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¡Vendan Banco del Pacífico!

lunes, 31 enero 2022 - 15:22
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    El anuncio de venta del Banco del Pacífico, banco de propiedad estatal desde la crisis financiera, ha sido una oportunidad para que políticos de derecha y de izquierda quieran pescar a río revuelto. Denunciaron que el gobierno busca destruir al banco para venderlo a precio de “gallina enferma”. Basan su argumento en la drástica disminución de utilidades de 2021 a apenas 5,7 millones de dólares, cuando el año anterior habían sido de 30 millones de dólares. Sin embargo, se trata de otro juego del perverso ciclo del populismo. Quienes se rasgan sus vestiduras por la caída de utilidades no nos cuentan su participación y responsabilidad en este resultado que quieren endosar a quien está corrigiendo el desastre que ellos dejaron...

    Hasta 2008, Banco del Pacífico fue uno de los bancos más rentables del sistema financiero ecuatoriano. Entonces, el correato metió las manos en la institución elevando los gastos operacionales y obligándolo a incurrir en operaciones crediticias equivocadas: créditos para campañas políticas, préstamos a personas sin capacidad de pago, endoso de cartera altamente morosa del IECE, programas de “reactivación” sin opción de recuperación de los recursos, programas educativos inviables, etc. Se estima que estos créditos mal concedidos suman 500 millones de dólares. Los pobres resultados de 2021 reflejan el costo de sanear la entidad y constituir provisiones por cartera de mala calidad.

    La venta del Banco del Pacífico es urgente. Primero, para evitar que vuelva a ser un botín político, caja chica del gobierno de turno, poniendo en riesgo el dinero de los depositantes.

    Segundo, Banco del Pacífico en manos de un inversionista internacional es una oportunidad para internacionalizar el mercado financiero, para inyectarle competencia y crear un canal para el flujo de liquidez desde el exterior. Esto irá en línea con el objetivo de enlazarnos al ahorro internacional para elevar la oferta crediticia y reducir tasas de interés.

    Tercero, y quizá más importante, es el costo de oportunidad. El Estado, al decidir ser banquero, ha dispuesto no usar esos recursos en invertir en el ciudadano (salud, educación y seguridad). Esto implica abandonar su función primordial. ¿Queremos un Estado que se dedique a hacer negocios, o que use los recursos que pagamos por impuestos para invertir en los ciudadanos?

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