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El correísmo con bótox

viernes, 18 noviembre 2022 - 16:18
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    La prensa rosa suele ser implacable cuando nota que alguna celebridad, en su lucha por vencer la decadencia, desfigura su rostro y varias partes de su cuerpo a punta de cirugías y tratamientos estéticos. El resultado, generalmente, es para peor: una cara diferente bajo patrones grotescos que resaltan la metamorfosis de un ser humano para quien el talento ha quedado atrás y la única meta es la subsistencia en un ambiente desenfrenado que por años lo volvió adicto al poder. Del abuso del bótox y del ridículo, dicen los expertos, no se regresa.

    Algo parecido ocurre con la Revolución Ciudadana de hoy, una fuerza política que tal y como sucedió con el PRE, a finales del siglo pasado, no ha tenido otra agenda en la cabeza que el retorno impune de su líder acusado de corrupción.

    Al correísmo que controla esta Asamblea, hace rato, se le deformaron las facciones con las que se regodeaba como movimiento progresista y de avanzada. Su embriaguez conceptual ha perdido cualquier atisbo de coherencia y ahora no cabe otra agenda que jugar al cargamontón.

    Su minúscula talla institucional, lejos de sorprender, es cada vez más destructiva. Hace 12 años, la propaganda correísta impuso la historia de unos oportunistas escudados en una protesta policial para consumar un golpe de Estado. Del atarantado 30-S, supuestamente, emergió una nueva democracia que ahora pasa en vilo, semana tras semana, cada vez que Correa y sus operadores políticos buscan la forma de recuperar la justicia que por mucho tiempo les sirvió de alfombra.

    Por eso, poco importa que el Estado termine en llamas por cuenta de los ataques terroristas si su única misión es derrocar a un débil gobierno, retorciendo la Ley y los procedimientos reglamentarios tal y como actuaba la partidocracia a la que tanto desacreditó.

    Mucha empatía para defender las instituciones democráticas de países como Argentina, Venezuela o Nicaragua, especializadas en encubrir a gobernantes corruptos y totalitarios, pero una absoluta y cómoda indolencia por lo que ocurre en Ecuador.

    No importa si la desestabilización viene del crimen organizado y el narcotráfico o de una dirigencia indígena a la que tanto humilló, si la única prioridad es sacar a Lasso y ‘resetear’ el período constitucional.

    No habrá exfoliación facial que los revitalice si solo buscan impedir que en el Legislativo se hable de los nexos que personajes como Ronny Aleaga habrían tejido con prófugos de la justicia por corrupción y mafia.

    Este no es el momento de remover el pasado; por eso, invalidan todo lo que les recuerda Capaya o, como ocurre con Nilsen Arias, lo más adecuado es fingir demencia y propagar ‘fake news’ desde su cínico troll center o alentar conversatorios jurídicos billetados para distorsionar las fechorías por las que ahora muchos se mantienen en el exilio.

    Es desalentador ver cómo el expresidente y su corriente política, pese al deterioro de su reputación, nunca reconoce un error ni jamás se disculpa ante al país por sus costosos desenfrenos. Todo lo contrario, hace pocos meses quisieron volver a amordazar la libertad de expresión para que nadie en el Ecuador critique el abuso de bótox al que se sometió la Revolución Ciudadana, como tantos otros excesos.

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