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El fin de la CONAIE

jueves, 23 junio 2022 - 15:12
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    En política hay muchas formas de morir. Un presidente, por ejemplo, puede capitalizar inmensas cantidades de rechazo ciudadano y cuando deja el poder quedar en la más patética intranscendencia. De estos casos se ha escrito montones.

    Otro tipo de muerte ocurre cuando una institución se ha degenerado por completo, dejando a su paso destrucción y opacidad. Este fue el camino que la Conaie escogió a partir de 2019.

    Hace 32 años su irrupción cambió al Ecuador para bien. El primer levantamiento movió las estructuras de toda la sociedad; nos hizo hablar de interculturalidad, de abrir el espectro de la participación pública y de emprender un proceso pacífico de reivindicaciones históricamente relegadas.

    Entraron en política, marcaron su huella en la Constitución de 1998, ganaron elecciones y en 30 años han ejercido el poder en alcaldías, prefecturas o ministerios.

    Se mostraron como un pueblo de virginales procederes, a pesar de que como ocurre con todos los políticos, el chantaje, la corrupción y la mediocridad siempre estuvieron cerca.

    El marketing, a su manera, les resultó exitoso. Hablaron de pobreza, exclusión y desarrollo, pero en realidad hicieron muy poco para romper esos atavismos. Prefirieron quedarse en la lógica del bloqueo permanente sin importar quién ejerciera el poder ni las consecuencias que Ecuador debe soportar por ello. Lo suyo es exigir, exigir y exigir sin rendir cuentas jamás.

    Escribo esta columna sin saber con certeza si la enésima movilización que soporta el país se comerá a otro presidente. En todo caso, ha quedado claro que las consignas, la intransigencia y la virulencia de quien hoy comanda la Conaie nos ha puesto al borde del despeñadero.

    A Leonidas Iza no le interesan los principios del mundo intercultural por el que tanto pelearon sus fundadores a finales de los 80, porque su noción de la política es sectaria y está repleta de sesgos. Tampoco le mueve el respeto por las reglas del juego democrático. Así, difícilmente, se podrá hablar con sensatez de economía, pese a que se le ha explicado de mil formas que el Estado ecuatoriano no puede destinar tres mil o cinco mil millones de dólares para mantener el subsidio de los combustibles sin postrar su desarrollo.

    Iza no muestra interés para hablar de políticas públicas. Solo busca adueñarse del país porque ha hecho de la Conaie una fuerza de choque que, en menos de tres años, ha despertado miedo y desprecio en amplios sectores del país.

    Esta organización tan admirada en América del Sur, y que se inspiró en personajes como María Dolores Cacuango, ha trasmutado. La sabiduría y el tesón de figuras como Luis Macas, Nina Pacari o Auki Tituaña, fueron reemplazados por un grupo de dirigentes al que le llueve las acusaciones de nexos con mafias del narcotráfico y la minería ilegal.

    Iza mató a la Conaie porque su interés es convertirla en Sendero Luminoso. Es tan fuerte esa mutación y el poder que este dirigente ejerce sobre ella, que hasta Lourdes Tibán ha tenido que agachar la cabeza y justificar sus acciones sin importarle que la democracia penda de un hilo y que la impunidad, por la que tantos líderes indígenas lucharon durante años, hoy esté a la vuelta de la esquina.

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