeras en contra del enemigo fácil y rentable, el FMI, al que siempre habrá que acusar de indolente y miserable. El ambiente se calienta y en la próxima elección habrá un poco de charlatanes prometiendo mandar al diablo el concepto del ahorro para volver al despilfarro y la corrupción.

    Pero este dilema no se despeja desde la eterna posición del incomprendido que el Régimen ha decidido adoptar, acusando a la prensa de no saber interpretar la realidad, cuando su principal problema, precisamente, ha sido la mala comunicación.

    Lasso se preparó por más de una década para asumir, hace un año, una serie de responsabilidades como gobernante: administrar el país, entender con rapidez y altas dosis de realismo los cambios de la sociedad, diseñar políticas públicas, ejecutarlas, formar un equipo de trabajo competente... Y como si eso fuera poco, también hay una misión política y doctrinaria encaminada a precautelar los principios que hicieron posible su liderazgo, para que la gente (élites y pueblo) deje de confundir conceptos y crea que austeridad es sinómimo de caos. Aquí radica el patrimonio esencial de cualquier presidente que quiere trascender como estadista.

    La crisis del Gobierno no es de concepto, sino de gestión. Se trata de que quienes acompañan a Lasso tengan la capacidad de trabajar con la eficiencia con la que supuestamente ejercieron sus gerencias en el sector privado, pero bajo un verdadero enfoque de servicio público.

    No es tolerable que, por no prever de materiales e insumos, la gente espere semanas larguísimas para renovar una cédula de identidad o sacar un pasaporte; o que se deje sin atención a la gente más vulnerable por el desabastecimiento de medicinas que el Vicepresidente prometió solucionar en julio pasado, bajo un interesante modelo de alianza empresarial.

    Para todas esas carencias claro que tiene que haber dinero y controles presupuestarios, no en vano las clases medias asumieron una durísima reforma tributaria, esperando que el Estado funcione con eficiencia y honestidad.

    Ni siquiera el anuncio de inversión pública por 14 mil millones de dólares hasta 2025 será un aliciente si Carondelet permite que la falta de ejecución gubernamental quede cubierta con el tapete más peligroso posible: que solo la izquierda populista sabe cómo gobernar.

    Más leídas
     
    Lo más reciente