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Diplomacia para la guerra

miércoles, 16 marzo 2022 - 09:33
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    Hasta cuando Eduardo Mangas y María Fernanda Espinosa dejaron el gobierno de Moreno, la diplomacia ecuatoriana arrastraba una peligrosa cercanía con el eje bolivariano que hoy, muy a pesar de la condena mundial a Rusia por invadir Ucrania, cerró filas a favor de Vladimir Putin.

    En días en que el mundo puede estallar si a algún loco se le ocurre presionar el botón de la guerra nuclear, vemos a Nicolás Maduro y Daniel Ortega apoyar a Moscú como lo hacen Donald Trump y el inconsciente de Jair Bolsonaro.

    Es cierto que estos últimos personajes desbaratan el argumento de que el Grupo de Puebla es el único sector del continente alineado con Putin para enfrentar a la OTAN y restablecer la hegemonía rusa en pueblos que prefieren a Europa Occidental. Pero más allá de eso, el Ecuador gobernado por Guillermo Lasso debe afinar su política exterior.

    En los 10 años de correísmo, esta se caracterizó por su excesiva e inútil ideologización. Socapamos el castrismo, el chavismo, las FARC y a los impresentables de Maduro y Ortega; nos abrazamos con dictadores como Alexander Lukashenko, en Quito y Bielorrusia.

    Con muy poco tino, y sin sopesar el deterioro de nuestra relación con EE.UU., nos compramos el pleito de Julian Assange. Todo con tal de hacerle creer a la parroquia, como alguna vez dijo Patricio Zuquilanda, canciller de Lucio Gutiérrez, que jugábamos en las ligas mayores.

    Cuando constatamos que Ecuador necesitaba un acuerdo comercial con la Unión Europea, Colombia y Perú -de quienes nos alejamos por puro prurito ideológico- habían logrado la eliminación de la visa Schengen que tanto nos hubiera servido para que nuestros compatriotas escaparan del bombardeo en Ucrania hacia otros países de la zona.

    Correa fue un ferviente admirador de Putin, al punto de emular sus dotes autoritarios para eternizarse en el poder, cosa que no lo consiguió porque Lenín Moreno no fue el Dmitri Medvédev que esperaba.

    En todo caso, el atavismo de la Revolución Ciudadana hacia la Guerra Fría alentó un aspecto positivo: el gran mercado ruso para nuestras exportaciones que este 2021 llegaron a mil millones de dólares y que, con visión de pragmatismo, hay que proteger.

    Luego de tener cancilleres que farrearon con Assange en Londres o que alentaban la opresión de Ortega en Managua, llegaron otros tres, profesionales del servicio exterior (Valencia, Gallegos y Montalvo).

    Ahora, la diplomacia está en manos de Juan Carlos Holguín, cargo político de extrema confianza del presidente Lasso. Su gestión para traer a los ecuatorianos desde Ucrania le valió más aplausos que las críticas de los sectores que defienden al triste Grupo de Puebla y su apoyo al extravagante delirio militar de Putin.

    En la crisis Rusia-Occidente, lo más fuerte para el canciller Holguín está por comenzar. Su única militancia válida es con el Derecho Internacional, más aún si al país le toca ser parte del decisivo Consejo de Seguridad de la ONU. Y por fuera de él, impulsar una diplomacia autónoma e inteligente para que nuestro mapa comercial no estalle en mil pedazos si por la guerra sucumben las grandes potencias. EE.UU., China, los europeos, Rusia, el Pacífico... todos son importantes para un Ecuador que a lo mejor tenga que sobrevivir.

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